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Noticia
¿Cómo acentúa la crisis climática las desigualdades de género en Colombia?
Menos al agua, inseguridad alimentaria y desplazamiento son algunos efectos sobre las mujeres
En 2020, Colombia se ubicó como el décimo país en América Latina donde las mujeres tienen mayor vulnerabilidad al cambio climático, según datos de Equal Measures 2030. Foto: Mariana Guerrero - Portafolio
En La Guajira, el departamento más al norte de Colombia, reina el desierto: dunas y planicie, suelo de arena y el sol que no da tregua. Allí Andreina Gnecco Pushaina es profesora en la escuela de Toloponaka, a 45 minutos caminando de su casa.
Para regresar a su comunidad, en Cascajalito, a 12 kilómetros de Riohacha, debe tomar una moto pues el calor es agobiante. Allí vive junto a otros 120 indígenas de la etnia wayuú, 25 de ellas madres cabeza de familia que se sostienen con artesanías. Puntualmente, vendiendo las mochilas.
“Anteriormente, nuestros ancestros se dedicaban a la cría y al pastoreo, pero por la crisis climática y los cambios en los tiempos de lluvia, nos hemos visto obligados a buscar otra fuente de sustento”, cuenta Andreina.
La mayoría de los wayuú se alimentan de la tierra, los cultivos y la cría de animales, pero dejó de llover y esas opciones han ido desapareciendo. Hace dos décadas llovía de dos a tres veces al año, cuenta Andreina. Eran temporadas largas que les permitían sembrar mazorca para la chicha y ahuyama.
Colombia es el quinto país en el mundo cuya población corre un mayor riesgo de desplazamiento debido a condiciones meteorológicas.. Foto:Mariana Guerrero - Portafolio
La ‘iwa’, como le llaman los wayuú a la primera lluvia que cae en el año, solía ser en abril; ahora tarda unos meses más: en agosto o, incluso, hasta octubre. Las sequías pueden ser de hasta de 10 meses. Cuando “cae la lluvia” es por periodos cortos y, así preparen los cultivos, la cosecha se pierde porque no es suficiente.
Estas condiciones climáticas en La Guajira no son una particularidad. Colombia es el quinto país en el mundo cuya población corre un mayor riesgo de desplazamiento debido a conflictos o desastres meteorológicos, de acuerdo con Oxfam.
Los efectos también son económicos. El Banco Mundial (BM) ha alertado que la crisis climática es una amenaza para el desarrollo social, pues puede exacerbar la desigualdad y la pobreza.
Aunque afecta a todo el país, alerta el BM, las secuelas son más profundas en comunidades desatendidas y marginadas, así como en poblaciones en situación de desigualdad; como las mujeres, sobre todo aquellas que viven en zonas rurales o pertenecen a comunidades étnicas o afrodescendientes. En 2020, Colombia se ubicó como el décimo país en América Latina donde las mujeres tienen mayor vulnerabilidad al cambio climático, según datos de Equal Measures 2030.
Poca agua y alimentos
Rosa Durán, lideresa en el resguardo indígena Curripaco, en Guainía, vive cerca de uno de los cuerpos de agua más valiosos del país. El cruce de los ríos Inírida, Guaviare, Atabapo y Ventuari, junto al Orinoco, componen un complejo de tres humedales llamados la Estrella Fluvial Inírida, el primer lugar de la Amazonía colombiana en ser catalogado un sitio Ramsar.
Allí el cambio climático ha avanzado como un enemigo silencioso. Los nacimientos de los caños, que provienen de los humedales, se han empezado a secar y las sequías se han hecho más intensas, cuenta la lideresa. “El verano comenzó muy temprano, desde noviembre del año pasado. Estamos en abril y seguimos en verano. Antes empezaba casi a finales o mediados de diciembre y las lluvias empezaban en febrero”, relata.
En su caso, pese a que su comunidad vive en un paraíso hídrico, no tiene a agua potable. Cada hogar obtiene este recurso de los caños, aquellos nacederos donde desova el pescado, que están a 10 minutos caminando. Sin embargo, con las altas temperaturas estos también han comenzado a secarse.
Además, en la zona se enfrentan a la minería ilegal y, según Durán, las aguas resultan contaminadas por mercurio, lo que limita su uso. También sufren la expansión de la frontera agrícola que aumenta la deforestación y el desarrollo de los cultivos, actividad a cargo de las mujeres.
Ante la sequía, el agua no sube a los niveles esperados y afecta la reproducción de los peces. Los árboles dejan de dar los mismos frutos que antes. Por eso para Rosa el cambio climático además de generar un “desequilibrio en la naturaleza”, también lo produce en la cotidianidad de las mujeres, que viven con incertidumbre frente a la sostenibilidad de sus cultivos.
No obstante, los efectos negativos no paran ahí. “Las altas temperaturas perjudican la producción agrícola con un crecimiento más lento de las plantas, o que no logren alcanzar el tiempo de cosecha. Por lo tanto, hay menos producción y eso sube los precios”, explica Jorge Bonilla, director del seminario de economía ambiental REES.
