A sus 25 años, Laura Paola Pérez Sánchez ya tiene decidido que no va a tener hijos por muchas razones, pero la principal es por el calentamiento global. Por un lado, cree que el planeta no les va a dar bienestar a las próximas generaciones, pues ya falta agua, los océanos están llenos de plástico, los climas son muy fuertes y, cada vez más, la situación ambiental de la Tierra se complica. Por eso dice: “Nadie me garantiza que esta nueva generación va a tener beneficios en esta Tierra en que va a vivir”.
Tampoco quiere tener hijos para evitar que más seres humanos vengan a contaminar el planeta y generar polución. Sostiene que por más que le dé “una educación muy verde a su hijo”, ese nuevo ser va a contaminar como lo hacemos todos. “Yo puedo montar en bicicleta y no comer carne para contribuir a reducir la capa de CO2, pero aun así contamino”, explica.
Paola no ha estudiado biología ni ninguna carrera relacionada con el medioambiente como para pensar que su decisión pueda ser producto de esto. Su posición obedece más a una mayor consciencia sobre lo que le está pasando al medioambiente en una generación que ha crecido preocupada al respecto.
Paola es psicóloga y estudia su maestría en psicología clínica y de la salud. Cuenta que a los 17 años empezó a viajar y en sus paseos descubrió todo lo bueno y malo que el ser humano puede causar en la Tierra, y entendió que es muy importante protegerla. “Yo soy un poco ecologista y amo esta Tierra”, dice.
De allí su convicción de no traer más niños al mundo. Y está tan segura de su decisión que incluso ha solicitado una cirugía definitiva para no ser madre, pero en su EPS le han respondido que no se la pueden practicar tan joven, que debe esperar hasta los 28 para estudiar su caso. Ella es enfática: “No quiero tener hijos. Es la consciencia que tengo en este momento con la Tierra y la que tendría con ese ser humano que vendría en una nueva generación”.
No está sola
Cuando Paola les explica sus argumentos a otros y menciona el calentamiento global, muchos le responden que esos cambios no van a pasar hasta dentro de mil años, y que una golondrina no hace verano.
Lo que tal vez no saben estas personas es que Paola no es una golondrina solitaria. Muchos jóvenes en el país y en el mundo no quieren tener hijos propios para cuidar la salud del planeta, y algunos de los que quieren ser padres explican que la alternativa es la adopción. Por ejemplo, el diario The New York Times publicó un artículo según el cual así piensan muchos jóvenes en Estados Unidos.
Paola cuenta que ella forma parte de varios grupos de mochileros de Colombia y que va a bastantes campamentos, y dentro de estos son muchas las personas que piensan como ella y han tomado la misma decisión con los mismos argumentos.
Sofía Rojas Contreras es bióloga egresada de la Universidad de los Andes, actualmente cursa su maestría en la misma universidad y explica que es muy común encontrar en su medio jóvenes, hombres y mujeres, que no quieren dejar en el planeta más huellas de CO2 por tener un hijo, personas que han estudiado esta materia y conocen los estudios serios al respecto.
Como bióloga, Rojas explica que cada persona, dependiendo de sus hábitos, produce determinada cantidad de carbono en relación con el oxígeno que está consumiendo, y entre más carbono produce, más daño le hace al medioambiente. Así, cada ser humano produce una huella de carbono según sus hábitos alimentarios, el medio en cual se moviliza, los aparatos electrónicos que usa, la cantidad de veces que viaja en avión, entre otras acciones. El carbono aumenta la temperatura ambiental, que a su vez calienta la atmósfera alrededor de la Tierra, y eso es el calentamiento climático, explica la bióloga.
Existen estrategias para reducir el dióxido de carbono que una persona produce, como por ejemplo gastar menos agua, movilizarse en bicicleta o apagar las luces, pero de todas ellas la que reduce más la huella de carbono es no tener hijos, dicen los estudios que conocen los ambientalistas, y más si se tienen en cuenta los hijos de estos hijos y toda su descendencia.
Uno de estos estudios es el publicado a mediados del año pasado por la revista Environmental Research Letter. Según dice este, cuatro acciones que podrían disminuir la huella de carbono de un individuo son seguir una dieta vegetariana, reducir los viajes en avión, no usar carro y tener familias pequeñas.
El aporte de no tener más hijos sobrepasa con creces los demás en su contribución a la causa: mientras dejar la carne y comer verduras evitaría la emisión de 0,8 toneladas de gases de efecto invernadero (CO2) por persona y año, no tener un hijo ahorra en promedio 58,8 toneladas de emisiones de CO2.
De hecho, son muchos los muchachos de las nuevas generaciones que se están pasando a dietas vegetarianas, que se desplazan en bicicleta y no en autos, que quieren reciclar la basura, que vigilan el uso de los electrodomésticos. Y ahora, a estos cambios se está sumando la decisión de no tener hijos.
Muchos ambientalistas sostienen además que es demasiada la población del planeta y que la Tierra ya no cuenta con los recursos necesarios para todos.
Paola explica que muchas veces, su posición genera rechazo, ya que en Colombia no es bien visto que una mujer no quiera tener hijos; sin embargo, acepta que en su generación esta posición es cada vez más frecuente y sabe que el calentamiento global puede ser un factor determinante para muchos jóvenes en el mundo, y que los colombianos no son la excepción.
CATALINA GALLO ROJAS
Especial para EL TIEMPO