La transferencia del conocimiento en políticas públicas salva las sociedades

Los recursos intelectuales son insumos críticos para la producción de riqueza.

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Frente a los enormes desafíos que para el desarrollo sostenible entraña la crítica complejidad del cambio climático (CC), el mundo se ha visto compelido a echar mano —ahora sí— de las herramientas más novedosas de la discusión intelectual en tecnología, ciencia y educación.
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En tal sentido, los más relevantes centros de pensamiento tanto como reconocidos investigadores, científicos y expertos en la COP 27 (la conferencia anual de Naciones Unidas sobre CC), han afirmado que la riqueza de las naciones depende ahora de sus capacidades de innovación, de la vitalidad de sus culturas y de la fortaleza de sus sistemas de conocimiento, así como de la calidad y eficacia de sus marcos institucionales.
La conferencia —espacio de discusión adecuado para acuerdos del planeta— se propone enfrentar catástrofes generadas por las distorsiones ambientales, en esta ocasión dedicada a los países de América Latina y el Caribe que albergan ecosistemas clave para regular el sistema climático global, como la Amazonia.
De acuerdo con este coloquio transnacional, desde el encuentro Paris XV, se ha formulado la necesidad de construir un sistema de protocolos con metodologías adecuadas al contexto e indispensables para atender las prioridades de los países en desarrollo como los más vulnerables ante una eventual catástrofe climática y cuyas principales necesidades están en la dirección de adaptar su sistema de provisión alimentaria, a superar las pérdidas y daños ocasionados por este fenómeno y a concurrir solidariamente a su financiación.
El conocimiento científico está llamado a proporcionar recursos conceptuales y humanos para la explicación y comprensión de la realidad.
En diciembre de 2015, prácticamente todos los países del mundo, 195 en total, —Siria y Nicaragua son los únicos que no hacen parte— se sumaron al primer pacto global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen a aumentar la temperatura global. Fue un logro diplomático histórico.
En un contexto como el de “la sociedad del conocimiento”, los recursos intelectuales son insumos críticos para la producción de riqueza en la medida en que se convierten en tecnología, organización, inteligencia, productividad y consumo racional.
El mejoramiento de la calidad de vida y el desarrollo de las sociedades no está basado en estos tiempos en la tenencia de dinero, en el ensanchamiento del sistema financiero ni en la cantidad de bienes poseídos, mucho menos en la apropiación de recursos naturales monopólicamente concentrados. El máximo tesoro con el que puede contar la humanidad es el conocimiento científico.
En este sentido, la ‘Sociedad del conocimiento’ debe ser parte integral e indispensable del modelo de desarrollo de un país, “ya que es allí donde radican las mejoras en los diferentes sistemas que integran la economía, la cultura y la sociedad”.
En muchos aspectos, el conocimiento acumulado es un valor agregado que complementa científicamente las políticas públicas y orienta su aplicación hacia escenarios y contextos de sostenibilidad política y económica.
Es precisamente a la luz de esta nueva realidad que las ciencias sociales se ven confrontadas al imperativo de reflexionar en torno a lo que ha sido su bagaje conceptual y la actualidad de este frente a escenarios contemporáneos, así como en torno a su tradición epistemológica o a sus paradigmas dominantes.
En el marco de sociedades caracterizadas por la competitividad a escala global y enfrentado a constantes tensiones e incertidumbres derivadas de los nuevos desafíos, el conocimiento científico está llamado a proporcionar recursos conceptuales y humanos para la explicación y comprensión de la realidad y para la orientación de la acción individual y colectiva.
Tenemos ejemplos muy importantes como Japón y Corea del Sur, cuyos modelos gubernamentales han orientado a sus respectivas sociedades a explotar su potencial en el desarrollo de conocimiento de su capital humano a fin de lograr efectos multiplicadores en la economía, la política y la sociedad.
ALPHER ROJAS C.

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