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‘Llamamos al Gobierno a no distraerse en calenturas’: Monseñor Francisco Múnera, presidente de la Conferencia Episcopal

El líder religioso dice que la Iglesia Católica está dispuesta a facilitar el diálogo en el Catatumbo.

Bogotá Julio 03 de 2024. Entrevista con Monseñor Francisco Javier Múnera, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. Foto Néstor Gómez - El Tiempo. Bogotá Julio 03 de 2024. Monseñor Francisco Javier Múnera. Foto Néstor Gómez - El Tiempo . Crédito: CEET. Fotógrafo: NESTOR GÓMEZ

Entrevista con Monseñor Francisco Javier Múnera, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.  Foto: Néstor Gómez. EL TIEMPO

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Con un llamado a evitar las “calenturas” para centrarse en los verdaderos problemas del país, Monseñor Francisco Javier Múnera, arzobispo de Cartagena y actual presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), pidió al Gobierno una actitud más sosegada y asertiva ante las diferentes problemáticas y momentos de tensión que se han presentado en las últimas semanas.
El líder religioso y máximo representante de la Iglesia Católica en el país, habló con EL TIEMPO al cierre de la CXVIII Asamblea Plenaria de la CEC, que reunió a los diferentes obispos de Colombia para reflexionar y definir sus líneas de trabajo.
En el diálogo, Monseñor Múnera aseguró que la Iglesia está dispuesta a trabajar como facilitadores de diálogo para superar la violencia que se vive hoy en regiones como el Catatumbo, reflexionó sobre la crisis diplomática con Estados Unidos y compartió su opinión frente al polémico consejo de ministros que encabezó el presidente Gustavo Petro y que fue transmitido por televisión nacional.

¿Cuáles son las grandes conclusiones de la asamblea plenaria que tuvo lugar esta semana?

Hay tres palabras clave. Primero, esperanza. El papa nos invita a ofrecer signos de esperanza, en este caso a nuestro país a pensar en las personas que la necesitan, principalmente las que están en mayor penuria como los migrantes, los que están en las cárceles, los que están viviendo situaciones de dolor y sufrimiento, también los ancianos y los enfermos, y sobre todo los jóvenes, porque en ellos hay mucho desencanto. El segundo punto es la sinodalidad, que se traduce en caminar juntos. Y por último, es una mirada de fe a la realidad del país que nos preocupa, nos duele y sentimos que tenemos que orar por ella, iluminar y también actuar. Especialmente nos focalizamos mucho en la situación del Catatumbo, el apoyo a esos obispos, sacerdotes, laicos, que se han jugado la vida allá en las diócesis de Tibú, de Ocaña, Cúcuta, donde hay casi 50.000 desplazados.

¿Cómo trabaja la Iglesia ante la situación en el Catatumbo?

Lo primero que la Iglesia tiene que hacer es la acción humanitaria. La iglesia tiene una capacidad maravillosa de responder con la caridad y la solidaridad organizada, y en eso nos han dado un ejemplo todos los sacerdotes, los obispos y los laicos. Los templos se han vuelto espacios de acogida, de refugio, se transformaron en bodegas para recibir los bancos de alimentos y han desarrollado un papel enorme de solidaridad en cabeza de los señores obispos de Tibú, Ocaña y Cúcuta.
Catatumbo, en Norte de Santander.

Alrededor de 84.683 personas han sido afectadas en el Catatumbo. Foto:Andrés Carvajal

¿Participarán para desescalar el conflicto?

La Iglesia tiene una permanente tarea de facilitación, de mediación, con todos los actores presentes en un territorio. Nos duele y sentimos el dolor de las personas y de las comunidades. 50.000 personas desplazadas, asesinados, confinados, esto es una tragedia enorme. Tenemos otra tarea inmensa de ver cómo todavía, en medio de una tragedia como esta, se mantienen abiertas las posibilidades del diálogo con los distintos grupos armados. En este momento estamos fijando nuestra propia posición y estamos construyendo lo que llamaríamos un marco ético, para ver hasta dónde podemos ir, cuáles son las líneas que no vamos a cruzar. Pero tenemos también que plantearle al Gobierno y a los grupos armados la importancia de un respeto fundamental al derecho internacional humanitario, o si no, esto no va para ninguna parte.

¿Cuál es el paso a seguir?

Para todas las negociaciones que a lo largo de la historia se han tenido en el país con los distintos grupos alzados en armas, tengan una motivación de orden político o no, tenemos que revisar distintos escenarios de nuestra presencia allí, definir nuestra posición, que viene, por supuesto, del evangelio, de la doctrina social de la Iglesia y sobre todo de los aspectos humanitarios que se deben salvaguardar en todo conflicto.

¿Hasta dónde llegará esa participación?

La participación sigue siendo muy activa, pero es claro que la Iglesia no es negociadora, como tampoco lo son los países garantes y las Naciones Unidas. Nosotros, como voz de las comunidades, por la cercanía, por la confianza, por la credibilidad, podemos cumplir labores de verificación si hay diálogos. Queremos también invitar a quienes se sienten en un proceso de diálogo a que definan un marco ético. En algún momento se habló de unos mínimos fundamentales, y está muy bien. Los mínimos los garantiza el derecho internacional humanitario, pero, en bien de las comunidades, y en bien de generar confianza y avanzar en los procesos, se debe poner unos máximos para que las conversaciones fluyan y avancen.

