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Jesús Antonio Cabrales, el médico narrador de historias
Murió en Cali a la edad de 66 años. Había publicado un libro y dejó otros tres, inéditos.
El caleño Jesús Antonio Cabrales. Foto: Archivo particular
Doce días duró la lucha del médico Jesús Antonio Cabrales Bustos contra el coronavirus, en una clínica de Cali. A los 66 años, después de una vida en la que combinó el amor por la medicina y la pasión por las historias, se convirtió en otra víctima mortal de la pandemia que tiene en vilo a Colombia y al mundo.
Hace no tanto tiempo, cuando la guerra y la violencia de los carteles de la droga eran los problemas que espantaban a los colombianos, el médico cirujano Cabrales Bustos aprovechaba los momentos en los que no estaba en el quirófano para dejar volar su imaginación. Escribió un libro al que llamó 'El error del ángel exterminador', y sus personajes, precisamente, buscaban formas de sobrevivir a esa guerra sin cuartel que se llevó tantas vidas en el país. A este sucreño, nacido en 1954 en La Mojana —a quien algunos de sus amigos le decían ‘Profesor Yarumo’ porque siempre tenía explicaciones científicas para todo— le encantaba escribir y narrar historias.
Sus grandes amores fueron su esposa, Judith Salcedo, y sus cuatro hijos. Y por supuesto, la medicina. Salvar vidas y combatir las enfermedades como lo hicieron su abuelo y su padre. Ellos le inculcaron ese sentido de trabajar por los demás y luchar por sus derechos. También le enseñaron esa pasión por la lectura y por el conocimiento mismo. De hecho, su abuelo estudió medicina en la Sorbona de París.
Jesús estudió su carrera profesional en la Universidad Libre de Barranquilla y se especializó en la Nacional, la misma donde estudió su padre.
En 1996, con 42 años y con el apoyo del sociólogo Abel Ávila, dueño de la editorial Antillas, en Barranquilla, publicó la historia del ‘Ángel exterminador’. En la Libre conoció a uno de sus grandes amigos, el también médico Andocles David Puche, quien ahora se trazó con la familia el propósito de publicar los otros tres libros que dejó escritos.
La familia apenas había llegado a Cali en febrero pasado. Jesús empezó a trabajar en el hospital público Mario Correa Rengifo, un centro asistencial de nivel II que depende de la Gobernación del Valle del Cauca.
Un defensor de la salud
De Barranquilla, la ciudad donde se formó, salió a mediados de la década pasada, buscando dejar atrás la crisis que llevó a proceso de liquidación el Hospital Universitario de Barranquilla. Allí trabajó por años, figurando en una planta transitoria y siempre acosado por el retraso en el pago de los sueldos en una entidad que amenazaba con entrar en liquidación.
Foto:Archivo particular
“Fue un luchador de los derechos de los trabajadores de la salud”, recuerda el médico Puche. Jesús Antonio se convirtió en líder de los médicos y empleados que reclamaban sus derechos y llegó, incluso, a impulsar una demanda colectiva, pero al final no pasó nada con ese litigio. Fue por eso que con su señora, también médica, decidió irse para el Caquetá.
Allá trabajó en otro hospital público, donde lo recuerdan siempre buscando la manera de llevar alivio a los enfermos. Cuando le quedaba tiempo, en alguno de los atardeceres de esa zona del país donde se funden la cordillera, la selva y los Llanos, se fumaba un tabaco y de nuevo volvía a la escritura teniendo como fondo la música de algún joropo. Pero de nuevo la familia de Jesús y Judith resolvió buscar nuevas oportunidades. Por eso todos terminaron en la capital del Valle.
El poco tiempo que pasó en el Mario Correa no impidió que sus compañeros conocieran a Jesús como un hombre íntegro y muy bondadoso. El Hospital lo llamó ‘héroe’, pero también aseguró que "su cadena de contagio está relacionada con pacientes a nivel externo”. Mientras, su familia aún espera que las autoridades establezcan la ruta por la que terminó contagiado.
Fue un luchador de los derechos de los trabajadores de la salud
Su amigo, el médico Puche, dice que Jesús Antonio “era una persona que combatía las enfermedades porque esa era su vocación”, y que a pesar de todas las dificultades económicas que debió sortear, como miles de profesionales de la medicina en el país, siempre perseveró en su vocación de servicio, la misma que les inculcó a sus hijos. Una de sus hijas, de hecho, acaba de graduarse de medicina. Y añade que lo recordará siempre desbordante de alegría, sin importar el problema que estuviera al frente, y escribiendo. Siempre escribiendo.