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Sermón de las siete palabras: Obispos urgen a actuar por los pobres y migrantes

Reflexionan sobre la realidad del país y los sufrimientos de los ‘crucificados’ de este tiempo.

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Este Jueves Santo comienza el Triduo Pascual, es decir, los tres días en que los católicos celebran la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. En los orígenes del cristianismo, la Pascua era una única gran celebración que giraba en torno a la vigilia pascual —que actualmente tiene lugar en la noche del Sábado Santo—, recordando el paso de la muerte a la vida o, si se quiere, el triunfo de la vida sobre la muerte.
Por eso la Resurrección de Cristo es, desde los inicios, el misterio central de la fe de los cristianos, a tal punto que en la primera carta de san Pablo a los Corintios se lee: “si Cristo no resucitó, vana es nuestra proclamación y vana también la fe de ustedes”.
¿Por qué, entonces, en el pueblo creyente pareciera que tiene más importancia la celebración de la pasión del Señor el Viernes Santo? “En efecto, sigue siendo el Viernes Santo el momento más sentido en nuestra religiosidad popular, sobre todo en algunas regiones del país marcadas por las tradiciones y las devociones particulares de este día”, reconoce monseñor Luis Manuel Alí, secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia, y afirma que posiblemente se trata de una de las herencias del barroco español, que en su vertiente latinoamericana manifestó gran sensibilidad por los símbolos de la pasión del Señor, incluyendo los viacrucis, por ejemplo.
Artistas participan con dramatizados.

Artistas participan con dramatizados. Foto:Prensa Gobernación del Atlántico

Desde el punto de vista de la teología de la liberación, el jesuita Ignacio Ellacuría, uno de sus mayores exponentes, afirmaría en la magna obra Mysterium liberationis, al reflexionar sobre ‘el pueblo crucificado’, que “para comprender lo que es el pueblo de Dios importa mucho volver los ojos sobre la realidad que nos rodea (…). Esta realidad no es sino la existencia de una gran parte de la humanidad literal e históricamente crucificada por opresiones naturales y, sobre todo, por opresiones históricas y personales”. Ellacuría fue asesinado el 16 de noviembre de 1989, en San Salvador, junto con otros cinco jesuitas y dos mujeres que trabajaban en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas.
Su talante profético a favor de los empobrecidos y su denuncia permanente de los mecanismos de opresión de su tiempo —entre la dictadura y la guerra civil— los llevó a compartir la misma suerte que Jesús de Nazaret, crucificado hace 2.000 años. ¡Son considerados mártires!

Siete reflexiones ante la cruz

Además del viacrucis, el ‘sermón de las siete palabras’, inspirado en las siete últimas frases pronunciadas por Cristo en la cruz, hace parte de las tradiciones religiosas más significativas del Viernes Santo. En este sentido, a lo largo de los últimos años, la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) comparte cada año siete reflexiones ante la cruz y ante los sufrimientos de los ‘crucificados’ de este tiempo.
Estos son algunos de los mensajes de los obispos del país para meditar en la pasión del Señor**:

1. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”

La crucifixión de Viernes Santo en Yumbo.

La crucifixión de Viernes Santo en Yumbo. Foto:Juan Pablo Rueda

“La palabra perdón la hemos escuchado tantas veces, pero cuando soy yo el ofendido, muchas veces mi primera acción como creyente no es perdonar sino tomar la justicia en mis propias manos y pedir venganza. Esta situación aumenta cuando el que me ofendió es la persona que más quiero, que está más cerca de mi corazón”.
“Por eso, en la presencia de Jesús extiendo mis brazos al Señor y le pido que me dé la gracia del perdón para poderme reconciliar con mi hermano y con mi hermana que me ha ofendido (…). También le suplico que me dé la gracia de tomar conciencia de mi responsabilidad, y suplicarle que me perdone, sane mi corazón arrepentido y, de igual manera, me permita ser humilde y pedir perdón al hermano y a la hermana que he ofendido”.
(Mons. Luis Manuel Alí, obispo auxiliar de Bogotá y Secretario General de la CEC)

2. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”

“En la cruz se resume toda la historia de la salvación (…). La segunda palabra de Jesús en la cruz es una palabra de esperanza. En este momento de la historia, ante el relativismo moral en que vivimos, cuando a lo bueno se le llama malo, y a lo malo, bueno; cuando con facilidad renegamos contra Dios y le pedimos soluciones mágicas a nuestros problemas; cuando los valores humanos y cristianos se nos van diluyendo; como cristianos tenemos que dar testimonio de nuestra fe y razón de nuestra esperanza (…). Tengamos la seguridad de que quien hizo de la cruz un instrumento de redención, nos ayudará a cargar la nuestra”.
(Mons. Francisco Ceballos, obispo de Riohacha)

3. “He aquí a tu hijo, he aquí a tu madre”

"Como María y el discípulo amado, seamos capaces de acoger al que está desprotegido".

