Así es la titánica tarea de hacerle un ‘examen médico’ a los arrecifes del país

Alejandra Tabarquino es arquitecta. Su trabajo es diseñar, con más de seis meses de antelación, el alumbrado navideño de la ciudad de Manizales. Pero este martes de mayo, a las 8 de la mañana, su rutina es distinta. Está en la isla de Santa Catalina, en medio del mar Caribe, a 1.125 kilómetros de distancia de su casa, preparando su equipo de buceo, mientras espera la llamada de su jefe. Ya hace un par de horas había adelantado las tareas urgentes: enviar un rénder, enviar unas diapositivas y responder correos. Dejó todo listo para poder irse a bucear, por más de cuatro horas, en una titánica iniciativa en la que ella y un grupo de voluntarios aprenden cómo hacerles un examen de salud a los arrecifes de coral del país.

Ella es una de las becarias de Arrecifes de Energía, un proyecto desarrollado por la organización Corales de Paz en alianza con Chevron, con el que se busca capacitar a un promedio de 50 personas en un protocolo con el cual personas no relacionadas con el mundo científico pueden recolectar y analizar datos para estudiar la salud de las coberturas coralinas a través del protocolo creado por la Fundación Reef Check, y que se ha aplicado en el mundo desde 1997.  

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La ecuación es sencilla: una persona, que debe ser un buzo experimentado con al menos 30 inmersiones, pero que no es biólogo o científico marino, quiere ayudar a proteger y conservar el océano. Entonces se certifica como Reef Check EcoDiver y puede ayudar a colectar datos sobre el estado de salud de un ecosistema tan clave como este a través de la Fundación Reef Check.

Sin embargo, certificarse no es sencillo y tampoco es gratis. Por eso, Corales de Paz, junto con Chevron, lanzaron este año Arrecifes de Energía, un proyecto con el cual buscan que un grupo grande de colombianos aprenda a hacer estos “exámenes de salud a los arrecifes”. 

Un tema clave, si se tiene en cuenta que Colombia cuenta con más de 180.000 hectáreas de coral, una extensión similar a la de la ciudad de Bogotá, y es en este ecosistema donde habita por lo menos el 25 por ciento de la fauna marina que beneficia tanto a las comunidades costeras como a quienes consumen un pescado en el centro del país. Sin embargo, factores como el aumento de la temperatura de los océanos, la aparición de enfermedades en los corales cada vez más agresivas, la pérdida de biodiversidad asociada a la sobrepesca, la contaminación y otras afectaciones a escala local tienen en peligro a estos, considerados las “selvas de las profundidades”. 

En total serán cinco las expediciones que se realizarán en 2023 en cuatro puntos del Caribe y uno en el Pacífico colombiano, y en cada una esperan certificar al menos a 10 personas. La de Providencia, donde participa Alejandra, fue la primera, y gracias a los fondos aportados por la petrolera, se garantiza que haya un número mínimo de personas becadas, entre ellas de la comunidad local donde se realiza la expedición, y que, por tanto, ese conocimiento pueda aprovecharse para que se realicen estos exámenes de forma constante. 

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“Decidí aceptar esta beca porque es una oportunidad grandísima para mí, pero a la vez tengo mis responsabilidades profesionales y no las voy a dejar. Pero certificarse como Reef Check EcoDiver expande el conocimiento y la mente. Como buzo siempre para mí fue un tema recreativo, pero entender cuando un coral está enfermo y cuando no es complejo, y aparte entender qué tipo de enfermedad tiene es muy duro”, asegura. 

Según explica Laura Cotrino, líder científica de Corales de Paz, la idea es capacitar a personas que no son científicos en un protocolo que permite estudiar y analizar los corales desde cuatro ámbitos: peces, invertebrados, sustratos, y enfermedades e impactos. Entonces, el buzo aprende a identificar si un coral está enfermo, si hay demasiados individuos de pez león (lo que puede indicar un problema con esta especie invasora) o si hay muy pocas especies en el arrecife (que puede indicar un problema aun mayor). 

Todo ese aprendizaje se hace primero antes de entrar al mar. En unas clases teóricas extensas y demandantes en las que una persona con bases mínimas de biología marina puede aprender a identificar al detalle enfermedades de coral y a distinguirlas de un blanqueamiento, o a diferenciar peces loro de peces mero o a reconocer el porcentaje de cobertura perteneciente a diferentes sustratos que hay en una zona y si eso es saludable para el ecosistema. 

Luego viene lo complejo, llevar todo lo aprendido a las profundidades, durante varios días. Los buzos, con el aprendizaje adquirido, bajan al mar en profundidades que promedian usualmente los 3 a 12 metros y marcan una línea de 100 metros denominada transecto. En ese espacio tendrán que buscar, contar y recoger datos en una pequeña tabla en la que van anotando lo que ven mientras bucean con una flotabilidad casi perfecto. Luego, al salir a superficie, agregan a los datos a un formato digital para saber si el arrecife está bien de salud o no. 

