En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Noticia
La Guajira a través de sus raíces: una inmersión en la cultura, el turismo y la identidad wayuu
Este es un viaje por comunidades locales que ofrecen servicios turísticos en esta región del país.
Ranchería Kaii-Kashi durante el baile Yonna. Foto: Camilo Peña
“‘No me convence tu historieta’, dijo, cuando la enamoré con el plan A y no quiso aceptarme. Y de una le apliqué otra vez, su buzón llené con mil mensajes, le mandé flores, la serenateé... ¡Qué ‘sipote’ mujer, está de ataque!”. Suena Jorge Oñate y su canción Plan B. Es tarariada por Mauricia Quintero, mujer wayuu, mientras de manera estrepitosa avanzamos en un carro de marca Hyundai por las largas e infinitas carreteras de La Guajira.
Aún se notan los rezagos de una ola invernal que azotó a este departamento durante los últimos meses del 2024. Pero el sol, inclemente en esta zona del país, cumple con su papel de evaporar las inundaciones. Mientras tanto, el carro, de calor azul, que viene desde la Serranía del Perijá y de las estribaciones de la Sierra Nevada, se adentra en las playas de Mayapo.
Quintero, ahora, tararea canciones de Diomedes Diaz, mientras recuerda por qué decidió salir de su comunidad. “Quería estudiar psicología y lo logré”, reflexiona mientras dirige su mirada al refugio Maliiwala. Explica, además, que el Hotel Waya, donde trabaja como jefe de recursos humanos, apoya con visibilidad y capacitaciones a emprendimientos turísticos en La Guajira.
Las playas de Mayapo suelen estar atiborradas de turistas, pero estamos en las últimas semanas de noviembre, así que es temporada baja. Desde una caseta, Tim, un guajiro que asegura no ser palabrero, saluda. Sin embargo, su forma de hablar y de atrapar la atención dice lo contrario.
Tim se presenta: “Mucho gusto, soy el dueño de este refugio”. Se trata de un pasadía donde los turistas llegan para refrescarse en la playa, almorzar y disfrutar de bebidas frías. “Estoy trabajando, aunque no es fácil, para construir un par de cabañas y ofrecer alojamiento”, detalla Tim mientras cuelga un par de chinchorros en la sombra.
Vistas de las playas Mayapo desde el refugio Maliiwala. Foto:Camilo Peña
La brisa y el sonido de las olas son ahora protagonistas. Tim se sienta y habla sobre la cultura wayuu. Se refiere, por ejemplo, a la importancia de los palabreros. “Yo no me considero palabrero, pero sí sé de la importancia de ese rol. Son aquellas personas que pueden resolver conflictos entre comunidades y yo he solucionado varios de esos problemas acá”, detalla.
“La vida en La Guajira es complicada por la falta de recursos y el turismo es una oportunidad importante. Gracias al Hotel Waya hemos podido crecer y aprender sobre servicio al cliente”, agrega Tim, quien tiene 60 años, aproximadamente.
Es la hora del almuerzo y Tim nos sugiere el pescado cojinuda frito. El plato llega acompañado de patacones, arroz de coco, y ensalada de cebolla y tomate. Se trata de una receta típica en esta zona de La Guajira.
Pescado cojinuda frito acompañado de patacones, arroz de coco, y ensalada de cebolla y tomate. Foto:Camilo Peña
La radio se enciende y el vallenato sigue siendo protagonista. Nos regresamos en dirección hacia la Serranía del Perijá y de las estribaciones de la Sierra Nevada, por la carretera que lleva hacia el Cabo de la Vela. El día se terminó y es momento de descansar.
Amanece y ahora recorremos una de las carreteras habilitadas por la mina de carbón del Cerrejón para el tránsito de la comunidad. Estamos cerca del municipio de Albania y nuestro destino es la ranchería Kaii-Kashi. Suena la kasha, un tambor utilizado en ocasiones especiales. Desde una pequeña colina descienden rápidamente dos jóvenes wayuu: ella luce la tradicional manta roja y él, una camisa del mismo color. Al ritmo del tambor, bailan la Yonna, una danza en la que un hombre se mueve de espaldas mientras las mujeres avanzan hacia él con el propósito de hacerlo caer.