"Como María y el discípulo amado, seamos capaces de acoger al que está desprotegido". Foto:iStock

“Hoy también Cristo sigue sufriendo y muriendo en los crucificados de esta hora, en las madres que sufren por sus hijos, muchos de ellos víctimas del atropello a su dignidad provocado por el egoísmo de personas y sistemas políticos que, viendo amenazados sus intereses, producen terror y muerte”.
Es el caso de tantos migrantes y desplazados que viven el drama del desarraigo de sus hogares de origen, pues deben huir para salvar su vida, la de sus familias, y en la mayoría de los casos dejando atrás con dolor a sus padres. En sus rostros se refleja la mirada del crucificado que nos interpela a cada uno de nosotros, a la sociedad, al Estado, y nos dice: ‘he ahí a tu hermano’, que nos invita a asumir como proyecto una fraternidad universal, la amistad social propuesta por el Papa Francisco (…). También nosotros, como María y el discípulo amado, seamos capaces de acoger al que está desprotegido, y a ver en cada ser humano a un hermano, pues en él se refleja el rostro de Dios”.
(Mons. Joaquín Pinzón, vicario apostólico de Puerto Legúizamo – Solano)

4. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Migrantes venezolanos cruzan en botes desde La Victoria, en Venezuela, hasta Arauquita, en Colombia.

Migrantes venezolanos cruzan en botes desde La Victoria, en Venezuela, hasta Arauquita, en Colombia. Foto:EFE

“Jesús está recibiendo, en él, el dolor, el sufrimiento y el abandono de muchas personas en el mundo. Está expresando la situación de los desplazados, de las personas que han sido vulneradas en sus derechos, de los pobres. Jesús es la voz de los que no tienen voz. ‘¿Por qué me has abandonado?’. ‘¿Señor, por qué no te puedo ver en este momento?’. ‘Señor, dónde estás?’ (…). Pero el Señor está ahí, porque nunca abandona a sus hijos, siempre está a nuestro lado, caminando con su pueblo, caminando con nosotros en los momentos buenos y difíciles (…). Dios está especialmente en la cruz, en la prueba y en el momento difícil”.
(Mons. Rubén Darío Jaramillo, obispo de Buenaventura).

5. “Tengo sed”

“‘Tengo sed’ expresa la angustia, el desasosiego humano y el anhelo divino de la salvación para todos. Y esta 5.ª palabra de Jesús en la cruz fue, precisamente, la que impulsó a nuestra Santa misionera, la Madre Laura Montoya, a lanzarse a las selvas milenarias de nuestro país a llevar el nombre y la salvación de Jesús a nuestros hermanos indígenas (…), iniciando así una gesta evangelizadora sin igual, de entrega, de amor, de sed de almas”.
“También hoy, en el mundo entero hay mucha sed. El mundo tiene sed, Colombia tiene sed, y particularmente nuestro Chocó tiene sed: sed de amor, sed de justicia, sed de verdad, sed de redención humano-integral, sed de Dios. Todo ser humano humillado, desplazado, confinado. Todo ser humano al que irrespetamos continuamente con la mentira, con el abandono, con la corrupción, está prolongando la sed de Jesús en la cruz”.
(Mons. Mario de Jesús Álvarez, obispo de Istmina – Tadó).

6. “Todo está consumado”

Hubo escenas de dolor durante el desalojo.

Hubo escenas de dolor durante el desalojo. Foto:Juan Pablo Rueda EL TIEMPO

“Jesús ha cumplido dejándonos un legado y un camino: hacerlo todo movidos por el amor y la fidelidad al proyecto de Dios (…). Los colombianos soñamos una nación donde podamos vivir sin miedo. Este ideal es todavía una obra inconclusa. Mucho está por consumarse. Hace varios años los obispos de Colombia concluíamos que se deben atender decididamente las causas que han condenado a nuestro país a vivir sucesivamente en medio de las violencias. Entre ellas están la pobreza, la inequidad, la corrupción y las brechas en el a servicios como la educación y la salud. Consumar ese sueño colectivo debe involucrar y comprometer a todos, siempre a partir de la búsqueda del bien común, sin perjuicio de los derechos particulares (…). Es doloroso que un país consagrado al Sagrado Corazón de Jesús no haya asimilado los valores más profundos que él nos enseñó: servicio, amor, transparencia, cercanía a los más vulnerables, compromisos por aliviar los sufrimientos, cero tolerancia con la injusticia y la corrupción del corazón, apertura a escuchar y acoger a todos. Colombia no puede olvidar sus raíces cristianas. Estos valores son estructura de un estructura de un estilo de vida que nos puede llevar a consumar finalmente este proyecto de país”.
(Mons. Juan Carlos Cárdens, obispo de Pasto).

7. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

Personas de distintas instituciones colaboran en la entrega de los alimentos.

Personas de distintas instituciones colaboran en la entrega de los alimentos. Foto:Vanexa Romero / EL TIEMPO

"Contemplamos con Jesús, que tiene sus manos clavadas en la cruz, las manos del Padre celestial. Pero no se pueden mirar las manos del Padre si no nos miramos nuestras propias manos, esas manso con las cuales trabajamos, con las que saludamos, esas manos que nos entrelazan con hombres y mujeres de distintas razas y de distinta condición para que caminemos juntos como pueblo de Dios, como hijos de un mismo padre, como una sola familia humana”.
“Cómo quisiéramos que las manos de hombres y mujeres en Colombia y en el mundo no empuñaran armas nunca, que jamás fueran manos asesinas, manos manchadas de sangre, que no fueran manos para destruir sino para construir, que no fueran manos para quitar la vida, para segar la vida, sino para sanar, curar, para hacer medicina, hombres y mujeres capaces de darle vida al que está herido, al que está roto y tendido en el camino (…). Hoy el Señor Jesús nos está haciendo ver que nuestras manos están hechas para el bien”.
(Mons. Luis José Rueda, Arzobispo de Bogotá y Presidente de la CEC).
* Consultor del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.
** Fragmentos tomados del 'Sermón de las Siete Palabras' compartido por la Conferencia Episcopal de Colombia para la Semana Santa 2023.

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