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Entrevista
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Sostenibilidad y conservación: ¿Por qué Costa Rica se convirtió en un referente del turismo ecológico?
El exministro de Turismo del país caribeño, Rodrigo Castro, habla sobre las tendencias actuales de los viajeros y la importancia de la protección medioambiental para el desarrollo del sector.
Rodrigo Castro, exministro de Turismo de Costa Rica. Foto: Mauricio Moreno - El Tiempo
Hace 68 años, Costa Rica inició un gran plan de conservación natural para proteger su territorio, que alberga el 5 por ciento de la flora y fauna del mundo, con apenas 51.100 kilómetros cuadrados (equivalente al 0,03 por ciento de la superficie terrestre).
Esta estrategia, según explica Rodrigo Castro, exministro de Turismo de Costa Rica, contempló, por ejemplo, crear los primeros parques nacionales y el Instituto Costarricense de Turismo, el ente encargado de la promoción internacional de ese país.
Castro participó en el III Foro de Sostenibilidad de Corficolombiana, realizado en Bogotá, donde explicó cómo Costa Rica se convirtió en una de las potencias de turismo económico y ambiental más importantes de la región.
Según el Índice de Desarrollo de Viajes y Turismo del Foro Económico Mundial de 2024, Costa Rica ocupa el puesto 51, empatada con Colombia, con un puntaje de 4,08. En comparación con 2019, el país ha mejorado su clasificación en un 2,9 por ciento. Este índice evalúa diversos factores y políticas que fomentan un desarrollo sostenible y resiliente en el sector turístico.
Y es que el país ofrece una amplia variedad de experiencias turísticas que incluyen visitas al volcán Irazú, exploraciones en sus 30 parques nacionales, 19 refugios de vida silvestre y 8 reservas biológicas. Entre 2017 y 2019, el Instituto Costarricense de Turismo reportó que una gran parte de los visitantes participó en actividades como sol y playa (75,4 por ciento), ecoturismo (64,8 por ciento) y turismo de aventura (61,9 por ciento).
En el marco del foro, EL TIEMPO conversó con el exministro sobre las tendencias actuales de los viajeros, los desafíos que tiene el sector y las oportunidades para potenciar experiencias de biodiversidad en la región.
¿Cuáles fueron las estrategias que implementó durante su gestión para promover a Costa Rica como un destino turístico sostenible?
Más que propias, son las estrategias del país. Es importante mencionar cómo, a partir de 1955, Costa Rica empezó, con una gran visión por parte de nuestros gobernantes, a ver oportunidades en la conservación, incluso cuando esto parecía una dicotomía. De hecho, en esos años se les pagaba a las personas una cifra parecida a 400 dólares por cada hectárea de terreno que volcaran de montaña, porque vivíamos de la ganadería y la agricultura. Pero al mismo tiempo, se crearon los primeros parques nacionales en el país y el Instituto Costarricense de Turismo, el ente encargado de la promoción internacional del país, siendo esta la base de partida. Luego, en 1977 se promulga la Ley sobre la Zona Marítimo Terrestre, que también fortaleció la conservación del país. Nosotros tenemos costas en el océano Atlántico y Pacífico. Los primeros 200 metros de la pleamar hacia tierra firme están protegidos, son del Estado y no se pueden vender y los primeros 50 son públicos e inalienables. Con esto se empieza a consolidar la conservación con una visión muy futurista, que termina con un 25 por ciento del territorio protegido y con más de 30 parques nacionales en un país muy pequeño.
¿Cómo se implementó el ecoturismo en Costa Rica?
A raíz de esas políticas de conservación se inició lo que se llamó ‘ecoturismo’. En esa época recibíamos un número importante de visitantes internacionales que estaban enfocados en el turismo científico. Su interés era la biodiversidad, no la experiencia turística. Sin embargo, eso ha evolucionado, porque ahora poder combinar ese conocimiento científico con los parques, su belleza y la posibilidad de aventura, fortalece la experiencia como un gran producto turístico. Así es cómo hemos evolucionado a lo que llamamos ‘turismo sostenible’, un concepto que se usa a nivel mundial. Este tipo de turismo participa más de otra serie de actividades, involucrando a las comunidades y a los ciudadanos a que sean parte integral del desarrollo. Hay tres aspectos fundamentales: la conservación, que empezó hace muchísimos años con una visión de largo plazo, la integración de los ciudadanos dentro de ese desarrollo y la parte económica.
