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Análisis
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¿La sequía histórica de este año en el río Amazonas sería solo ‘un abrebocas’ de lo que se viene? Esto dicen los estudios y expertos
Varios factores han impactado en el río más caudaloso del mundo que, en su paso por Colombia, ha registrado descensos de más del 80 % en su lámina de agua.
El río Amazonas suele bajar su caudal entre los meses de junio y noviembre. Las lluvias disminuyen naturalmente y el afluente pierde parte de su inmensidad en un pulso hídrico al que el ecosistema se ha acostumbrado durante cientos de años. Pero lo que se está registrando este año ya superó lo normal y preocupa a expertos, comunidades de la región y al propio Gobierno. Y es que las imágenes y los datos hablan por sí solos: el río más caudaloso del mundo pasa por Colombia convertido en un pequeño y desfalleciente tributario cuando aún faltan dos meses de temporada seca.
Según las más recientes mediciones del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), actualmente el Amazonas registra una “reducción histórica en sus niveles” de un promedio 11 metros, con caudales disminuyendo en un 82 por ciento en la estación de Nazareth (ubicada al occidente de Leticia) en comparación con los datos de abril de 2024. El caudal medido en septiembre fue de 8.428 m³/s, en comparación con los 44.711 m³/s registrados en abril, lo que además es un dato récord en la medición promedio, pues está por debajo de los parámetros dentro de los cuales se registran los ‘Caudales muy bajos’.
Las mediciones, realizadas en diferentes estaciones hidrológicas ubicadas entre Leticia y Puerto Nariño con perfiladores acústicos que permiten obtener datos precisos sobre la cantidad de agua en el afluente, muestran también una reducción del 64 por ciento en la velocidad del agua en el río en la estación de Nazareth, que pasó de 1,65 m/s en abril a 0,61 m/s en septiembre. “Estas tendencias son consistentes con la tendencia histórica, pero la magnitud de la reducción plantea nuevas preocupaciones sobre el comportamiento de los caudales del río. Este descenso en los caudales es el más bajo registrado históricamente”, destacó el Ideam.
Pero más allá de los datos, en terreno la situación es preocupante. En Puerto Nariño, las comunidades pueden literalmente sentarse en los bancos de arena por donde antes solían correr las marrones aguas del Amazonas. Además, se ha registrado la muerte de al menos cinco delfines y cientos de peces que no solo hacen parte de la biodiversidad y el ecosistema, sino que además son el alimento para las comunidades. Por eso, el 21 de septiembre, el gobernador del Amazonas, Óscar Sánchez, declaró calamidad pública en el departamento debido a las diferentes amenazas que atraviesa la población, que en su mayoría (un 60,17 % según datos del Dane) se reconoce como indígena.
Y es que, el río no es solo proveedor de agua, sino motor de la economía, regulador de los ecosistemas y autopista para el transporte. Pero hoy, no solo el Amazonas desfallece, sino también quienes dependen de él, como sus tributarios. Uno de los puntos críticos que muestra lo alarmante de la situación es el municipio de Puerto Nariño, a donde el pasado 30 de septiembre arribó una comisión técnica de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) que inspeccionó el río Loretoyaco, un brazo del Amazonas. La sequía ha interrumpido la conexión del afluente con el lago de Tarapoto, afectando a los delfines rosados y al abastecimiento de agua para cerca de 10 comunidades indígenas, con una población de 3.000 personas.
La situación es tan grave, que la UNGRD empezará a hacer estudios para la posible extracción a futuro de agua subterránea, en una de las zonas más ricas del mundo más rica en recurso hídrico. “Nuestra atención inmediata comienza con la entrega de motobombas y mangueras, y esperamos la estructuración del Plan de Acción Específico (PAE) para entregar tanques, plantas potabilizadoras portátiles y motobombas a presión para 11 comunidades indígenas aisladas. Además, iniciaremos un contrato de exploración técnica de fuentes subterráneas”, aseguró el director general de la UNGRD, Carlos Carrillo.
Sin embargo, la preocupación de los expertos radica en que aún faltan dos meses para que regresen las lluvias y la curva que mide el caudal de este año sigue en una tendencia a la baja. Y, de hecho, es eso lo que muestran los modelos climáticos que seguirá pasando.
¿Estas sequías sin precedentes se volverán 'lo normal'?
El fenómeno de El Niño suele impactar con fuerza en la región amazónica e incidir como uno de los principales factores de la sequía en la región. Según datos del informe Amazon Assessment Report 2021, de las 15 megasequías registradas entre 1906 y 2021, seis coincidieron con El Niño y tres con el aumento de las temperaturas de las aguas tropicales del Atlántico Norte. Sin embargo, el último fenómeno de El Niño que afectó al mundo en 2023 (cuando también se registró otra sequía histórica) se acabó a inicios de 2024, y actualmente estamos en un período de transición hacia La Niña. Lo cierto es que, según expertos, lo que se está viendo es la nueva normalidad que va a regir en la región.
