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Reseña
Puerto Rico: 48 horas para vivir y disfrutar esta isla del Caribe
La propuesta es una jornada de playa en Escambrón, un recorrido por la provincia de Loíza, un tour bajo el sol de San Juan y buenos sueños en el hotel Aloft, en el Distrito T-Mobile, centro de entretenimiento de la isla.
Estas son las fuentes y esculturas que pueden encontrar los viajeros en el Viejo San Juan. Foto: Adriana Garzón
Un par de días en Puerto Rico (48 horas), no son mucho tiempo para descubrir todo lo que la isla ofrece, pero se pueden aprovechar muy bien para tener una experiencia jugosa y salir de allí con el corazón contento.
Llegar a la isla es muy fácil y rápido. Desde Colombia, Avianca ofrece vuelos que van directo a este destino (tres horas, desde un millón de pesos), y otras aerolíneas lo hacen con conexión; por ejemplo, Copa, por Panamá, y American Airlines, por Miami.
Con muchas tradiciones por descubrir, una historia muy interesante, una gastronomía variada y mucha música, la isla ofrece planes que pasan por la ciudad capital, la naturaleza de sus bosques y montañas, sus playas que invitan al descanso o al deporte, manglares, arrecifes de coral, y ríos y cascadas.
En Loíza, la playa es sinónimo de familia
Una vez en la isla, se debe aprovechar bien el tiempo para disfrutar de sus muchas facetas.
La primera propuesta es visitar Loíza, un municipio de la costa noreste. De la mano del guía Francisco Battistini descubrimos la riqueza de esta zona conocida como la Capital de la Tradición por su música bomba, los platos tradicionales, el arte popular y su original cultura con acento africano.
Raul Ayala, artesano que elabora las coloridas máscaras tradicionales de Loíza. Foto:Adriana Garzón
Bordeando el Atlántico, nos va mostrando el mar color turquesa y asegura “es una piscina natural, pero no importa si no sabe nadar, con un sombrero jíbaro podrá disfrutar de estas playas en donde además encontrará las delicias de la comida puertorriqueña”, dice Battistini. Muy recomendada Playa Vacia Talega, de arenas suaves y mar tranquilo. En otro costado está el manglar, parte muy importante de este ecosistema.
“Acá no tenemos grandes animales, entonces el mar fue el proveedor de la proteína para la cultura taína”, dice nuestro guía. Es además una zona en donde se han encontrado importantes vestigios de la cultura taína (un pueblo que descendía de arawak de América del Sur que se asentaron en las islas del Caribe hace más de 2.000 años).
Hoy, la mayoría de la población loiceña es descendiente de los negros africanos que fueron traídos a América en condición de esclavos. Por eso sus costumbres y tradiciones conservan la esencia de esa raza.
El recorrido sigue por veredas llenas de arte e historia. Visitamos a Raúl Ayala, artesano que ha continuado con la tradición familiar de elaborar enormes y coloridas máscaras, una herencia africana, las cuales pinta de tonos vivos y hace con cortezas de coco. Luego una parada en la galería de arte de Samuel Lind Hernández, uno de los artistas más importantes de Puerto Rico, quien con su trabajo honra sus raíces afro. Escultura, dibujos, grabados invaden su taller familiar, el mismo que en cada rincón relata historias de vida y tradición.
Sheila Osorio, la folclorista que comparte el tradicional baile bomba. Foto:Adriana Garzón
El guía muy conocedor de la zona nos lleva al Taller Nzamby y al ritmo de la folclorista Sheila Osorio aprendemos unos pasos de la tradicional bomba que ellos bailan con tanto entusiasmo y fundamento. Caderas, piernas y hombros se mueven con cadencia, al son de las tamboras. Sheila nos habla de su trabajo y compromiso y asegura: “Hemos invertido recursos y tiempo para inmortalizar y transmitir el conocimiento de este legado ancestral. Queremos que todos los visitantes lo conozcan y lo disfruten”.
La segunda jornada, en el Viejo San Juan
El segundo día es para conocer la capital. Un abrebocas que nos deja con el deseo de volver. El transporte del hotel nos deja en la plaza Colón, y allí comenzamos nuestro recorrido bajo un fuerte sol. Así que será justo hacer muchas paradas e ir a paso suave… Nuestra guía nos da una breve inducción de la historia y geografía: “es la segunda ciudad más antigua de América y la más antigua de los Estados Unidos. Durante siglos, la ciudad del Viejo San Juan fue una importante base militar rodeada de fortificaciones y murallas”. Y nos explica cómo se fue dando su desarrollo, las distintas conquistas y los aportes culturales de cada una.
