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Sermón de las Siete Palabras: Iglesia llama a detener la violencia
Los obispos comparten sus meditaciones en torno a las últimas palabras de Jesús en la cruz.
Uno de los momentos más significativos dentro de los ritos de la Semana Santa es la lectura del Sermón de las Siete Palabras, con las que se conmemora la muerte de Jesucristo en la cruz, el Viernes Santo.
Cada año las iglesias de todo el mundo hacen una reflexión en torno a los acontecimientos actuales, con base en las últimas palabras pronunciadas por Cristo antes de morir.
De acuerdo con monseñor Héctor Fabio Henao, director de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz, de la Conferencia Episcopal de Colombia, este sermón nos brinda un recorrido por las expresiones de Jesús en la cruz, que es su trono de gloria y en el cual él derrota a la muerte y abre el paso hacia la resurrección.
“Esa reflexión –señala monseñor– nos lleva a entender de qué manera podemos superar las situaciones de muerte, violencia y odio que hay en el mundo. Esta comienza con una palabra muy fuerte, que es la del perdón: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. Se nos abre un camino sanador, que es el camino del perdón. Son palabras de sanación, que nos ponen a nosotros delante de las urgencias de optar por aquellos que sufren, por las víctimas, por los más necesitados, pero también son palabras que nos dicen que hay un plan que hay que llevar a plenitud, a cabalidad. Es el plan de Dios, y la sociedad tiene que caminar hacia allá. Son palabras que sanan, recuperan y trazan un horizonte, que es el de la vida”.
Sobre los temas en torno a los cuales la Conferencia Episcopal invita a reflexionar este Viernes Santo, monseñor destaca la urgencia de ponernos ante el desafío de actuar de manera responsable con respecto al bien del país, “pensar en cómo requiere del esfuerzo y la competencia de todos y de todas, para que como pueblo podamos responder al plan de Dios para nuestra nación; es un plan en el cual el camino es el desarrollo humano pleno de todos los integrantes de la sociedad. Que esta sea una semana de opción a fondo, radical, plena por la vida en abundancia y por la vida plena”, dice.
Los obispos de San José del Guaviare, Nelson Jaír Cardona Ramírez; de Buenaventura, Rubén Darío Jaramillo Montoya; de Cúcuta, José Libardo Garcés Monsalve; de Ocaña, Luis Gabriel Ramírez; los vicarios apostólicos de Guapi, Carlos Alberto Correa Martínez, y de Tierradentro, Óscar Augusto Múnera Ochoa, y el obispo emérito de Florencia, Fabián Marulanda López, comparten, en representación de la Iglesia católica de Colombia, sus meditaciones y reflexiones en torno al Sermón de las Siete Palabras, durante la presente Semana Santa.
1. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Apartes de la meditación de monseñor Nelson Jaír Cardona, obispo de San José de Guaviare:
“Estas palabras sellan el sublime magisterio de un hombre que había enarbolado las banderas del amor y del perdón, como la única posibilidad para lograr el cambio del ser humano y de las estructuras sociales. Nuestro territorio desde hace décadas viene bañado por la sangre de muchos inocentes y por la explotación de muchos vulnerables. Ellos son víctimas de los múltiples conflictos que se reconfiguran constantemente. Y por si fuera poco, también la Tierra y sus recursos han sido involucrados en los conflictos y se han constituido también en víctimas inocentes. El grito doloroso del justo en la cruz recoge el de los inocentes de toda la historia y une así también el grito de la Tierra. Hoy el inocente inmolado invita con la suavidad de su ejemplo a los sobrevivientes de la guerra y la injusticia a considerar el perdón como acontecimiento fundante de la reconciliación; el odio y la venganza perpetúan los conflictos”.
2. “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Apartes de la meditación de monseñor Rubén Darío Jaramillo, obispo de Buenaventura:
“La segunda palabra de Jesús en la cruz es una respuesta de un hombre que está crucificado a otro que está a su lado y que pasa por el mismo suplicio; a él lo llamamos el buen ladrón. Jesús responde a este hombre que le dice: ‘Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino’. Este hombre representa la maldad en el mundo. ¿Cuántas personas que han incurrido en situaciones terribles con sus hermanos piensan que ya no tienen salvación? Para Jesús nadie está perdido. Todos tenemos posibilidades de restaurar nuestra existencia en Jesús. Basta que reconozcamos nuestras faltas y nos acojamos a su amor, a su infinita misericordia, para participar así como él en el sacrificio de la cruz, también un día en su reino, el reino de la paz y del amor. Invitamos a las personas que van por el mal camino a que se renueven en Cristo, que todos nos reconciliemos como colombianos, en nuestros pueblos de este Pacífico colombiano”.
3. “Mujer, he ahí a tu hijo. He ahí a tu madre”.
