Un primer paso

Cualquier debate en torno a la manera como el planeta encara el desafío del tráfico y consumo de sustancias ilícitas debe interesarle a Colombia. De ahí la importancia de lo ocurrido hace pocos días en Viena, sede de la Comisión de Estupefacientes de Naciones Unidas en el marco de su asamblea número 67.

En contravía de una larga tradición de consensos y a instancias de Estados Unidos y Colombia, representada por la embajadora en Austria, Laura Gil, la Comisión aprobó –tras una votación marcada por la oposición de Rusia y China– una declaración cuando menos singular. Allí, por primera vez se incluye la expresión “reducción de daños” como camino en esta causa. También se puede leer la necesidad de una la lucha antidroga “con especial atención a los derechos humanos”, junto con un llamado a explorar fórmulas innovadoras.

Se trata, según expertos, de una ruptura que debe resaltarse. Por primera vez una declaración de este foro fue sometida a votación, rompiendo con una tradición de consensos, e implica que un paradigma que data, puede decirse, de la década de 1970, cuando Richard Nixon les declaró la guerra a las drogas, comienza a transformarse, al menos en el lenguaje.

El sacudón involucra a Colombia no solo por el papel activo de Gil, sino porque mucho de lo que hoy sucede en el país depende de cómo el planeta decida en adelante afrontar el asunto de las sustancias ilícitas. Al respecto, así como se acumula evidencia sobre los escasos resultados del viejo paradigma que la ha regido por décadas, aparece evidencia de que un giro drástico hacia la despenalización de la venta y el consumo puede traer, como ha ocurrido en estados de EE. UU., resultados negativos e inesperados.

El mundo debe emplearse a fondo para hallar un camino intermedio, que no descargue todo el peso sancionatorio sobre consumidores que son adictos, pero que tampoco desconozca la realidad del crimen organizado que mueve la producción y provisión de drogas. Estamos ante un primer paso.