¿Cómo se relacionan estas iniciativas de conservación con las tendencias actuales de los viajeros?
Es parte de la experiencia. Lo podemos ver solo con analizar el comportamiento de los turistas dentro del país. Si le preguntamos a los viajeros a qué vienen, seguramente la respuesta es múltiple, pero el 80 por ciento va a decir que disfrutó del sol y la playa, y el 75 por ciento va a decir que visitó al menos un parque nacional. Esas dos opciones son parte integral del producto turístico costarricense, es decir, no podríamos tenerlo si no garantizamos esa sostenibilidad. Por eso decimos que el gran aliado de la sostenibilidad es el turismo. Necesitamos los recursos naturales y los protegemos por responsabilidad y porque también es nuestra materia prima.
¿Cuáles son los retos que tiene Costa Rica para fortalecer aún más en el sector turístico?
Podríamos hablar de educación, capacitación en turismo y oportunidades de empleo. El país está trabajando en eso, pero los resultados se ven a largo plazo. El turismo es un gran aliado, porque tiene la capacidad de generar empleo rápidamente con poca capacitación, principalmente en las zonas rurales. En Costa Rica, el desarrollo turístico no está concentrado en las grandes ciudades, está en las costas, en las montañas, en las zonas rurales.
¿Qué le hace falta a la región en materia de turismo sostenible para fortalecerse?
Es importante definir dos cosas primero: qué modelo de desarrollo queremos y qué modelo de desarrollo podemos dar. Algunas regiones del Caribe no están en las mismas condiciones, así como también hay territorios más extensos, donde se puede complementar con otro tipo de turismo. Los que tenemos la oportunidad de ofrecer volcanes, lagos, playas, ríos, bosques, selvas, biodiversidad, aprovechamos todos esos recursos y los reunimos en una sola experiencia turística. El turista requiere de tres cosas: estabilidad política, seguridad y paz.
Aparte del turismo sostenible, en muchas regiones también se está hablando del turismo de paz, ¿qué relación tienen?
Son dos nichos de mercado que buscan lo mismo: enriquecer la experiencia del viajero a través de una relación directa con las comunidades y los ciudadanos. Eso es justamente lo que hay que explotar en ambos casos. Lo que no tenemos, no lo podemos ofrecer. No podemos decir ‘soy un destino de seguridad y de paz’ y no lo soy. El turista cada vez está más preparado e investiga más los destinos. Tenemos que ser auténticos, transparentes y cumplir con lo que ofrecemos. Sé que Colombia ha hecho grandes esfuerzos y tiene logros importantes, pero hay que seguir trabajando.
Colombia es precisamente un país lleno de biodiversidad, ¿cómo hacer uso de estos recursos para seguir mejorando el sector turístico?
Cuando el 8 por ciento del PIB depende de la actividad del turismo, es más fácil. En el caso de Colombia, tienen otras actividades económicas que contribuyen mucho al PIB, entonces probablemente para los gobernantes regionales o centrales el turismo todavía no está posicionado ni se está viendo como una alternativa. Esa reconversión económica toma un tiempo sobre todo ante otras actividades mucho más rentables como la minería, la extracción del petróleo o la explotación de gas. Es importante tener claras las bases de cómo se quiere construir los productos turísticos y pensar si quiero un modelo de desarrollo eco, sostenible, de fiesta o de negocios.
Si bien el turismo es positivo, este sector también puede traer muchos retos. Algunas personas locales critican, por ejemplo, la gentrificación o la llegada de viajeros no deseados. ¿Cómo mitigar el impacto negativo que puede tener en las comunidades?
Con planificación. Hay un concepto en inglés que se conoce como ‘overtourism’ o turismo masivo. Ese fenómeno está saturando destinos, entonces es importante tener clara cuál es la capacidad de carga del destino para no sobrepasarla. Lo que sí es un poco más difícil y peligroso es la gentrificación que, aunque se le achaca al turismo, no es un problema de turismo, sino de inmigración. Yo creo que esto también se puede combatir con planificación y teniendo muy claro a dónde, cómo y cuántos turistas quiero. Hay que saber controlarlo porque una vez el sector empiece a tener estos efectos negativos, la consecuencia es una comunidad hostil con la visita turística. Nadie le va a sonreír al turista porque nadie lo quiere, porque el turista me desplazó y porque no me deja disfrutar de mi propia ciudad, entonces hay que planificar adecuadamente y no sobrepasar los límites.