El país también pasó en los últimos días por una crisis diplomática con EE. UU. por el tema de los migrantes. ¿Cómo ve esta situación?

Es un tema supremamente delicado. El tema de los migrantes en todos los escenarios del mundo hoy es complejo. Lo vive Europa, Estados Unidos y nosotros, que hemos sido un país receptor de tantísimos hermanos venezolanos. Colombia es un ejemplo valioso de políticas de migración desde el anterior gobierno, porque hay que reconocerlo, y se ha sostenido en el actual. Desafortunadamente, las políticas meramente restrictivas, del rechazo del migrante, se viven en otras partes del mundo porque han cambiado los factores de la geopolítica internacional, lo que en el caso de EE. UU. afecta a muchos colombianos. Pero no debemos ser ciegos, y como país tenemos que mejorar las condiciones para que las personas no vean el emigrar como única opción.
AFP

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo colombiano, Gustavo Petro. Foto:AFP

¿Y respecto al manejo que dio el Gobierno a la crisis?

Para evitar esas crisis existen los canales diplomáticos. Entiendo que nuestro Gobierno actual está dando uso de esos espacios, pero lo que no se puede hacer desde el principio es manejar en caliente una situación como esta, como ocurrió.

Paralelo a la asamblea de la Conferencia Episcopal, surgió la actual crisis en el gabinete ministerial del presidente Gustavo Petro. ¿Cuál es su mensaje a esas instancias del poder?

Lo que pasó esta semana fue un momento que generó desconcierto, incertidumbre, hasta indignación. Nosotros llamamos la atención al actual gobierno a no distraernos en estas coyunturas y en estas calenturas, a no desenfocarnos de los reales problemas estructurales que tiene el país. El Gobierno debe trabajar articuladamente. Si llamó a una conmoción interior en esta región (Catatumbo), entonces se deben unificar todos los esfuerzos para atender a una región que históricamente ha vivido una enorme ausencia de Estado. No quiero entrar a juzgar ese consejo de ministros. El hecho que haya sido transmitido fue una decisión del Presidente, no sé si fue afortunada o no. De todas maneras, un gobierno debe focalizarse en ayudar a resolver los problemas que tiene el país, no en polémicas.
Conferencia Episcopal de Colombia

CXVIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Colombia. Foto:Conferencia Episcopal de Colombia

¿Cómo calificaría la relación que ha tenido la Conferencia Episcopal con el actual Gobierno? ¿Han recibido llamados para participar en las múltiples problemáticas que está viviendo el país?

Tenemos en este momento un canal muy importante para relaciones de Iglesia-Estado, en Monseñor Héctor Fabio Henao, quien es el representante de la Conferencia Episcopal de Colombia para todos los temas de diálogo con el ELN, con algunas de las disidencias y con otras de las mesas. Esos canales siguen abiertos, y por supuesto que tenemos la total disponibilidad de aportar lo que somos y lo que tenemos, siempre pensando en el bien de la nación y en caminar juntos.
Necesitamos liderazgos nuevos, más colectivos, con menos populismos, menos caudillismos y más capacidad de trabajar conjuntamente con proyectos de país
Monseñor Francisco MúneraPresidente de la Conferencia Episcopal

Habla de caminar juntos, pero ¿cómo lograrlo en un país lleno de divisiones?

Es necesario cimentar al país en valores, verdad y bien común. Tenemos que, como sociedad, hacer una apuesta por la verdad, tenemos que desmontar tanta mentira y tanto engaño. El respeto por las personas, el respeto por la dignidad humana pasa a través del valor de la verdad. Lo segundo, una pedagogía de valores en todos los escenarios, en todos los ámbitos sociales, en la vida política. Frente al bien común, es el respeto a lo que es de todos, lo sagrado. La mentira siempre nos lleva a la corrupción, la vivez. Hay que contrarrestar esos antivalores que se han ido posicionando en la sociedad colombiana, y especialmente posicionar el valor del perdón y de la reconciliación. Sin ello no podrá haber paz. Erradicar la violencia no se debe limitar a la violencia política o la de los grupos armados, sino en los entornos familiares, domésticos, que es donde nace esa cultura violenta.

¿Es posible hacerlo pese a la polarización actual?

El país necesita un proyecto de nación que supere las ideologías, o sea, desde las distintas orillas ideológicas, desde las distintas posiciones. Los partidos deben tener, por supuesto, programas, proyectos, pero deben anteponer los intereses particulares, los intereses egoístas, a un proyecto de nación que nos permita superar la tremenda polarización. Se puede hacer la confrontación política, la confrontación democrática, sin destruir al otro.

¿Cómo?

Hemos expresado la importancia de nuevos liderazgos en todos los niveles. Integrar un país como Colombia por su complejidad, por supuesto que requiere la experiencia de tantas personas capaces que tiene el país. Pero sí necesitamos liderazgos nuevos, más colectivos, con menos populismos, menos caudillismos y más capacidad de trabajar conjuntamente con programas y proyectos de país que no le apunten solo a lo inmediato y que aprendamos igualmente a no dejarnos distraer por las coyunturas, que es un poco lo que nos pasa como país y nos distrae de afrontar los problemas reales. Tenemos que construir un país incluyente, no un país de privilegiados solamente y de grandes mayorías. 
MATEO CHACÓN ORDUZ
Subeditor de Vida

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