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Entrevista
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La emberá que dice ser la inspiración del billete de 10.000 demandó al Banco de la República: ‘Esa soy yo'
Expertos en numismática, estudio o coleccionismo de monedas fueron quienes revelaron su historia a EL TIEMPO.
La foto real y la foto que aparece en el billete de 10.000 ya fuera de circulación. Foto: Mauricio Pardo, antropólogo.
Adriana Martínez Dogirama, una indígena emberá Dobida, llegó el 25 de octubre de 2024 a Bogotá invitada por expertos en numismática, quienes estaban absolutamente convencidos de que ella es la mujer que aparecía en los billetes de 10.000 conmemorativos del quinto centenario del Descubrimiento de América. Era aquel billete colorido que se hizo famoso por sus detalles, pero, sobre todo, por romper todos los esquemas de lo tradicional.
Y es que la belleza de aquella pieza, que para muchos sigue siendo una obra de arte, generó una inmensa curiosidad entre los expertos en numismática, sobre todo en Gildardo Adolfo Tovar Bonilla, un hombre insistente que se moría por saber cuál era la identidad aquella indígena estampada en un billete en el país. “Fue cuando buscaba información sobre los pueblos indígenas que apareció Adriana. Sentí como si me hubiese mirado diciendo: aquí estoy, me encontraste”.
Gildardo Adolfo Tovar Bonilla, experto en numismática. Foto:Archivo particular
Pero los inicios de esta historia tienen un trasfondo mayor cuando en mayo de 1988, el Banco de la República decidió abrir la convocatoria de un concurso para la elaboración de los diseños que se incluirían en el billete conmemorativo del V Centenario del Descubrimiento de América.
En junio de ese año fueron publicadas las bases y requisitos de presentación, entre los cuales se estableció que el Banco de la República adquiriría la totalidad de los derechos sobre los trabajos premiados. Fueron seleccionados los de algunos artistas, pero en ese momento no hubo un ganador, el premio se declaró desierto, dando el segundo lugar al diseño presentado por Liliana Ponce de León quien proponía la imagen de una emberá como protagonista y quien en medio de una cena firmó, un poco confundida, los derechos de autor. Tiempo después dijo que terminó siendo un billete sin fortuna. “Después de ser manoseado hubo un robo millonario en el que desaparecieron las planchas de impresión (…)”
Luego se supo que ella se había inspirado en una fotografía de una mujer emberá tomada por el profesor Fernando Urbina Rangel en 1973 en el río Catre y quien la había nombrado como la ‘Divina Eulalia’. El experto, alertado y un poco molesto porque sintió habían ignorado su autoría y además información importante de contexto, dijo haberse reunido con un subgerente del Banco, quien lo escuchó, pero no aceptó la suma que reclamó por los derechos de autor. Y así fue que la terminaron descartando y buscando en otra imagen la inspiración que necesitaban para el billete que finalmente salió a circulación.
La Divina Eulalia, fotografía de autoría de Fernando Urbina Rangel. Foto:Archivo particular
Para Gildardo el misterio se hacía cada vez más interesante, mil ideas rondaban 24 horas de los 7 días de la semana por su cabeza. ¿Cuál era la imagen que había terminado inspirando el grabado del billete? ¿Acaso era producto de la imaginación de un grupo de diseñadoras o esta mujer realmente existía? Los detalles eran de tal exquisitez que el camino seguía lleno de interrogantes.
Así emergió Adriana Martínez Dogirama
Se trataba de un capul más suelto que el de Eulalia, ojos más pequeños y algo rasgados, una nariz más redondita, los mismos cachetes, unos labios hermosos, redondos, su pintura corporal, que es temporal y muy diferente entre unas y otras, los mismos collares metálicos, todo coincidía
Como si Gildardo estuviera predestinado a resolver un misterio ella, Adriana Martínez Dogirama, hermosa y colorida, se le atravesó como una aparición en el camino. Encontró su fotografía en un artículo de Mauricio Pardo Rojas. Cuando vio a la mujer, nacida en Santa María de Condoto, cabecera del Río Baudó, solo pudo decir: “¡Es ella, es ella!”.
