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Análisis
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El mundo logró lo que se esperaba en la COP16, pero con un sabor agridulce
La Cumbre de Biodiversidad, atípica desde el punto de vista de la participación, cerró, sin embargo, como muchas de estas conferencias ambientales: con la sensación de que el compromiso final pudo ser más ambicioso y robusto.
En 1992, en la conferencia de Río de Janeiro, el mundo se comprometió a crear varias cumbres con el objetivo de enfrentar las problemáticas ambientales que ponían (y aún ponen) en riesgo la vida humana.
De allí surgieron la COP de Biodiversidad, la COP de Cambio Climático y la COP de Desertificación que este año se realizan en ese mismo orden, empezando por la que hasta el viernes tuvo lugar en Cali, y siguiendo por la climática que será en Bakú (Azerbaiyán) en noviembre y la de degradación de suelos que será en Riad (Arabia Saudita) en diciembre. Y aunque el mundo lleva ya más de 30 años de encuentros y discusiones, el resultado casi siempre suele ser el mismo: un acuerdo final que se queda corto ante la urgencia de la crisis planetaria.
En Colombia, el Gobierno logró lo que esperaba, pero no con el nivel de ambición que se requería. El propio presidente Gustavo Petro había advertido que si no se avanzaba en acciones tangibles, esta Conferencia de Biodiversidad otra vez sería un espacio de discusiones y palabras. “Fracaso tras fracaso durante 30 años. Nos están llevando al borde de la muerte y los Gobiernos del mundo no se pueden poner de acuerdo para detener esa muerte generalizada, si las COP no pueden, ¿quiénes pueden?”, aseguró el primer mandatario el pasado 21 de octubre, durante la inauguración de la Zona Verde.
Y es que Colombia lo tenía todo para un acuerdo final que fuese histórico. La cumbre no solo generó una masiva movilización ciudadana y de la sociedad civil, involucrando a las personas como nunca se había visto en uno de estos encuentros, sino que también el país, que ya era líder global en términos de discusión ambiental, reafirmó su capitanía global. No está de más recordar que fue Colombia quien propuso la creación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y copresidió la creación del Protocolo de Nagoya, dos instrumentos fundamentales en la gobernanza ambiental global.
Sin embargo, para la mayoría de analistas consultados por este diario, si bien el país logró una movilización local masiva y una Cumbre atípica y sin precedentes, desde el ámbito del acuerdo final sucedió lo que se ve frecuentemente en estos encuentros: una compleja discusión geopolítica en la que los intereses de las megapotencias suelen frenar las acciones que requiere el planeta, en puntos que son fundamentales como la movilización de recursos financieros y el establecimiento de acciones tangibles para la restauración y conservación de la naturaleza.
Y aunque en Colombia no fue poco lo que se logró, sin duda pudo haber sido más (y con más alcance). Las discusiones terminaron ayer sábado -un día después de la fecha pactada para el cierre- a las 8:30 de la mañana, tras una extensa jornada de negociaciones que inició el viernes en la noche, y dejaron como uno de los grandes triunfos el de destrabar el acuerdo global para identificar y conservar áreas marinas de alta importancia ecológica en aguas internacionales. Es decir, establecer un mecanismo para que se puedan declarar zonas de reserva o conservación en territorios que no le pertenecen a ningún país. Dicha propuesta llevaba ya ocho años en discusión y en Colombia pudo, por fin, ver la luz.
Instalación del segmento de alto nivel y presentación de la coalición 'Paz con la naturaleza' en la COP16. Foto:Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO
Sumado a ello, Colombia también logró aprobar el Plan de Trabajo para Pueblos Indígenas y Comunidades Locales, la inclusión de comunidades afrodescendientes como actores fundamentales en el cuidado y la protección de la biodiversidad y la creación de un órgano subsidiario dentro del artículo 8J para pueblos indígenas y comunidades locales. Básicamente, los indígenas, campesinos y afrodescendientes tendrán la posibilidad de que su voz tenga más peso en las discusiones de la Convención y recibirán a recursos para poder desarrollar proyectos que ayuden a salvaguardar la naturaleza. Un punto que desde el inicio la presidenta de la COP16, la ministra Susana Muhamad, había definido en su hoja de ruta.
