Tras décadas de penoso desvarío y bajo el influjo de ideologías retardatarias y sus excluyentes políticas neoliberales, las mayorías democráticas identificaron finalmente la gravedad presente en la base de la crisis nacional, que irremediablemente conduciría a la inviabilidad de la sociedad y al Estado fallido.
Entonces, decidieron asumir como propio el programa del ´Pacto Histórico´ de Gustavo Petro y Francia Márquez, a fin de liberarse de los deletéreos impactos sobrevinientes en la economía, en los equilibrios territoriales, en la cultura política, en la estructura institucional y en los derechos humanos.
En la historia de los pueblos no son muchas las oportunidades en las que la comunidad se decide y procede a barajar a fondo sus procesos para labrar su propio destino. El eco de las grandes reformas del medio siglo anterior se había renovado en el pensamiento y la voz de los sectores progresistas conscientes, a la cabeza de los cuales una pléyade ilustrada intentó, desde visiones diversas, construir opciones políticas alternativas a los sectores dominantes tradicionales, acompañados desde la praxis por sectores rebeldes, movimientos sociales, comunidades étnicas, campesinas, estudiantiles y de género no vinculadas al bipartidismo.
Darío Echandía, Gerardo Molina, Diego Montaña Cuellar, Orlando Fals Borda, Hernando Agudelo Villa, Fabio Lozano Simonelli y Carlos Gaviria Diaz, entre otros, sembraron vivificantes semillas a través de centros de pensamiento y espacios de intercambio de libre discusión, bajo el formidable ideal igualitario de la Social Democracia.
Las mayorías democráticas identificaron finalmente la gravedad presente en la base de la crisis nacional, que irremediablemente conduciría a la inviabilidad de la sociedad y al Estado fallido.
Esas deliberaciones estaban articuladas por ineludibles temas como el poder, la ética pública, la redistribución equitativa de la propiedad y los ingresos como baluartes ya formulados por la Revolución en marcha planteada en 1936 por el presidente Liberal Alfonso López Pumarejo (ALP).
Bajo los dos gobiernos de ALP (1934-1938, 1942-1945) el país se modernizó, adecuó los mecanismos estatales a los nuevos tiempos y “se vivió un contexto progresista”, según lo registra apropiadamente el historiador Álvaro Tirado Mejía en su investigación Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, 1934–1938, y sobre lo cual también hizo amplia y documentada referencia el Maestro Gerardo Molina en su estudio la Historia de las ideas Liberales.
Sin duda, “lo más importante que se dio durante el primer Gobierno de ALP fue el remezón que vivió el país en el orden ideológico, según lo recuerda el escritor Fabio Lozano Simonelli, y que para evaluar en toda su magnitud las reformas que se intentaron (a la economía rentista y especulativa y al patrimonialismo), es necesario conocer y ponderar el contexto ideológico en el que se movía el país que, en muchos aspectos, vivía aferrado a los patrones del siglo XIX”.
Para López Pumarejo hasta entonces, como ahora, en los altos cargos burocráticos “se turnaban por diez, veinte o treinta años las mismas figuras ilustres, silenciosas y solemnes sin que nadie exigiera de ellos siquiera una demostración de sus méritos”.
Cuando empezó el proceso de la Revolución en marcha, ALP sintió en carne propia el boicoteo de su propio partido, el liberalismo, y entonces dijo: “En el terreno de las ideas, por desgracia, el liberalismo no ha tenido más contrincante calificado que su propia sombra”.
Las figuras del conocimiento arriba relacionadas, se propusieron diseñar una política de izquierdas establecida en ese legado histórico, que no estuviera basada en lo puramente pragmático, sino en las ideas de la vanguardia transformadora, en el contenido moral de la política, en la reforma progresista de las instituciones y en aquellos aspectos fundamentales que no han tenido solución (como el deterioro ambiental y la violencia multidimensional real y simbólica), cuya tipología refleja tensiones de largo plazo en la evolución de la sociedad. Sin embargo, no alcanzaron la victoria electoral, aunque estuvieron muy cerca.
Hoy lo han logrado Gustavo Petro y Francia Márquez. Gustavo Petro, un estadista brillante con una afirmativa exploración en la historia de las ideas políticas, que ha dejado enseñanzas profundas hasta volver propio el mensaje de la Revolución en marcha, y a quien los sectores populares han recogido con entusiasmo y júbilo.
“Reclamamos una sociedad en la que hombres y mujeres trabajen y se eduquen para vivir y no vivan sólo para trabajar por un salario deprimente y una educación impagable”.
ALPHER ROJAS C.