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¡No más atracos! | Voy y Vuelvo

Toda muerte fruto de un asalto en la calle debe conmovernos.

Este es el momento cuando el atracador desenfunda su arma contra sus víctimas en barrio El Campín.

Este es el momento cuando el atracador desenfunda su arma contra sus víctimas en barrio El Campín. Foto: Archivo particular

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Qué jartera tener que caer en los mismos temas. Pero de eso se trata esta columna: de ir y volver sobre asuntos que constituyen los dolores de la gente en la calle. Hasta que encontremos alguna solución. Y más si se trata de la seguridad. No hay nada que esté preocupando más a los ciudadanos que el temor a estar en la calle o, incluso, en su casa o su pequeño negocio.
Y cómo no hacerlo si de nuevo un joven acaba de ser asesinado por robarle su bicicleta. No ocurrió en cualquier lugar, no fue en una calle oscura o mientras transitaba por alguna ciclorruta solitaria, lo cual ya resultaría bastante paradójico. No. Sucedió mientras se desplazaba cerca del Park Way, en Teusaquillo, la localidad que en estas mismas páginas referenciamos hace algunos años como el mejor lugar para vivir en Bogotá.
Yo no sé hasta qué punto de verdad somos conscientes de lo que nos está pasando. Yo no sé si al menos nos alcanzamos a imaginar lo que significa que un joven pierda la vida en circunstancias como estas. Atracado a mano armada por cinco delincuentes. Toda una pandilla que camina por las calles haciendo de las suyas.
Pudo ser un familiar, un amigo o un vecino nuestro. Y aunque no lo sea, cabe la reflexión acerca de lo que pasa en la ciudad que todos habitamos. Este joven o la promesa del fútbol de 15 años, asesinado también por robarle un celular hace pocas semanas, no pueden, bajo ningún motivo, quedar registrados como un número más, un registro más del accionar de los criminales. Toda muerte fruto de un asalto en la calle debe conmovernos, no solo porque se trata de vidas humanas, sino porque tienen lugar en ese espacio común que es de todos y que no puede estar vedado para nadie. Cuidarnos tiene que dejar de ser una frase retórica para convertirse en un grito de guerra, para que los buenos podamos derrotar a los malos. Ya sea con frentes de seguridad, con chats comunes, con alertas, con comunicación permanente y con apoyo de las autoridades; la consigna debe ser una sola: no más atracos, no más inseguridad.
El crimen de Teusaquillo duele el doble porque sucede justo cuando la ciudad acaba de emprender la mayor estrategia en muchos años para garantizar la tranquilidad de sus habitantes. Hay más policías, más inteligencia, más restricciones, más retenes, más vigilancia a zonas y lugares considerados de alto riesgo. ¿Y entonces? ¿Qué pasa? Es la pregunta que cualquier persona se hace cuando tenemos que registrar noticias de este tipo.
Por eso resulta clave que, en todo este despliegue que se ha montado para mejorar los indicadores de seguridad, se llegue a la raíz del mal.
Y lo que pasa es que no puede haber seguridad plena, que no hay capacidad para tener policías en cada esquina, como sucede en Estados Unidos, donde el crimen, pese a todo, está disparado en ciudades como Nueva York o donde no son extrañas balaceras en zonas residenciales de Miami, por citar unos casos.
Por eso resulta clave que, en todo este despliegue que se ha montado para mejorar los indicadores de seguridad, se llegue a la raíz del mal. Fenómenos como el tráfico de estupefacientes, el ajuste de cuentas entre bandas, el sicariato y los niveles de intolerancia nos están haciendo la vida imposible.
Y como lo hemos repetido acá varias veces –y no nos cansaremos de hacerlo–, mientras no se desarticulen estructuras criminales dedicadas al narcotráfico, el robo de bicicletas, de celulares, de motos y autopartes, ponerle fin a la inseguridad en la calle será imposible. Todas estas mafias tienen que sentir la presión de las autoridades, sin pausa ni tregua; deben saber que no tienen espacio en nuestra ciudad, eso es lo que se espera del cúmulo de medidas que ha tomado la istración recientemente. Si no se alcanza ese grado de persuasión, lo único que se estará consiguiendo, a lo sumo, es el desplazamiento del delito a otras zonas, y con métodos cada vez más violentos, como viene siendo evidente desde hace rato.
Pero para que no quede la sensación de que solo la desesperanza nos embarga, quiero dedicar estas últimas líneas al video grabado por un ciudadano que daba cuenta de un atraco a plena luz del día y en medio de un trancón en la calle 100. Una vez cometido el hecho, los cuatro antisociales fueron capturados y judicializados en cuestión de horas. Bien por la ciudadanía que alertó, bien por la reacción en redes sociales y por la policía. Eso es lo que queremos los ciudadanos, de eso es que se trata.
ERNESTO CORTÉS
Editor General EL TIEMPO
@ernestocortes28

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