Los buzos no son científicos y su trabajo, en esencia, funciona como un campanazo de alerta temprana y permite que las autoridades encargadas puedan tomar las medidas necesarias en zonas donde se requiera. Por eso mismo, explica Cotrino, es clave que Colombia cuente con cada vez más personas capacitadas para hacer estos análisis. 

“Este grupo de personas es inspirador. Hay algunos a los que les gusta mucho el mar y han llevado el buceo a otro contexto. Al unirse a nuestro programa de buceo con propósito lo que hacen es resignificar esta actividad que es muy divertida. Pero hablando con ellos me decían: ahora sí entiendo lo que estoy viendo y quiero volver al mar y poder tener otra perspectiva diferente, no solo recreativa”, resalta Cotrino. 

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Para ella, indudablemente, una de las tareas más complejas es convertir los términos científicos en lenguaje convencional y sencillo de entender. Que los buzos, que normalmente hacen inmersiones por diversión, puedan reconocer problemáticas biológicas que a los ojos de alguien que no las está buscando suelen ser invisibles.

“Los organismos que buscamos son indicadores de algún tipo de presión que podría estar afectando el ecosistema. Por ejemplo, si encontramos meros muy pequeños o si no los encontramos, quiere decir que esta población está bajo una posible presión de sobrepesca”, enfatiza Cotrino. 

No es la primera vez que en Colombia se hacen monitoreos con el protocolo Reef Check. De hecho, Corales de Paz lleva ya desde 2017, de manera itinerante, desarrollando iniciativas de monitoreo y capacitando cada vez a más buzos para que puedan hacer ciencia ciudadana. Sin embargo, hacerlo cuesta tiempo y dinero, dos factores que no siempre están disponibles. Es allí donde Arrecifes de Energía viene a cambiar el paradigma. 

El proyecto, que incluye cinco expediciones, entre ellas la realizada en mayo en Providencia, logra que no solo se capaciten al menos 10 buzos por cada expedición, sino que, además, parte de ellos sean actores locales y de entidades gubernamentales, lo que permite que haya una constancia en el monitoreo. Por ejemplo, en la pasada expedición en Providencia, participaron funcionarios de la Alcaldía del municipio, de Parques Nacionales Naturales y de la Corporación Ambiental Regional Coralina. 

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Esto permite, según Juliana Rodríguez, gerente del Proyecto Arrecifes de Energía de Corales de Paz, que se instale capacidad local para que las comunidades puedan seguir con el monitoreo de los arrecifes, en caso de que no haya posibilidad de que buzos ciudadanos certificados como Reef Check EcoDiver puedan ir a hacerlo. 

“El proyecto garantiza, por expedición, dos becas para público general y dos para la comunidad local. Lo que implica un fortalecimiento de las expediciones y nos garantiza una continuidad en el registro de los datos”, resalta Rodríguez. 

Ese punto lo celebra Nataly Taylor, contratista de la Secretaría de Agricultura y Pesca de la Alcaldía de Providencia y Santa Catalina. Ella, que es buzo y vive en la isla, asegura que nunca antes un proyecto había involucrado tanto a los locales como lo ha hecho Arrecifes de Energía, y que eso se traduce en que la comunidad pueda aportar al cuidado de sus propios recursos. 

“Ya teniendo personal local capacitado, en caso de que algunas instituciones no puedan realizar el monitoreo ya tenemos quienes puedan hacerlo y pasar esa información a los entes encargados: es muy importante darle continuidad a esta tarea en el tiempo”, dice Taylor. 

Después del arduo trabajo realizado en Providencia, Corales de Paz irá en junio a Santa Marta, en julio a Rincón del Mar (Sucre), en agosto a Varadero (Bolívar) y en septiembre a Arusí (Chocó), siendo esta la primera vez que se aplica el protocolo Reef Check en el Pacífico. Los buzos aún se pueden sumar y Corales de Paz, a través de sus redes sociales, hará las convocatorias tanto para becas como para quienes quieran participar y hacer un aporte económico por aprender a hacer ciencia ciudadana y buceo con propósito. 

“Las expediciones están abiertas al público general. Estamos con los brazos abiertos a cualquier persona. A quienes son buzos: esto es una forma diferente de bucear. Cuando uno es buzo recreativo, uno va con los ojos de ‘qué bonito’ y de apreciar lo que ve. Pero con este protocolo uno entiende la dinámica del ecosistema. Por ejemplo: hay peces muy bonitos, pero resulta que son invasores o no son tan buenos. Esto no es para cualquier persona, yo creo, pero los que lo hacen cambian su experiencia de buceo”, finaliza Rodríguez. 

EDWIN CAICEDO | REDACTOR MEDIOAMBIENTE

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