El experto se ríe, porque recuerda que quienes estaban a su alrededor no entendían el porqué de su estrepitosa reacción, pero, no era para menos, su corazón le decía que la había encontrado. “Así fue que empecé a comparar la foto con la imagen del billete. Cada cuenta, cada línea, los ojos, la Kipará Cáküa, todo coincidía. Se trataba de un capul más suelto que el de Eulalia, ojos más pequeños y algo rasgados, una nariz más redondita, los mismos cachetes, unos labios hermosos, redondos, su pintura corporal, que es temporal y muy diferente entre unas y otras, los mismos collares metálicos, todo coincidía”.
Coincidencias entre la imagen del billete y la fotografía. Foto:Archivo particular
Entonces Gildardo comenzó a navegar en un mar de incógnitas y no dudó en, al estilo del mejor de los detectives, rastrear al autor de aquella fotografía del boletín del Museo del Oro, a Mauricio Pardo. “Es un profesor de la Universidad de Caldas. Fue muy amable y meses después del bombardeo de preguntas que le hice me dijo que ella se llamaba Adriana Martínez Dogirama, una mujer cuya fecha de nacimiento es incierta. “Pensé entonces que, si todos los protagonistas de los billetes tenían una biografía, ella también la merecía”, agregó.
Adriana nació en Santa María de Condoto, aproximadamente en 1972, y es hija de Alfredo Martínez y Dolorosa Dogiramá Sanapi, nieta de Floresmiro Dogiramá Uainora
Y gracias a él y a todo lo que le contó, supo que el tiempo de su comunidad indígena se medía de otra forma, por una cosecha o una floración inesperada. Sin embargo, por una orden de cedulación, la fecha que registra su nacimiento es la de 12 de julio de 1971 en Nuquí, departamento del Chocó.
Según lo investigado por el experto en numismática, ella nació en Santa María de Condoto, aproximadamente en 1972, y es hija de Alfredo Martínez y Dolorosa Dogiramá Sanapi, nieta de Floresmiro Dogiramá Uainora. Al Baudó, explica, se llega desde el caserío de Jurubidá en el golfo de Tribugá cruzando la serranía del Baudó después de unas seis horas de camino. Su vida fue normal hasta que en 1980 llegó un hombre muy culto a convivir con ellos, Mauricio Pardo, de quien recibió clases cuando tenía solo 12 años.
EL TIEMPO habló con Adriana a través de una video llamada y dice: “lo que recuerdo de mi infancia es que Santa María de Condoto era todo casi montaña y cuando yo era niña solo había tres casas que luego se fueron multiplicando. Fue por mucho tiempo un lugar tranquilo, un paraíso”. Su pueblo se desarrolló a partir de un pedido que hace Floresmiro Dogiramá a la iglesia en Quibdó; él argumentaba que debían de educarse para entender la ley de los blancos.
En1988 esta indígena se casó con Licinio Banubio y pasan a vivir a Puerto Indio, Nuquí, en donde el hombre de familia monta un negocio. Lo triste es que no pasó mucho tiempo para que la guerra bañara de miedo y sangre aquel territorio, primero en manos de la guerrilla y luego por parte de paramilitares. “Licinio fue acusado de ser auxiliador de la guerrilla. Por eso, en el año 2000, Adriana y sus hijos se van con destino al Darién Panameño para posteriormente, en el 2008, fijar su residencia en Colón y es allí en donde inician su trabajo en turismo”, dijo Gildardo.
Entre el 2019 y el 2020 pasan a Cimarrón Paraíso Emberá en donde viven actualmente. Según cuentan, es una comunidad pequeña en donde conviven 40 personas, entre ellos 22 niños de diversas edades. Se dedican a cultivar la tierra y a la pesca, actividad que les proporciona la mayor parte de la proteína. “La temporada turística se inicia a mediados de octubre y se extiende hasta finales de febrero y mientras están en temporada baja se preparan realizando artesanías y trabajos comunales para el mantenimiento de zonas verdes, una economía de supervivencia el resto del año”, explicó Gildardo.