Por otro lado, también se aprobó impulsar las sinergias entre las distintas COP, que hoy, aunque en líneas generales buscan un mismo objetivo, siguen funcionando por separado. Finalmente, el país también logró la creación de un fondo mundial para el recaudo de recursos económicos provenientes del uso de las secuencias genéticas digitalizadas y su reparto justo y equitativo bajo criterios como las necesidades de conservación y la riqueza en materia de biodiversidad de los países. Este mecanismo fue bautizado como el Fondo de Cali, en honor a esta COP. Sin embargo, quedó pendiente por definir quiénes ponen los recursos y cuántos recursos se van a poner en ese fondo. Es decir: se creó la cuenta para depositar la plata, pero aún falta definir quien la va a poner y cuánta será.
Con esos logros, Colombia literalmente logró casi todo lo que se había propuesto (aunque a medias, como en el caso del Fondo de Cali); pero quedó pendiente el tema que siempre es el quid de estas discusiones: la plata y las acciones, y allí, según expertos, es donde faltó urgencia.
Al respecto, según explica el climatólogo y director del pregrado en Ciencias del Sistema Tierra de la Universidad del Rosario, Benjamín Quesada, si bien desde la convocatoria y la movilización internacional la COP16 fue un éxito, pues trajo a seis jefes de Estado, más de cien Ministros e impulsó las discusiones y el reconocimiento sobre la importancia de la biodiversidad en la sociedad civil, algunos de los temas importantes quedaron nuevamente relegados para la siguiente edición, como suele suceder en estas cumbres.
“Preocupa mucho la falta de cumplimiento de las naciones por entregar sus estrategias y Planes de Acción de Biodiversidad, pues hasta la fecha, menos del 20 por ciento de los países del mundo lo han hecho como se comprometieron; y los temas de financiamiento que se quedaron estancados: canje de deuda por naturaleza o financiamiento directo quedan eliminados del acuerdo, y falta definir quién va a pagar y dónde se van a distribuir los fondos de protección de la biodiversidad”, dijo Quesada.
Con esa visión coincide el biólogo marino y director de Sharky Management and Consulting, Carlos Julio Polo, quien destaca que aunque el acuerdo para la creación de áreas marinas protegidas en territorios internacionales es histórico, aún quedaron temas que, aunque fueron reseñados, se seguirán abordando en otras negociaciones, como lo que tiene que ver con océanos, en temas como polución, ruido oceánico y luz por actividad minera.
En la COP16, en Cali, se ha analizado la herramienta de cambiar deuda de los países por cuidado del ambiente. Foto:EFE/ Ernesto Guzmán
Para quien sin duda no fue una sorpresa lo alcanzado, es para Manuel Rodríguez Becerra, el primer ministro de Ambiente de Colombia y quien desde 1992, cuando se iniciaron estas conferencias, ha participado en decenas de ellas.
Para él, por ejemplo, uno de los puntos clave era la repartición justa de beneficios por secuencias genéticas, que podía quedar como un gran legado para que compañías que usan información de especies de países megadiversos como Colombia pagaran por el uso de la biodiversidad. Sin embargo, aunque la discusión se puso sobre la mesa, lo que se logró acordar fue crear el Fondo Cali, una bolsa para llenar sin saber quien pondrá recursos adentro.
Aun así, la Conferencia no debe dejar de verse como un triunfo para el país. De acuerdo con la directora de especialización y de maestría en Derecho y Gestión Ambiental de la Universidad del Rosario, Lina Muñoz, la COP16 se tradujo en un “fortalecimiento del sector ambiental tanto en lo público como en lo privado. “Se reforzaron muchos lazos que ya existían entre las organizaciones de la sociedad civil, la academia, los institutos de investigación y las empresas. Creo que había una sinergia que hacía mucho tiempo no veíamos en Colombia”, señaló Muñoz.
Más allá de lo global, la COP de Colombia sí fue distinta. Enamoró a cientos. Movilizó a miles. Y convirtió una discusión urgente en un propósito del país. Ahora el llamado será a la acción, porque solamente cambiando las cosas será posible salvar al mundo.