Si los precios son muy altos, las personas de ingresos más bajos no pueden acceder a la canasta de bienes. El impacto final es sobre la nutrición y la salud, puntualiza Bonilla. Y para el caso de Colombia la inseguridad alimentaria se ha hecho más profunda en las mujeres que habitan en zonas rurales, ¿por qué?
Gran parte de las mujeres y niñas de hogares pobres, especialmente quienes habitan comunidades relegadas, dependen directamente de los recursos de sus territorios para obtener alimentos, agua y combustible, de acuerdo con ONU Mujeres; y, ante un cambio en el ambiente o la biodiversidad, son las primeras impactadas. La comunidad de Andreina, en La Guajira, tiene a 2 kilómetros un molino al que deben ir a diario por el agua. Las largas sequías acabaron con sus cosechas y, recientemente, han afectado a los chivos, otra de sus fuentes de ingreso.
Para ella es desolador y preocupante ver familias que a veces solo comen una vez al día. “Hay días en los que ni una sola vez comen, les toca conformarse solamente con chicha”. Según la Asociación del Banco de Alimentos de Colombia, por lo menos uno de cada 10 niños sufre de desnutrición crónica y La Guajira es el departamento donde más se ve esta problemática.
Se profundiza la desigualdad
Gunna Chaparro, lideresa arhuaca de la Sierra Nevada en Santa Marta expone que a medida que ha ido subiendo el nivel del mar, la falda de la sierra también lo hace. Esto genera que los nacederos de agua se sequen, algunos cultivos ya no se den y se mueran plantas medicinales. Por ejemplo, en la parte media, los cultivos de bananos aparecen negros, quemados, inutilizables.
Pese a que el pueblo arhuaco lleva más de 100 años preservando su cultura y sus ecosistemas en la Sierra, Chaparro denuncia que hay poca participación de las mujeres fuera de sus comunidades. Sus conocimientos, reivindicaciones y demandas no son escuchadas en otros espacios.
De acuerdo con el Banco Mundial, las mujeres están concentradas en sectores más vulnerables al clima. Ellas representan el 48 % de la fuerza laboral agrícola mundial, aunque sus contribuciones suelen ser “inseguras y mal remuneradas”.
Con el cambio climático, el potencial productivo de estos sectores disminuye y los salarios bajan y, con ello, las oportunidades de subsistencia. En esta línea, Oxfam expone que aunque las mujeres conforman el 43 % de la agricultura a pequeña escala, no cuentan con las mismas oportunidades para acceder a créditos, seguros o ayuda. “Lo cual merma su capacidad para adaptarse o reconstruir tanto sus vidas como sus medios de vida después de un desastre natural”, puntualizan.
Pese a que el pueblo arhuaco lleva más de 100 años preservando su cultura y sus ecosistemas, hay poca participación de las mujeres fuera de sus comunidades. Foto:Mariana Guerrero - Portafolio
Asimismo, al estar sobrerrepresentadas en empleos precarios, tienen menos probabilidades de participar en la toma de decisiones ambientales y sus capacidades para hacer frente a los efectos del cambio climático son más limitadas. “Cada desastre las va sumiendo en un espiral descendente de pobreza y hambre y finalmente se ven obligadas a desplazarse”, expone Oxfam.
También poseen tasas de pobreza más altas y, con ello, menos poder adquisitivo. En el caso colombiano, cifras del Dane muestra que, aunque la brecha se ha ido cerrando, la balanza sigue inclinada hacia el lado masculino. Una realidad que se vería incrementada por el cambio climático, pues según estimaciones de ONU Mujeres esta problemática aumentará la disparidad en los niveles de pobreza extrema. Es decir, para 2030 habrá 2,5 millones más de mujeres que hombres en esta condición.
Otro factor de desigualdad tiene que ver con que la mayoría de las mujeres están a cargo de las tareas del hogar y por eso son las últimas en abandonar sus casas cuando los fenómenos meteorológicos hacen que sea difícil obtener alimentos. “Esto puede suponer una gran carga para ellas, quienes con frecuencia se convierten en las principales proveedoras de sus familias, además de las únicas cuidadoras”, expone Oxfam.
Resiliencia y preocupación por los recursos
En Colombia ante una crisis climática, el 45,5 % de los hogares de los departamentos más afectados no tendría asistencia social y 3 millones de personas caerían en la pobreza, según el Banco Mundial.
Sin embargo, las comunidades, muchas veces en cabeza de las mujeres, han ideado estrategias para enfrentar estos cambios. En la Sierra Nevada, Gunna ha propendido por diversificar las actividades económicas y hacerlas sostenibles. En Guanía, Rosa cuenta que han empezado a impulsar la reproducción de semillas nativas y la restauración de zonas hídricas; y en La Guajira se ha mermado la producción de carbón artesanal y apelado al cuidado de la vegetación para el bienestar de sus animales.
Son las mujeres quienes suelen liderar los procesos de recuperación y conservación del medio ambiente, según la ONU. Por eso ellas piden medidas para la atención y prevención de desastres y el cierre de brechas que les impide tener herramientas suficientes para hacer frente a esta ineludible realidad: la crisis climática.
*Esta investigación se realizó en el marco de la beca sobre periodismo de datos con enfoque de género de Equal Measures 2030 y Salesforce. Especial para EL TIEMPO.