No debe estar tan terrible Bogotá desde que tanto candidato quiere aspirar a gobernarla. Al contrario: quien se le mida al cargo podrá concentrarse en sus temas propios y dejar que la inercia de proyectos que han costado sudor y sangre salgan adelante.
Los críticos dirán, por el contrario, que la ciudad no puede seguir por este rumbo, que lo que hay es que ‘atajarla’, impedir sus avances, frenarla antes de que termine convertida en un muro de concreto. Es la campaña, y ya arrancó.
Así es que candidatos habrá para cualquier cosa. Mal contados, pasan de diez, de todas las tendencias: radicales de izquierda, radicales de derecha, centro, ningún liberal por el momento, ningún conservador y la mayoría optando por firmas. Hasta ahora, solo el Centro Democrático ha definido la suya: Ángela Garzón, concejal, con buen discurso, guerrera, con poca experiencia pero que en las encuestas internas salió favorecida. Algo debe tener.
Sí, es muy temprano aún. Todavía pueden aparecer candidatos sorpresa, estamos lejos del tejemaneje de las consultas y las alianzas, pero por lo que se avisora, pareciera que el espectro político fuera a ser una repetición del país: dos extremos pujando por hacerse con la alcaldía más importante del orden nacional.
Entre los que se perfilan como aspirantes los hay con reconocimiento, buena imagen y capaces de asumir retos pese a la poca experiencia exhibida en estas lides, como Claudia López, Carlos Fernando Galán y el mismo Miguel Uribe, sin negar su paso por la secretaría de Gobierno y las ‘palomitas’ en la Alcaldía. Los hay veteranos y con credenciales para mostrar: Antonio Navarro, Lucho Garzón y Clara López, a esta última le tocó el ‘chicharrón’ de reemplazar a Samuel Moreno. También están los desconocidos: Celio Nieves, María Andrea Nieto, Ernesto Gómez, Jorge Rojas, Pablo Felipe Robledo. O los tristemente recordados, como Hollman Morris.
Pero, a falta de experiencia o reconocimiento, algunos de estos candidatos cuentan con padrinos, esos sí poderosos, o representan tendencias ideológicas que son las que en últimas podrían terminar definiendo a los protagonistas reales de la contienda.
Todavía pueden aparecer candidatos sorpresa, estamos lejos del tejemaneje de las consultas y las alianzas
Sin duda, la izquierda, con matices, buscará a toda costa hacer causa común en un nombre para repetir lo de la segunda vuelta presidencial: unidad, solo que aquí la cosa será más difícil. Hay heridas que quedaron abiertas y quién sabe si habrá espacio para sanarlas. No veo a López pidiendo apoyos a Petro ni al Polo al lado del exalcalde. En cambio, Mockus o Fajardo estarían jugados por la expromotora del referendo anticorrupción. O es lo que uno supondría. Los candidatos de Petro no pegan aún y el Polo tiene pocos aspirantes.
La disciplina de la derecha podría resolver todo con el pragmatismo que la caracteriza: una consulta interpartidista en donde se medirían Ángela Garzón, Miguel Uribe, Felipe Robledo y alguno más. ¿Será suficiente para derrotar a un Partido Verde, por ejemplo? Difícil, sobre todo cuando este último ha sido el protagonista de las últimas contiendas electorales en Bogotá y tiene figuras rutilantes.
Llama la atención qué pasará con dos aspirantes que se las traen: Carlos Fernando Galán y Lucho Garzón. El primero, con amplio reconocimiento en la ciudad, fue uno de los concejales que destapó el escándalo de corrupción del alcalde del Polo en la capital, estuvo al frente de la oficina anticorrupción en el gobierno Santos, se peleó con el uribismo y renunció al partido de Vargas Lleras. Lucho, el último en aparecer, se lanzará por firmas, y llega con la consigna de ser un componedor, una especie de bisagra para distensionar el polarizante ambiente político que ha permeado a Bogotá en los últimos 10 años. Parte de la izquierda simpatiza con él, apoyó al liberal Rafael Pardo y ha militado con Peñalosa.
Así las cosas, a menos que surja un candidato de centro que recoja el anhelo de no polarizar, de construir sobre lo construido, que pase del discurso de la macrociudad al del ciudadano de a pie y consiga innovar con propuestas que ataquen los problemas del día a día, muy probablemente nos veremos abocados a un escenario de negación del otro y radicalización de discursos como hace cuatro años.
Frente a esto, la razón aconsejaría que ese no es el ideal, que no es dable seguir eligiendo alcaldes con el 30 % de los votos y que dividir, fragmentar y fracturar lo único que garantiza es mantener abiertas las heridas en momentos en que la ciudad se juega su futuro en múltiples frentes. Pero la emoción, que es lo que gobierna las redes, los foros virtuales y los discursos altisonantes, apuntará a lo contrario: a crear ‘tecnofobia’ antes que ‘tecnorreflexión’, como dijo esta semana el Superintendente de Industria y Comercio en un foro en la Corte. Esto apenas comienza, veremos.
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¿Es mi impresión o... este Millonarios con Pinto se las trae?
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor jefe de EL TIEMPO