“Este baile se realiza para engalanar a nuestras mujeres. Cuando ellas son aisladas durante su primer periodo menstrual y luego de un tiempo de encierro, salen y se presentan ante la sociedad wayuu. Representan la fuerza y la determinación, mientras que nosotros, los hombres, retrocedemos porque seguimos el viento y la guía de las mujeres”, explica Orlando Pushaina, uno de los líderes juveniles de Kaii-Kashi.
El baile se termina y la kasha deja de sonar. Los turistas ahora son bienvenidos a la ranchería. Al igual que el refugio Maliiwala, Kaii-Kashi recibió apoyo del hotel Waya en capacitaciones y visibilización turística. Es así como en la ranchería se ofrece una ruta turística a través de diferentes estaciones para conocer la cultura wayuu.
"Continuamos ahora con el maquillaje wayuu, conocido como acheepa. Para nosotros, es una expresión artística y una petición a la madre tierra que se refleja en el rostro. Por esta razón, lo llevan tanto mujeres como hombres", explica Pushaina.
Los hombres wayuu se pintan, por lo general, el nombre del clan al que pertenecen porque así se identifican en otras comunidades. Y las mujeres, entre tanto, suelen plasmarse pedidos, como, por ejemplo, un llamado al agua, “porque ellas son las más llenas de sabiduría”.
Con la insignia de Kaii-Kashi en el rostro y descendiendo de la colina de donde los jóvenes nos dieron la bienvenida, se observa un gran pozo de agua. “En este lugar reservamos el agua lluvia y la utilizamos para las huertas, los animales y para las tareas diarias del hogar, pero también es importante en una comunidad porque es donde hacemos nuestros rituales y ceremonias”, detalla el joven líder.
Orlando tiene en su mano un calabazo (también conocido como totumo), un recipiente artesanal en donde los wayuu almacenan el yotchii, bebida alcohólica utilizada en los rituales tradicionales de esta comunidad indígena. Él nos invita a pensar en situaciones negativas y mientras recordamos, bebemos un chorro de yotchii. Lo mantenemos en la boca y justo en la mitad del pozo lo escupimos. “Así alejan lo malo y le dan bienvenida a la energía positiva”, reflexiona Pushaina. La visita termina con un desayuno típico wayuu: chicha fría, arepas de maíz y chivo asado.
Desayuno típico wayuu: chicha fría, arepas de maíz y chivo asado. Foto:Camilo Peña
La sombra del árbol
“Estamos en tierra de Lucho Díaz”, dice el conductor, en esta ocasión, de una camioneta blanca, recordando que estamos en Barrancas. Justo al lado de la carretera, en un plaza habilitada por El Cerrejón, un gigante camión minero se exhibe como una pieza de museo. Atravesamos varios municipios como Distracción y Buenavista, en dirección a San Juan del Cesar, al sur de La Guajira.
La vegetación es más espesa y bordeamos la Serranía del Perijá. En el ambiente se escuchan las aguas del río Cesar, mientras recorremos una carretera angosta y empedrada, en búsqueda de la finca ‘Donde Mabel’. Estamos en el pico más alto del sendero y al lado derecho de la carretera un joven Wiwa esperaba por nosotros sentado en una roca gigante mientras escuchaba música desde un radio.
Mabel Vega dando a conocer su huerta. Foto:Camilo Peña Castañeda
De una casa amarilla nos saluda efusivamente Mabel Vega: “Bienvenidos, esta es su casa”. Con un vestido largo y amarillo, que combina perfectamente con el color de su casa, Mabel, docente de profesión y hoy retirada, nos recibe en uno de sus grandes tesoros. Se trata de un higuerón, un gigante árbol y del que cuelgan algunos chinchorros por la potente sombra que produce.
