Tres horas y quince minutos dura el vuelo entre Münich y Lisboa. Debía salir a las 7:25 p.m., pero se atrasó media hora. Probablemente tres de cada cuatro pasajeros no superaban los 25 años de edad —en mi estadística al ‘ojímetro’, cabe aclarar—. ¡La media de vitalidad está en alza!, pensé mientras los veía llegar a la sala G 10 del terminal 2. ¡Irradiaban alegría, entusiasmo!
La mayoría se sentaron en el suelo a medida que llegaban. Muchos de ellos, los que venían en grupo, se ubicaron en círculo casi por instinto. Alcancé a ver a un par que seguía por las redes sociales la eucaristía de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebraba a las 7:00 p.m. en la capital portuguesa —más exactamente, en la ‘Colina do Encontro’— y que presidía el Cardenal Patriarca de Lisboa, Manuel Clemente.
¿Y el Papa? —alguien podría preguntar— Se sumará desde mañana a las 10:00 a. m., cuando se estima que aterrice el avión que lo trae desde Roma. Vendrá acompañado de la comitiva vaticana y, por supuesto, de unos 80 vaticanistas que cubren sus viajes apostólicos.
Pero volvamos a la sala de espera. Tuve la sensación de que a estos jóvenes poco les interesaban los anuncios y las explicaciones sobre el atraso del vuelo. Para ellos, el viaje ya estaba en curso entre sonrisas, diálogos y carcajadas. Recordé que hace 10 años, cuando cubrí la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro —que marcó el inicio de los viajes apostólicos de Francisco fuera de Italia— me encontré con una situación similar en el aeropuerto de Bogotá. Mientras esperaba la salida del vuelo, había un grupo numeroso de jóvenes paisas que cantaban, guitarra en mano, y rezaban el rosario.
Cuando subieron al avión, su felicidad era más que evidente. Nada les robaba la alegría ni la audacia de ‘negociar’ con algunos pasajeros el intercambio de puestos para viajar junto a sus amigos. ¡Y todos accedíamos con gusto! Entonces descubrí que ya, a esas alturas, estábamos contagiados de su alegría.
'A cultura do encontro é fonte de alegria' (“la cultura del encuentro es fuente de alegría”), le comenté a una señora portuguesa que estaba a mi lado. Ella, como yo, sonreíamos al ver el juego de ‘tetris’ de los chicos que buscaban encajar los movimientos necesarios para permanecer juntos. No sé si ella sabía que esa expresión, “cultura del encuentro”, la ha acuñado el Papa Francisco en muchos de sus discursos, casi en oposición a la “cultura del descarte” que denunció por primera vez en Río de Janeiro, en el encuentro que tuvo en la Catedral de São Sebastião con más de 5.000 jóvenes argentinos.
“¿Usted también viene al encuentro?”, me preguntó. “Sí, soy periodista”. Entonces recordé que hace diez años escribí las “crónicas de un peregrino en la JMJ”. Así que abrí mi mochila, saqué mi portátil, y comencé a escribir las “crónicas de un periodista en la JMJ de Lisboa”.
Al escribir esta crónica, unos 200.000 fieles del más de un millón que se esperan en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) ya habían llegado a Lisboa en vísperas de la llegada del papa Francisco para este gran encuentro de peregrinaje, que tendrá lugar del 2 al 6 de agosto.
ÓSCAR ELIZALDE PRADA*
Especial para El Tiempo - con información de EFE
En Twitter: @OscarElizaldeP
*Doctor en comunicación social. Consultor del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.