Un buque repleto de mercancía navega por el océano desde Singapur hasta Colombia. En su interior, junto a celulares de alta gama, lámparas, libros y ropa, miles de polizones viajan escondidos en la oscuridad y en absoluto silencio. Abandonaron su hogar para nunca volver.
Se trata de especies marinas tan pequeñas, que van desde una micra (una millonésima parte de un metro) hasta los 20 centímetros. Son familias completas de gusanos, moluscos y pequeños crustáceos (conocidos como zooplancton); algas y bacterias (llamados fitoplancton); corales y estrellas de mar (agrupados bajo el nombre de bentos), e incluso, huevos de peces, que viajan “gratis” como parte del agua de lastre que usan los buques para mantener su estabilidad.
Si llega una especie no nativa que consume algas de manera diferente a como lo hacen las especies nativas y las desplaza, puede haber consecuencias para toda la cadena trófica.
Parece una aventura inofensiva, pero la presencia de estas especies en otros ecosistemas se ha convertido en un grave problema para el tráfico marítimo internacional, pues sus altas tasas de reproducción y la ausencia de competidores naturales amenazan el equilibrio del ambiente a donde llegan.
“Un impacto a escala microscópica puede ser más fuerte que un pez que se come a otros peces. Si llega una especie no nativa que consume algas de manera diferente a como lo hacen las especies nativas y las desplaza, puede haber consecuencias para toda la cadena trófica”, explica Michael Ahrens, líder del Grupo de Limnología de Utadeo. Por esta razón, y con el objetivo de conocer el estado de nuestras costas, la presencia de especies no nativas y su nivel de depredación o invasión, el Grupo de Limnología se ha dedicado a estudiar la biodiversidad marina nativa y no nativa a lo largo del Atlántico y el Pacífico.
Los muestreos encontraron que se duplicó el número de especies no nativas sin registros anteriores.
El primer monitoreo de estas especies fue hecho por el grupo en los meses de marzo y octubre de 2010, en la costa del Caribe colombiano. La investigación, que contó con la financiación de Ecopetrol, se hizo en los puertos de Santa Marta, Cartagena y Coveñas. Los resultados se compararon con tres puntos de referencia, ubicados en zonas aledañas a cada puerto, con la exigencia de tener una menor actividad portuaria: bahía de Barbacoas, ensenada de Gaira y ciénaga de Cispatá. De esta manera, fue posible saber hasta qué punto la introducción de nuevas especies respondía al tráfico marítimo, conociendo la biodiversidad de lugares más “prístinos” o con menor intervención humana.
Los muestreos encontraron que se duplicó el número de especies no nativas sin registros anteriores. Algunas de estas fueron el mejillón verde (Perna viridis), de origen asiático; el pepino de mar (Pseudothyone belli), con registros en la costa de Florida -EE.UU.- y algunos años después, de la ostra asiática (Saccostrea cucullata).
Expedición al Pacífico
Seis años después del monitoreo en el Caribe, investigadores, de Utadeo y de las universidades del Valle, de Viena y del Magdalena, se aventuraron a explorar las costas del Océano Pacífico.
Con el cese al fuego bilateral y la promesa de firma de un Acuerdo de Paz con las Farc, el sur de Colombia se convirtió en un lugar atractivo para llevar a cabo estudios científicos que no se habían podido realizar en los últimos 60 años. El equipo de investigadores emprendió el primer levantamiento de especies marinas no nativas para las costas del Pacífico colombiano.
Fueron más de 700 muestras recogidas en 18 puntos a lo largo de la costa Pacífica, que dieron lugar a la identificación de más de 100 especies sin registros en esta zona.
Este proyecto, entre septiembre y octubre de 2016 y junio y julio de 2017, contó con la financiación de Colciencias y el apoyo de la Dirección General Marítima (DIMAR), de la Armada Nacional, así como de las Capitanías de Puerto de Tumaco, Buenaventura y Bahía Solano, donde se hicieron los levantamientos.
“Es un reto trabajar en un lugar donde no hay casi estudios. No existen claves confiables taxonómicas. No existe un libro que tenga todas las especies del Pacífico”, comenta Ahrens.
Fueron más de 700 muestras recogidas en 18 puntos a lo largo de la costa Pacífica, que dieron lugar a la identificación de más de 100 especies sin registros en esta zona. Incluso, los investigadores descubrieron una nueva especie para la ciencia: Bastiolina sarae, un crustáceo de menos de un milímetro, que se diferencia de sus familiares mexicanos, asiáticos y árabes por la presencia y la cantidad de espinas diminutas en algunas de sus patas.
Por ser el primer estudio de su tipo para el Pacífico colombiano, determinar la procedencia de las nuevas especies resulta una labor complicada. No se sabe si esas especies llegaron traídas por buques o si las corrientes marinas las arrastraron hasta el otro lado de la costa. Aun así, para los investigadores es consistente que el tráfico marítimo ha tenido una influencia en estas zonas portuarias. Asimismo, la preocupación continúa por los polizones que se esconden en las embarcaciones, más que por la llegada de nuevas especies al Pacífico, por las que estamos exportando.
Esto se de debe a que el Pacífico colombiano tiene una dinámica de tráfico particular que le puede ayudar a protegerse: la mayoría de los barcos internacionales llegan aquí cargados con mercancía y poca agua de lastre. Por otro lado, hay una alta probabilidad de que recojan nuestras especies en su retorno y las liberan por el resto del mundo. De esta manera, no siempre somos las víctimas de bioinvasiones; también podemos ser los victimarios.
“Esta información no solo es valiosa para publicaciones y trabajos de grado, sino también para la Estrategia para el Control y Gestión del Agua de Lastre y Sedimentos de los Buques, y para gestionar mejor este asunto ambiental”, agrega Ahrens.
Edier Alexander Buitrago
*Redactor revista Expeditio Utadeo