Vista del río Cesar Foto:Camilo Peña Castañeda
“Estamos en la vereda El Placer, a 20 minutos de San Juan del Cesar. Esta es una propiedad que mis papás me dejaron y que yo he cuidado con todo el amor del mundo”, cuenta la docente, de 73 años, mientras nos enseña su segundo tesoro: un jardín inmenso repleto de diferentes tipos de plantas y frutos. Tiene sembrado cebollín, frijol, plátano, cilantro cimarrón, ají trompito, entre otros. “Debo tener más de 100 especies sembradas, no sé exactamente cuántas”, recalca.
Se trata de una finca autosostenible que Vega ha construido a lo largo de los años. Todo lo que se consume en este lugar se cultiva allí mismo. La profesora cuenta, en un recorrido de una hora, la importancia de sus cultivos y cómo estos son beneficiosos para la salud.
La profesora nos invita nuevamente al higuerón y nos tiene una sorpresa: “Tenemos el sancocho de gallina criolla, con queso, aguacate, malanga, guineo chombo y yuca. Nos lo vamos a tomar en totumas, platos ancestrales donde nuestros padres nos enseñaron a tomar nuestros alimentos”, explica Mabel.
Está haciendo calor y Mabel nos sugiere, antes de emprender el viaje de regreso, darnos un baño en el río Cesar, porque justo al lado de su casa se ubica un tramo de este afluente.
¿Dónde hospedarse?
El Hotel Waya conecta a sus huéspedes con estas y otras experiencias de turismo comunitario. “El hotel permite una verdadera conexión con la cultura, la cosmovisión de nuestros antepasados y la historia de este territorio sagrado, sin dejar de lado su hipnótico paisaje, que deslumbra los ojos de cada visitante”, dice Ángel Correa, gerente general de Waya Guajira Hotel.
Hotel Waya queda justo al frente de la Mina el Cerrejón, muy cerca del municipio de Albania. “Nosotros tenemos una alianza comercial con la mina. El hotel tiene 140 habitaciones y tenemos una alianza con ellos del 50 por ciento de ocupaciones para supervisores, para contratistas. Tenemos una ocupación promedio por ahí de un 78 por ciento con los turistas”, detalla Correa.
Vista interior del Hotel Waya. Foto:Camilo Peña Castañeda
Ángel lleva 11 años trabajando en el hotel y dice que su objetivo ha sido darle una identidad, por lo que el lugar está impregnado de la autenticidad que caracteriza la esencia de la cultura indígena wayúu. Su intención no solo ha sido capacitar a los pequeños emprendimientos turísticos alrededor de La Guajira, sino también incentivar a las comunidades wayúu para que trabajen en el hotel.
Esta es una de las habitaciones del Hotel Waya Foto:Camilo Peña
Así, Katia Pushaina, líder wayúu, trabaja desde hace varios años en el hotel. Entre sus ocupaciones está enseñar a los huéspedes sobre su cultura desde diferentes perspectivas, como, por ejemplo, la importancia de tejer.
“Cada tejido, cada elaboración, para qué la utilizamos… esa es mi misión: enseñarles un poco y sensibilizar a las personas sobre el valor de cada pieza artesanal, el sentir, el vivir, las historias de nuestras mujeres al entrelazar los hilos”, cuenta Pushaina en un taller sobre tejido.
En la búsqueda de esa identidad, el hotel ha fortalecido sus servicios turísticos. Vivir una inmersión gastronómica con los ingredientes, preparaciones y sabores ancestrales de La Guajira es una experiencia que solo se puede disfrutar estando allí. Tal vez por ello, el Waya Guajira Hotel se tomó muy en serio la tarea de investigar a fondo las raíces culinarias de esta tierra para ofrecer una propuesta única: el aclamado Restaurante Isashii.
A esto se suman los servicios de SPA, jacuzzy, piscina, y coctelería de autor. También cuenta con gimnasio y la posibilidad de realizar caminatas ecoturistas.