La naturaleza está desapareciendo en Latinoamérica: poblaciones de animales salvajes han disminuido en promedio un 95 % entre 1970 y 2020; ¿qué implica?

El tamaño de las poblaciones de animales silvestres monitoreados por WWF en América Latina y el Caribe ha disminuido, entre 1970 y 2020, a niveles mínimos, casi cercanos a la desaparición, advierte el Informe Planeta Vivo 2024 presentado esta semana.

La cifra es alarmante: en tan solo 50 años la región fue la más afectada por la disminución de los grupos poblaciones de vertebrados con una caída del 95 %; les sigue África (- 76 %) y Asia-Pacífico (- 60 %). En Europa (- 35 %) y América del Norte (- 39 %), los impactos a gran escala sobre la naturaleza ya eran evidentes antes de que se iniciara la medición del índice en 1970, lo que explica en parte por qué hay una tendencia negativa menor. En líneas generales, en solo 50 años, el tamaño promedio de las poblaciones de vida silvestre a nivel global ha caído un catastrófico 73 %, según el informe.

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El dato no significa que el 73 % de los individuos de animales silvestres del mundo desaparecieron, sino que el tamaño de las poblaciones monitoreadas (grupos de animales de una misma especie que comparten un hábitat común) ha disminuido. Es decir, el cambio porcentual en el índice refleja la transformación proporcional promedio en los tamaños de las poblaciones animales monitoreadas en sitios de todo el mundo, no el número de animales individuales perdidos ni el número de poblaciones perdidas. Esto significa, por ejemplo, que en poblaciones de aves de Latinoamérica que antes podía ser inmensos grupos que migraban de sur a norte, el tamaño ha disminuido en un 95 % para la región.

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La pérdida y degradación de hábitats, causadas principalmente por la forma en cómo nos alimentamos, son la amenaza que más se reporta para las poblaciones de vida silvestre en todo el mundo, seguida de la sobreexplotación, las especies invasoras y las enfermedades.

En la región, por ejemplo, la pérdida de poblaciones es evidente en la Amazonia, porque aves, mamíferos y peces se están quedando sin hogar mientras miles de hectáreas de selva se arrasan anualmente para establecer terrenos agrícolas, desarrollar proyectos ganaderos, practicas de minería ilegal o bien apropiarse de la tierra, advierten diversos informes. Pero no pasa solamente allí, en el mundo se evidencia la pérdida de humedales en India o la degradación de la Gran Barrera de Coral en Australia.

Carlos Mauricio Herrera, director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia, explica que “es imposible” que estos datos no generen alarma, pero más allá de la preocupación está el poco tiempo que queda para actuar, que se calcula en apenas cinco años para empezar a revertir la grave emergencia global que han provocado las acciones humanas.

La situación, si bien ya es alarmante, se está presentando desde hace varios años atrás cuando la región marcaba cifras igual de desalentadoras y el mundo establecía una tendencia de disminución de poblaciones que no se ha podido frenar. Por ejemplo, en el informe de 2010 se hablaba de que la disminución global era del 30 % de las poblaciones y la de los trópicos era del 60 %; en el reporte de 2014 el dato seguía empeorando alcanzando una caída del 52 % a nivel global y 83 % para América Latina y el Caribe; y en 2018 la situación fue mucho más dramática llegando a una disminución del 60 % del promedio de las poblaciones a nivel global y el 89 % en Latinoamérica. Por eso, para algunos expertos no sorprende lo que se está observando este año, aunque sí es un llamado urgente ante la última posibilidad de actuar.

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La doctora en Ecología y Medio Ambiente e investigadora de la Universidad de los Andes, Sandra Vilardy, explica que en Colombia ya tenemos casos donde esas líneas se han cruzado, con graves consecuencias para las especies que habitan esos ecosistemas, que han visto perder su hábitat y en consecuencia han ido desapareciendo, sobre todo en las regiones Caribe y Andina, que han sido las más degradadas según el Ideam.

“Esta tendencia la hemos tenido en los últimos informes y no es algo nuevo. Lo nuevo es que va empeorando la cosa. (...) Hemos empobrecido los grupos poblacionales no solamente porque hemos perdido las especies, sino porque hemos disminuido la superficie de sus ecosistemas. Lo tenemos por ejemplo en el caso del bosque seco tropical. Para Colombia ya cruzamos el punto de inflexión porque nos queda menos del 5 por ciento de la superficie original. En la Ciénaga Grande de Santa Marta hay variables como la transparencia del agua y la diversidad de especies y ya cruzamos ese punto. El punto de no retorno es muy dependiente del ecosistema y del contexto”, señala Vilardy.

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La exviceministra de Ambiente, también recalca que es apenas ahora cuando “estamos reconociendo la magnitud del desafío”, pero seguimos sin contar con las herramientas para enfrentarlos. Para ella, hoy el sector ambiental colombiano no cuenta con el músculo suficiente para enfrentar estas amenazas a la vida silvestre que consecuentemente ponen en riesgo la vida humana, porque la pérdida de especies se traduce también en un desequilibrio de los ecosistemas que puede traer consecuencias como las graves sequías que está experimentando actualmente el río Amazonas o la región central del país.

El informe de WWF propone cuatro puntos para enfrentar la crisis: conservar la naturaleza que aún queda intacta; transformar la forma en la que nos alimentamos para evitar que producir comida se traduzca en acciones como destruir los bosques o contaminar los ríos; cambiar la manera en la que generamos y consumimos energía para disminuir las emisiones de gases contaminantes que alteran la vida en el planeta; y obtener financiación que permita lograr esos objetivos.

EDWIN CAICEDO

Periodista de Medioambiente y Salud

@CaicedoUcros