La historia detrás de la foto
La investigación de Gildardo pudo determinar que Mauricio Pardo tomó varias fotografías mientras estaba realizando su trabajo antropológico en Santa María de Condoto y que es uno de los que mayores documentos aporta sobre los indígenas del Chocó.
Eso sí, lejos estaba de imaginar que una de esas tomas pasaría a ser la inspiración de un grabador italiano y a ser la imagen ante el mundo de nuestros indígenas, representado en ella, en uno de los billetes más hermosos realizados en el país
Fue en 1986 que vio a Adriana junto a Doralba, su sobrina, y a Lurubina, una prima. Según contó, a todas ellas les gustaban las fotografías, por eso accedían a posar. “Eso sí, lejos estaba de imaginar que una de esas tomas pasaría a ser la inspiración de un grabador italiano y a ser la imagen ante el mundo de nuestros indígenas, representado en ella, en uno de los billetes más hermosos realizados en el país”.
Adriana aún guarda ese recuerdo en su memoria, “estábamos las tres y se acercó Mauricio y nos tomó fotografías. En la comunidad se forman grupos que comparten edad y las tres éramos casi de la misma. Cuando salió el billete en 1992, todos los que me veían o me conocían decían: usted es la chola del billete de 10.000 y me acostumbré a eso”.
Fue en 1987 cuando Mauricio envió un artículo para la revista del Museo del Oro del Banco de la República y junto al texto mecanografiado una bolsa con diapositivas para dicha publicación. Así fue que esa revista terminó en las manos de Gildardo.
La vida de Adriana hoy
Hoy Adriana Martínez Dogirama tiene 53 años. Cada día de su vida lo comparte con Licinio. Ya llevan 36 años juntos. Alejandra, su hija menor, los acompaña esporádicamente, al igual que Neyla y Alina. Ellas la llevan de la mano en el proceso para que se reconozca que es ella quien aparece en el billete. Dicen que es lo menos que esperan de quienes tomaron las decisiones. "Mi mamá y todo su pueblo serían muy felices. No es cualquier cosa, aparece en un billete", dijo Alejandra.
Alejandra Banubio junto a su mamá, Alejandra, quien posa con su vestido tradicional. Foto:Archivo particular
De su pueblo se sabe que se dedican días enteros a realizar artesanías. Licinio esculpe los materiales y Adriana realiza tejidos con chaquiras para vender a los turistas. El resto de la comunidad siembra y cuida las matas, padrean el pasto y velan por el cuidado de su entorno. “Cuando escasea el trabajo y no hay turistas, comemos plátano sancochado y pescado”, contó Adriana.
La temporada de turismo es la mejor para ellos, pues reciben con los brazos abiertos a sus visitantes y les enseñan sus bailes típicos, utilizan sus pinturas tradicionales y prendas tradicionales y comercian sus artesanías.
Hoy Adriana está en Bogotá y su primera parada es en la Casa de la Moneda, en donde se tomará una imagen como símbolo de su pedido de ser reconocida con la musa del billete de 10.000: “Eso sería muy lindo para mi familia, y para mi pueblo, porque yo estoy viva”
Adriana relata que el río lo es todo para ellos, tanto, que primero aprenden a nadar que a caminar. El lugar poblado más cercano se llama Limón y el único medio de transporte son sus lanchas. Toma alrededor de 20 a 25 minutos llegar a ese lugar, allí hay tiendas, posibilidad de lavadora, transporte privado para dirigirse a Colón, que es lo más cercano, de igual manera es posible adquirir gasolina por hasta tres veces su valor normal. Algunos de los niños de la aldea estudian en la escuela de allí.
Adriana en su llegada a Bogotá, junto a su hija. Foto:Cesar Melgarejo/ EL TIEMPO
Niños y jóvenes se recrean jugando a la pelota y van de paseo a la playita, un lugar en donde el agua no es tan profunda y todos se divierten por igual. “Ir de paseo es llegar hasta el ferrocarril que recorre paralelo a la ruta de los grandes barcos que viajan por el canal, si hay suerte poder ver manatíes, acercarse al paso de los grandes cargueros a distancia segura”, relató el experto en numismática.
