Los búhos son una de las familias de aves que se reconocen al instante. Desde pequeños aprendimos que son nocturnos, viven en los árboles y hacen ‘hoo’. Sin embargo, realmente se conoce muy poco sobre la historia natural de ellos. Y mucho menos de aquellos que habitan Colombia.
Incluso, lo que se sabe de ellos muchas veces es errado y basado en supersticiones. Podría decirse que es una de las familias de aves sobre las que más supersticiones existen en el mundo. Por ejemplo, cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo, se encontraron con una sorprendente coincidencia y es que los nativos también creían que los búhos era un presagio de muerte y fatalidad. Y es que hay algo intrínseco en estas aves: comportamiento nocturno, llamadas y gritos raros o poco comunes que para cualquier desprevenido en un bosque oscuro pueden resultar sonidos sobrenaturales.
Puede que ahora esta serie de supersticiones parezcan simples creencias de tiempos pasados; sin embargo, están más que presentes y pueden ser igual o peor de peligrosas. Y resulta que estas aves son todo lo contrario de lo que se dice. Son aves hermosas, con características morfológicas, fisiológicas y comportamentales que las hacen particularmente poderosas. Por ejemplo, están dotadas con la mejor audición conocida hasta el momento en animales. Una visión nocturna que la tecnología militar intenta replicar. Y su vuelo, qué decir de su silencioso vuelo. Más que volar, flotan, pues la fricción entre sus alas y el viento es mínima.
Con el objetivo de desmontar supersticiones y evidenciar la majestuosidad de estas aves que miran con sus enormes ojos desde las ramas en medio de la oscuridad para acompañarnos en el tránsito de la vida más que en el tránsito hacia la muerte, tres biólogos colombianos se lanzaron a hacer la primera guía ilustrada de búhos de Colombia.
Sergio Chaparro-Herrera, Andrea Lopera-Salazar y Paula L. Enríquez son los autores de este libro, dirigido a un público más amplio que el de los expertos en aves; un público que ojalá aprenda a entender la belleza de estas aves silenciosas que habitan en el país. EL TIEMPO conversó con Sergio Chaparro y con Andrea Lopera.
¿Por qué los búhos?
Sergio Chaparro (S. C.): Porque en ese trabajo nos dimos cuenta de que en todos los países la información era absolutamente escasa; era muy poca la información que existía sobre los búhos. Pensamos en lo bueno que sería desarrollar un libro exclusivamente para Colombia, porque acá el conocimiento sobre los búhos es casi nulo.
Dice que es casi nula la información sobre los búhos en el país, ¿lo puede poner en porcentaje?
S. C.: Cuando hicimos la recopilación de información y de estudios también establecimos unos porcentajes para ciertos aspectos de historia natural a fin de saber qué porcentaje se conocía de cada uno de esos aspectos. Tenemos de ecología, reproducción, historia natural en general, y nos dimos cuenta de que solo para dos especies, la lechuza común de campanario y el currucutú común, existía información un poco más robusta, pero igual era muy escasa.
Entonces, diez especies tienen poco conocimiento, un 35,7 por ciento, y 16 cuentan con un conocimiento deficiente, es decir, el 57,14 por ciento del total de las especies. En realidad lo que existía es casi nulo. Solo hay información de dos especies de las 28 existentes en el país.
¿Y ustedes encontraron más información?
S. C.: Lo que hicimos en este libro nuevo de búhos de Colombia fue actualizar toda la información que existía hasta 2016, y actualizarlo a 2020 con todo lo que se ha encontrado desde entonces, que es bastante. Aumentó el número de publicaciones asociadas a los búhos, pero principalmente en aspectos de dieta, porque es la manera más fácil de conocer aspectos de historia natural de los búhos.
Los búhos muchas veces son despreciados...
Andrea Lopera (A. L.): Para mí es increíble porque son hermosos, pero están asociados a la brujería; los ven cerca de las casas en el campo y les tiran piedras... entonces eso hace un poco más difícil conocerlos cuando la gente les tiene esa cantidad de mitos. Uno de los objetivos más importantes de este libro es que los recursos que salgan de las ventas van para becas de investigación sobre los búhos de Colombia. Es compilar lo que hay, ver los vacíos de información y ayudar a complementar esa información.
Andrea habla de los mitos en torno a los búhos. Ustedes tratan de desmontar esas ideas. ¿Cómo es la relación de ustedes con estas aves?
A. L.: Para mí, de los encuentros más lindos es con un búho porque, por un lado, por sus hábitos son difíciles de encontrar, y algo que nos contaba Sergio es que a veces cuando les ponen microsatélites para ubicarlos, la antena dice que está en cierto punto, pero no se logra ver. Es decir, encontrarlos es difícil. Es un grupo muy extraño porque son las únicas aves que miran de frente, tienen la cara plana, con los ojos orientados hacia el frente. Nosotros, que hacemos mucho trabajo de campo, intentamos hablar con la gente local y educarlos sobre el cuidado de estas aves.
Cuando uno los escucha le dicen a uno: ‘sí, la brujita está por tal lado’, o cosas así. Los sonidos que hacen a veces los asocian con cosas malas. Intentamos cambiar esa idea. S. C.: Algo que queremos con el libro es que sea no solo para los expertos, sino para el público en general.