Según explica Benjamín Quesada, climatólogo y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario, a futuro bajo el efecto combinado del cambio climático, los incendios (que se espera que aumenten), El Niño (que se volverá más común, frecuente e intenso) y la deforestación, harán que episodios como el que estamos viendo este año se sigan repitiendo. Esto, por los impactos que se han generado sobre la biodiversidad de la cuenca amazónica, que ha perdido un bosque casi del tamaño de Colombia entre 1985 y 2023, según datos de la organización MapBiomas que calcula que se han arrasado en promedio 88 millones de hectáreas de selva en ese tiempo.
Dicha biodiversidad no solo nutre los ríos propios del ecosistema sino que además es responsable de las lluvias de toda la región. Si la Amazonia está bien, los embalses en Bogotá también, porque la humedad que se convierte en precipitaciones en la capital proviene, en parte, del inmenso bosque ubicado al sur. Hoy, ambas zonas ven los devastadores efectos de la deforestación y la degradación ambiental.
“A futuro, lastimosamente, se van a combinar el cambio climático, los incendios, El Niño y la deforestación, lo cual hace que el evento actual sea un abrebocas de lo que pasará, según muestran los modelos climáticos. Con el cambio climático se ha registrado una tendencia hacia la reducción de las precipitaciones que aportan al río Amazonas durante periodos secos. Podría parecer paradójico, pero las inundaciones también están aumentando en esta cuenca: se han vuelto más frecuentes e intensas, debido a las tendencias en aumento de lluvias durante los periodos húmedos y a causa de los suelos degradados o secos que no dejan que se infiltre el agua”, asegura Quesada.
Esa realidad se refleja en los datos: un estudio del Imperial College London que reunió a científicos de Brasil, Países Bajos, Reino Unido y Estados Unidos mostró que, en 2023, cuando la región se vio afectada por una megasequía, el cambio climático, fue el principal causante de la problemática que dejó en su momento el registro de los niveles más bajos de la cuenca en 120 años, y no el fenómeno de El Niño.
La investigación encontró que el cambio climático ha aumentado en diez veces la probabilidad de que se produzca una sequía meteorológica (que implica que sólo se generan menos lluvias), mientras que la probabilidad de que se produzca una sequía agrícola (que combina las bajas lluvias con la poca evapotranspiración) es aproximadamente treinta veces mayor.
“A menos que el mundo limite drásticamente la quema de combustibles fósiles y la deforestación, estos fenómenos se volverán aún más comunes en el futuro. En un mundo 2°C más cálido que en la era preindustrial (actualmente estamos cerca de superar la barrera de 1,5 °C), una sequía agrícola se presentaría cada 10 a 15 años y una sequía meteorológica cada 30 años en promedio en esta area”, resalta la investigación.
Disminución es igual de dramática durante todo el curso del río
El río Amazonas surge en Perú, y aunque pasa por Colombia el verdadero brazo que demuestra su inmensidad y extensión es el brasileño. En el gigante sudamericano el Amazonas tiene dos tramos (ambos igual de afectados por la situación actual): el primero es el río Solimões que comprende una de distancia de 1.700 kilómetros entre la triple frontera Brasil-Colombia-Perú y la ciudad de Manaos y posteriormente cuando el Solimões se junta con el río Guanía (o río Negro), vuelve a llamarse Amazonas y recorre el restante hasta llegar al Atlántico. Sin embargo, en el resto de la región (y el mundo) estos dos tramos son lo mismo.
Este año, el Solimões tuvo su nivel más bajo desde que se llevan registros: 2,90 metros en el municipio de Manacapuru, al suroccidente de Manaos. La anterior marca histórica se había dado el año pasado, el 25 de octubre de 2023, cuando el río alcanzó los 3,11 metros. Datos de la Defensa Civil de ese país muestran que más de 747 mil personas estarían afectadas, algunas incluso experimentando dificultades en el a agua potable.
Pero más allá de Manaos la situación sigue igual de desalentadora: cuando el inmenso y caudaloso río Guainía llega a Manaos, tampoco trae la fuerza con la que se lo conoce usualmente y que convierte al Amazonas en la fuerza inatajable que ha sido siempre. En el municipio de Alter do Chão, reconocido como el ‘Caribe amazónico’ el mundo se detuvo. Los barcos están encallados en dunas de arena por donde antes solía haber agua y el río Tapajós, tributario del Amazonas, registra apenas 34 centímetros a su paso por la hoy paralizada población turística. En el importante puerto de Santarém, la segunda ciudad más relevante del estado de Pará ubicada a escasos minutos de Alter do Chão, la situación es similar, y al menos 7 mil familias estarían afectadas por la sequía de acuerdo con la Defensa Civil.