El lienzo es la base del… ¿sesenta, setenta, ochenta o noventa por ciento del gran arte universal? Da Vinci, Picasso, Delacroix o Monet, pintaban sobre lienzo; los óleos y los acrílicos siempre han tenido un matrimonio con las telas. Las reflexiones sobre él llegaron a un punto crítico con Lucio Fontana, el genial artista italo-argentino que decidió usar un bisturí en lugar de pinceles y su obra es una preciosa sucesión de cortes de cirujano. En una afortunada casualidad, Luz Helena Caballero y Mateo Cohen presentan dos muestras en las que la tela, el lienzo, no sirve solo para recibir pinceladas, sino que es… la obra.
Cohen me recibe en su taller y -para explicarme mejor su propuesta- abre un armario y saca el origen de su exposición en la galería Salón Comunal (Transv. 27 A no. 53B-25): una caja de madera con una pelota de hilo y otra pelota amorfa de color gris. “Este fue mi proyecto de tesis”, me dice. Y tengo que rendirme ante su genialidad. La caja que tengo que ante mis ojos fue un cuadro. El bastidor se convirtió en la caja de madera, le quitó la pintura aa la tela como si fuera una lámina y lo convirtió en la masa amorfa con sus manos, y deshilachó el lienzo y tejió una pelota de hilo.
Su exposición lleva la idea al límite; hay una sala en la que no sólo trabajó varios cuadros bajo esa premisa: abstracciones en las que se mezcla el lienzo deshilachado y la pintura, sino que le quitó la pintura a las paredes de la sala -las descascaró- y los cuadros se mezclan con el lugar en el que están colgados como una sola obra. Y claro… también hay una pelota de lienzo (foto).
Luz Helena Caballero, por su lado, también usa el lienzo al extremo, en la Sala Luis Caballero de la Universidad de los Andes. Las piezas de la muestra tomaron como punto de partida las celosías -los tableros calados inventados por los árabes que dejan pasar la luz y ver hacia fuera, pero imposibilitan ver hacia adentro-. Las celosías -o zelus- están en iglesias y mezquitas y Caballero se inspiró en la celosía de la Iglesia Museo de Santa Clara.
Pero su obra está lejos de ser religiosa. Es poesía pura.
Mateo Cohen lleva al límite el uso del lienzo al deshilacharlo, quitarle la pintura de encima y convertirlo en una pelota. Foto:Fernando Gómez. EL TIEMPO
La muestra tiene varias piezas notables; un jardín que pintó y que separó del espectador con unas ventanas verdes hechas con el lienzo, hizo rejas de casas fucsia y que flotan en el espacio con la delicadeza de la tela, pero su obra maestra son las nubes, como diría Baudelaire: las maravillosas nubes (foto), sacadas primorosamente del lienzo en forma de cumulus, stratocumulus, cumulonimbus o nimbostratus, pintadas del color de las nubes de Bogotá -gris, blanco, un morado misterioso-, y ubicadas contra una ventana que da a los cerros. Es una pieza preciosa, poética, absoluta, ¿quién no quisiera tener un ventanal con esas nubes?
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