¿Cómo es el proceso de estudiar los búhos? ¿Por qué es tan difícil?
A. L.: Cuando se estudian aves, generalmente se elige el pico de mayor actividad, que es un momento en la mañana y otro en la tarde, pero el pico de actividad de los búhos no va con el resto de las aves. Es común que se queden por fuera y que ni siquiera haya registro de búhos en algunos territorios. Es muy poca la gente que se dedica exclusivamente a los búhos. Lo que uno generalmente hace es ir con gente que trabaje con animales nocturnos, en la mayoría de las veces es con los que estudian ranas y murciélagos, y tratar al menos de escuchar.
¿Cuáles son los principales riesgos a los que están expuestos los búhos en Colombia?
Es increíble que uno tenga que responder por qué es importante que estemos en un territorio megadiverso, pero en realidad la respuesta debería ser porque sí, porque se debe apreciar la vida.
S. C.: Si lo asociamos a las clasificaciones sobre amenazas de especies, están categorizados en la convención Cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), que está asociada principalmente a tráfico de fauna. Las especies de búhos, de águilas, de colibríes, de loros, están dentro de un apéndice en esta clasificación por tráfico de fauna. Por otro lado, si lo miramos desde las categorías locales, de los libros rojos de aves de Colombia, encontramos que solo una especie de búhos se encuentra amenazada, pero eso no significa que sea la única especie que se encuentre amenazada, sino porque tenemos todavía muy poca información asociada a los búhos para hacer una evaluación minuciosa, detallada, rigurosa... Cuando se hicieron los libros rojos, una especie todavía no estaba descrita, que fue recientemente descrita en la Sierra Nevada de Santa Marta, y que por su rango de distribución tan pequeño, porque solo se conoce en un sector muy pequeño de la sierra, también entró directamente a ser clasificada como una especie en peligro.
Pero, por ejemplo, la deforestación…
S. C.: Claro, una de las principales amenazas es la deforestación, porque hay muchas especies de búhos que en realidad necesitan una cobertura para poder sobrevivir, y cuando les quitamos su hábitat disminuimos sus poblaciones. En algunos casos, una de las amenazas es que los búhos a veces emplean sitios cercanos a casas, a cultivos, porque es una manera fácil de capturar sus presas. Resulta que en muchas de estas zonas están envenenando a las que serían sus presas, por ejemplo, los roedores, y el búho se lo come y se envenena.
Colombia es el país con mayor cantidad de especies de aves en el mundo, pero ¿en búhos cómo está?
S. C.: Actualmente, para Colombia se dice que son 28. No son demasiadas, pero si revisamos específicamente la familia de los búhos, la riqueza es buena porque estaríamos en tercer puesto, detrás de Perú y México, en la región.
¿Qué los sorprendió de hacer esta investigación?
A. L.: Yo me enfoqué en la parte de las adaptaciones desde un punto de vista muy evolutivo, pero poniéndolo en unos términos generales. Los búhos tienen una serie de características que no tienen el resto de las aves. Por ejemplo, están completamente adaptados para ser sigilosos y atentos, que es lo mismo que hace que sean tan raros. Las adaptaciones en el plumaje tienen modificaciones hasta el punto de que se escucha cero ruido cuando vuelan.
Eso tiene una serie de adaptaciones asociadas en la disposición y la forma del plumaje. Por ejemplo, que los oídos no sean simétricos, sumado a la cara plana, las plumas que tienen en la cara, que se conoce como disco facial, hacen que puedan encontrar exactamente la fuente del ruido y cazar a su presa. Ellos tienen una forma particular del ojo y una rotación total del cuello. Como no pueden mover las pupilas, rotan completamente la cabeza. Y en cuanto al libro, cada una de las ilustraciones me ha sorprendido.
A mí me da rabia hacer la siguiente pregunta, porque creo que la respuesta debe ser obvia, pero aun así creo que es importante hacerla porque para mucha gente no lo es.
¿Por qué cuidar y proteger a los búhos?
S. C.: Podemos justificarlo desde términos biológicos, ecológicos... Por ejemplo, podemos decir que los búhos son importantes porque ayudan a controlar plagas. Los servicios que ofrecen son de beneficio si lo vemos hacia los humanos. Pero más allá de eso, no necesitamos buscar una razón para conservar a esta especie más allá de que es un ser vivo.
A. L.: Yo creo que, en esta ubicación geográfica en la que estamos, nos acostumbramos a no apreciar la vida y la biodiversidad. Hace poco me sobrevoló una guacamaya bandera, que es enorme, colorida, hermosa... y a la gente le pasa eso por encima y ni se mosquea. A mí me parece increíble que uno se acostumbre a tanta belleza natural y no le importe. Tenemos un territorio supremamente rico con una historia compleja, y la presencia de ciertas especies hace que sean sitios muy interesantes. Eso nos da una responsabilidad sobre el lugar que habitamos. Es increíble que uno tenga que responder por qué es importante que estemos en un territorio megadiverso, pero en realidad la respuesta debería ser porque sí, porque se debe apreciar la vida.
SIMÓN GRANJA