Apartes de la meditación de monseñor Carlos Alberto Correa, vicario apostólico de Guapi:
“Ante su muerte por la salvación del mundo, Jesús ve con esperanza la figura de María, y al mismo tiempo con preocupación. Quedará desamparada. Es el drama de muchas familias en las regiones colombianas, especialmente en este Pacífico donde muchas madres e hijos reunidos a la hora de la muerte se encuentran allí en desesperanza. María es la madre que nos habla de estas madres, que viven el dolor de ver a sus hijos reclutados, desplazados, torturados, asesinados. ¿Quién podrá consolar a la virgen madre y a todas las madres colombianas? Jesús, desde la cruz, ve el sí de esta madre, el sí de María, la más favorecida entre todas las mujeres, porque ha sido elegida para ser madre de Dios. Su misión no se agota en el calvario, como la de ninguna madre. Su hijo le confía el cuidado de la humanidad. El discípulo la acoge en su casa; nosotros también, en esta hora del dolor de la muerte y la pasión de Jesús acogemos a esta madre”.
4. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Imagen de Jesús de La Merced durante la procesión de La Reseña este martes santo, en Ciudad de Guatemala Foto:EFE
Apartes de la meditación de monseñor José Libardo Garcés Monsalve, obispo de Cúcuta:
“Estas palabras cargadas de soledad, pronunciadas en medio de la oscuridad del Gólgota, a la vez han servido de consuelo a los seres humanos que en su existencia han llegado a vivir intensamente la tristeza del desamparo, del abandono y la soledad. Cuando el hombre descubre que está solo, que no tiene a nadie, se angustia y llega al desamparo supremo. Jesús tiene conciencia de estar abandonado por su padre, ¿pero realmente lo está? En ningún momento, porque Dios padre no abandonó a Jesús. Esta es la palabra de quienes afirman: ‘Dios mío, ¿dónde estás?’. En la vida de muchos está callado, pero ahí está, porque no abandona a nadie. Permanece fiel, él es nuestra esperanza. En labios de Jesús esas palabras no son un reproche sino la voz con que el hijo llama al padre, en quien tiene filial confianza. Cristo en la cruz expía los pecados de la humanidad; sufrió este abandono para revelar lo terrible que es la vida sin Dios”.
5. "Tengo sed".
Apartes de la meditación de monseñor Luis Gabriel Ramírez, obispo de Ocaña:
“La gran efusión de sangre le causa a Cristo una sed mortal. Pero mayor era la sed que tenía de padecer por nosotros y esa gran sed era mostrarnos su infinito amor. El dolor que acepta la ayuda de los demás, ese rostro humano de Cristo, pobre hombre sediento. Como el salmo 42, podemos oír estas palabras del señor: ‘Como tierra reseca, tengo sed de ti’. Cristo necesita nuestra agua, aquel ‘dame de beber’ que dijo a la samaritana se ha convertido en la súplica de un pobre hombre sediento. Cristo necesita nuestra agua, como en el misterio del agua de Caná. A nosotros nos toca únicamente llenar de agua hasta arriba nuestras vasijas, para que Cristo nos convierta en vino nuevo, el vino que da vida. El agua viva, Cristo, tiene sed de cada uno de nosotros, sed de nuestra salvación, de que nos dejemos amar y perdonar por él, de que volvamos a la casa del padre, sed de que estemos también nosotros, como el buen ladrón, en el paraíso”.
6. "Todo está cumplido"
Apartes de la meditación de Óscar Augusto Múnera Ochoa, vicario apostólico de Tierradentro:
“Es un grito fuerte, un grito de triunfo en el Calvario. Todo está hecho, Dios no falla, Dios triunfa, no es derrotado. La cruz, instrumento de muerte, de tortura y asesinato, se ha convertido en instrumento de salvación. La cruz no tiene la última palabra, es un solo instrumento vencido por Cristo; vence a la muerte en la cruz, y allí dona su vida, nadie se la quita, la da por amor. Cristo resucita y ha venido a perdonar los pecados y a enseñarnos el camino a la eternidad. Todos tenemos que morir, y todos nacimos con un proyecto de vida que cumplir en esta tierra. Pidámosle a Dios que a la hora de nuestra muerte podamos hacer un balance positivo y expresar: ‘Todo lo he hecho. La tarea que me encomendó Dios la cumplí como hombre, mujer, padre, madre, joven, niño’. Que al partir a la eternidad podamos dar gracias porque pudimos cumplir. Todos tenemos que dar cuenta de nuestra existencia”.
7. “Padre: en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Apartes de la meditación de Fabián Marulanda López, obispo emérito de Florencia:
“Jesús quiso concluir su misión en la Tierra pronunciando la palabra que era la más querida de su corazón: padre. La muerte marca para cada uno de nosotros el fin de la existencia terrena. Está decretado que todo hombre tiene que morir, pero tanto la vida como la muerte están en manos de Dios. Nos entristece pensar en tantas personas que se sienten limitadas en sus vidas por la enfermedad, la pobreza, el sufrimiento y la soledad. En nuestro país y en el mundo se registran todos los días atentados contra la vida. La guerra, la violencia, las muertes violentas nos llevan a pensar que la sangre de tantos hermanos, derramada injustamente, clama a Dios desde la Tierra. La vida es sagrada desde el seno materno, nadie es dueño y señor de su propia vida, ni de la vida ajena. Pero la historia de la humanidad es un drama en el que se enfrentan el amor de Dios con la locura y la insensatez del hombre”.