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Buñol, en España, se viste de rojo en su tradicional Tomatina más esperada
Esta celebración revivió esta después de más de mil días de suspensión por la pandemia.
Muchos llevaban gafas de sol, de natación o de buceo para evitar salpicaduras en los ojos Foto: EFE/ Ana Escobar
El color rojo de 130.000 kilos de tomates bien maduros se extendió ayer de nuevo por las calles más céntricas del pueblo español de Buñol en su Tomatina más esperada, después de más de mil días sin esta celebración, conocida internacionalmente, tras las restricciones de la pandemia.
La fiesta, cuyas imágenes recorren el mundo, comenzó a mediodía con el lento desfile de seis camiones cargados con miles de tomates maduros y jugosos, no aptos para el consumo pero ideales para usarlos como munición en una batalla campal que se esperaba con impaciencia, después de dos años sin celebrarse.
De hecho, desde más de una hora antes, los miles de asistentes a la fiesta ocupaban las calles del recorrido, ataviados principalmente con camisetas blancas y en su mayoría con gafas de buceo para resistir mejor al ácido de los tomates, bailando para hacer más amena la espera y mientras, desde balcones y terrazas, los regaban con agua para combatir el calor.
Como marca la tradición, la localidad, situada a 40 kilómetros de la capital valenciana, se transformó ayer 31 de agosto –que en esta ocasión coincidió también con el último día del mes– en la capital mundial del tomate, aunque esta edición del regreso fue la menos internacional en años, ya que hay países que aún tienen restricciones para viajar.
Unas 15.000 personas participaron en esta batalla. Foto:EFE / Ana Escobar
Muchos de los asistentes a la fiesta proceden de distintos países, dada la repercusión internacional de esta ‘batalla’ de tomates, que desde hace dos décadas está reconocida como Fiesta de Interés Turístico Internacional.
“Puede que sea la Tomatina más buñolera y con menos extranjeros”, dice la alcaldesa de Buñol, Juncal Carrascosa, y señala que este año han contado con unos 8.000 extranjeros, principalmente de Europa, frente a los tradicionales turistas asiáticos, y con 7.000 vecinos de la localidad.
130.000 kilos de tomates transformaron las calles en ríos de color rojo en la edición número 75 de la Tomatina. Foto:EFE / Ana Escobar
De hecho, este año se ha visto menos aglomeración en las calles que sirven de escenario para la Tomatina, que ha celebrado su 75.º aniversario, y que llevaba el lema de ‘No te lo puedes perder’. Durante una hora, los tomates ‘volaron’ entre los participantes en esta ‘guerra’ que empezó casi por casualidad en 1945 de la mano de unos jóvenes aburridos y que supone unos ingresos económicos de unos dos millones de euros en la provincia de Valencia por el turismo que atrae.
Quienes participaron ayer por primera vez en la Tomatina llegaron a Buñol con la expectativa de participar en una fiesta única en el mundo y sobre todo con la lección bien aprendida: hay que apretar un poco el tomate antes de lanzarlo para no causar daño a nadie.
Después de una hora se puso fin a la Tomatina, cuando las camisetas blancas ya eran rosas y el suelo se había convertido en una alfombra pegajosa de sopa de tomate, pero en especial después de haber soltado mucha adrenalina en esta batalla festiva donde una hortaliza es la protagonista. Con las calles de Buñol oliendo a tomate, comenzaron después las labores de limpieza, facilitadas por las grandes lonas de plástico colocadas previamente en muchas de las casas para protegerse de los impactos de la munición roja, y ya pensando en la edición del año que viene, en la que se espera que pueda regresar el turismo asiático.