Más del 50 por ciento de la población de Cimarrón Paraiso. Foto:Archivo particular
Lo cierto es que Adriana visitó en octubre de 2024 a Bogotá y su primera parada fue en la Casa de la Moneda, en donde se tomó una imagen como símbolo de su pedido de ser reconocida como la musa del billete de 10.000. “Quiero que reconozcan que esa soy yo cuando era niña. Eso sería muy lindo para mi familia, y para mi pueblo, porque yo estoy viva”.
Adriana fue recibidia por varias indígenas emberás en el aeropuerto El Dorada. Foto:Cesar Melgarejo/ EL TIEMPO
¿Cuál es la versión del Banco de la República?
No hubo una reproducción de la imagen de la señora Adriana Martínez, ni de alguna otra persona especialmente identificada o identificable
El Banco de la República se sostiene en que la ilustración del billete constituye una obra original en sí misma que se inspiró en varias imágenes y fotografías de la comunidad indígena y de las mujeres Emberá, recogiendo en dicho diseño original las características y rasgos propios de dicha cultura, más no la imagen propia, identificable, inherente e individual de alguna persona en particular. “En efecto, la ilustración se compone de elementos propios de la cultura Emberá, como lo es la pintura facial, la cual generalmente ocupa la mitad inferior de la cara, desde el labio superior hacia abajo, y otros símbolos propios de la comunidad como el collar y los aretes”.
Agregaron que se trata de una ilustración que comprende en su diseño componentes originales basados en elementos y manifestaciones propias de una colectividad. Es así como, explican, dicha obra cuenta con la impronta propia de los autores y de las demás personas que hicieron parte del proyecto, reflejando un estilo particular con aspectos originales. “Por lo anterior, observamos que no hubo una reproducción de la imagen de la señora Adriana Martínez, ni de alguna otra persona especialmente identificada o identificable”.
La demanda
Por más de tres décadas, el rostro de una niña emberá estuvo circulando en los bolsillos, billeteras y transacciones de millones de colombianos. Era el rostro sereno y enigmático que aparecía en el billete de diez mil pesos emitido por el Banco de la República entre 1992 y 1994, en conmemoración de los 500 años de la llegada de los españoles a América. Hoy, esa imagen vuelve a la escena pública, pero no como símbolo conmemorativo, sino como el eje de una batalla legal por justicia, dignidad y derechos vulnerados.
Adriana decidió alzar su voz. Con la firmeza de quien carga una historia de silencios impuestos, presentó una demanda contra el Banco de la República. Alega que su rostro fue utilizado sin su consentimiento cuando apenas era una niña, y reclama una indemnización de 700 millones de pesos por los perjuicios patrimoniales y morales que asegura haber sufrido desde entonces.
La fotografía en cuestión habría sido tomada en 1987, en un contexto que, según su equipo legal, no contemplaba ni autorización ni conciencia por parte de la menor sobre el uso posterior de su imagen. “El Banco de la República causó un agravio injustificado a mi demandante y a su familia, en tanto que utilizó sin su consentimiento y violando sus derechos la imagen tomada en el año de 1987, cuando apenas era una niña”, se lee en la demanda.
Dentro de su comunidad, Adriana asegura que, su aparición en el billete le ha traído más rechazo que orgullo. La apodaron 'billete de diez mil' y, con el tiempo, algunas voces la acusaron de haber “vendido” su identidad cultural. Lo que para muchos fue un gesto simbólico de representación indígena en la moneda nacional, para ella se convirtió en una carga emocional que ha arrastrado por décadas.
“Durante 30 años, Adriana Martínez ha sido objeto de burlas, chistes ofensivos y, en algunos casos, bullying por parte de de su comunidad”, señala el documento judicial. Ella dice que no es solo una demanda económica; es una demanda por respeto, por la historia personal detrás del símbolo, por la niña que nadie consultó antes de convertirla en imagen de una conmemoración nacional.