Arrancamos a recorrer sus callejuelas y sus casonas pintadas de colores vivos que le dan magia al muy bien conservado casco antiguo. La plaza Barandilla, la Plaza de Armas, el Ayuntamiento y la fuente de las Cuatro Estaciones, el Antiguo Palacio de la Intendencia, la Capilla del Santo Cristo de la Salud, la fortaleza de San Juan y el Palacio de Santa Catalina hacen parte de los lugares que no deben faltar en este recorrido por el Viejo San Juan, Patrimonio de la Humanidad.
Un descanso en la catedral de San Juan, nos da sombra y buen respiro para continuar. Y a la sombra, una pausa para irar el Castillo San Felipe del Morro.
Los compañeros de viaje piden que dediquemos unos pasos para conocer La Perla, el barrio que se hizo famoso por la canción Despacito, un lugar que habla de luchas sociales, y de líderes sociales que impulsan sus parques, escuelas y miradores, y que abren sus calles a los visitantes que los quieran conocer con respeto y entiendan que este es su hogar y no un atractivo turístico.
Las calles coloridas de la ciudad antigua. Foto:Adriana Garzón
El mediodía es el momento ideal para Chocobar Cortés. Un restaurante muy tradicional, en donde se conoce la historia de Chocolate Cortés, empresa caribeña de propiedad familiar de cuarta generación que cultiva cacao y fabrica chocolates en múltiples presentaciones. Es un espacio gastronómico innovador donde este producto se incorpora a casi todos los platos y bebidas.
En la tarde, unos minutos para ir de compras, para una refrescante cerveza y para ver el atardecer.
A la hora de dormir y descansar, Aloft San Juan
Nos alojamos en el hotel Aloft San Juan, en el Distrito T-Mobile, el centro de entretenimiento de la isla. Es una zona muy moderna y central, ideal para los viajeros que van en plan de negocios pues está frente al centro de convenciones. El hotel es muy práctico y cómodo, con habitaciones amplias y decoración minimalista, con una piscina ubicada en la terraza que ofrece hermosas vistas sobre San Juan, y un espacio en el lobby que en la mañana ofrece desayunos y en la noche se transforma en un divertido bar.
Hotel Aloft San Juan, en el Distrito T-Mobile. Foto:Adriana Garzón
Por estar en el distrito del entretenimiento cuenta con muchos restaurantes para todos los gustos y bolsillos, se destacan Barrullo Taberna Española, un recorrido por los sabores ibéricos, con buenos vinos y cervezas; y Sazón, un restaurante que ofrece los auténticos sabores de Puerto Rico (no se pierda el pargo rojo, las costillas de cerdo y el mofongo).
En la zona también se encuentran propuestas de diversión para pequeños y grandes.
Aloft San Juan cuenta con transporte permanente para ir a las playas de Escambrón y al Viejo San Juan, también un variado menú de desayunos (no incluidos) y a partir de las 4 p. m. ofrece pizzas, pasabocas divertidos y cocteles, cervezas y vinos.
¡Vamos a la playa!
No olvide destinar unas horas para visitar una de las hermosas playas boricuas. ¡Qué placer disfrutar del sol caribe y de ese mar de arenas suaves! La elegida es la playa Escambrón, una de las más visitadas y recomendadas por sus arenas doradas y las palmeras que brindan sombra. Está rodeada por arrecifes de coral y otros rompeolas naturales como el arrecife del Peñón de San Jorge, lo que la hace popular entre los bañistas y las familias, e ideal para hacer esnórquel y explorar parte de la vida marina de Puerto Rico. El Escambrón cuenta con un parque recreacional, el Parque Tercer Milenio, y las ruinas de una batería de artillería conocida como la Batería del Escambrón. Está a solo cinco minutos de restaurantes y puestos de comida.
Playa Escambrón. Foto:Adriana Garzón
Hora de empacar maletas y de regreso al aeropuerto, una mirada para confirmar que 48 horas son pocas para conocer esta isla. Quedamos en deuda con Puerto Rico. ¡Volveremos!