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Noticia
Bosques ribereños y morichales, fundamentales en la conservación de tapires, venados y pecaríes orinoquenses
Extensas llanuras albergan alrededor de 1.613 especies de plantas, entre ellas gramíneas, árboles, palmas y arbustos, además de 228 especies de mamíferos, 1.111 de aves, 257 de reptiles y anfibios, 711 de peces y 70 de invertebrados.
Los bosques ribereños y morichales se aprecian como pequeñas franjas de vegetación que se extienden a lo largo de las orillas de ríos. Foto: Federico Mosquera Guerra, investigador Ecolmod
Lejos de ser solo pastizales, las sabanas colombianas son verdaderos reservorios de biodiversidad y servicios ecosistémicos esenciales para el país, pero están siendo fuertemente afectados por los incendios forestales, entre otros factores. El análisis ecológico de estos mamíferos evidenció que los bosques ribereños y morichales –del paisaje de sabana de la altillanura en la región– son claves para la conectividad ecológica del ecosistema.
Cuando pensamos en las sabanas nos imaginamos vastas llanuras africanas, hogar de cebras, ñus, jirafas y leones. Sin embargo, aquí en Suramérica, Colombia alberga el 7 % de dichos ecosistemas, que incluyen la cuenca del río Orinoco, las sabanas inundables de Casanare, el piedemonte sobre los Andes orientales y las altillanuras de Meta y Vichada.
Estas extensas llanuras albergan alrededor de 1.613 especies de plantas, entre ellas gramíneas, árboles, palmas y arbustos, además de 228 especies de mamíferos, 1.111 de aves, 257 de reptiles y anfibios, 711 de peces y 70 de invertebrados. Entre las más representativas se encuentran el jaguar, el tapir de tierras bajas, el oso hormiguero gigante, el caimán del Orinoco y el águila harpía.
Pese a su rica biodiversidad, los incendios forestales, agravados por las actividades humanas y los efectos del cambio climático, representan una amenaza constante para la biodiversidad y los medios de vida de los habitantes de esta región, especialmente para los vichadenses. En marzo de 2023, el grupo de investigación y docencia Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) registró en la Orinoquia 12.842 focos activos de quemas e incendios forestales.
Ante este preocupante panorama, Ecolmod realizó un estudio en la región, el cual abarcó cerca de 36.000km² de la sabana nativa de altillanura asociada con los ríos Meta, Bita, Tomo, Tuparrito y Tuparro en Vichada, un ecosistema único en la cuenca del Orinoco.
El enfoque fue interesante porque se basó en analizar la conectividad de este ecosistema a través de herbívoros como el tapir de tierras bajas, el venado cola blanca y el pecarí de labio blanco, los cuales desempeñan roles cruciales al dispersar semillas, regular el crecimiento de la vegetación y preservar la diversidad genética de los bosques y morichales.
El venado cola blanca habita áreas abiertas con a agua y cobertura vegetal. Foto:Federico Mosquera Guerra, investigador Ecolmod
El objetivo fue claro: evaluar el grado de conectividad del paisaje de sabanas de altillanura y entender las necesidades para mantenerla o mejorarla para estos tres emblemáticos mamíferos de la región.
El biólogo Federico Mosquera Guerra, investigador de Ecolmod, explica que “podemos entender estos factores a través de estos modelos biológicos porque están en constante movimiento y usan los diferentes mosaicos del ecosistema de sabana”.
“Por ejemplo, el tapir de tierras bajas dispersa los frutos de la palma de moriche hasta 10km al día; el venado se come la hierba para que no se exceda el crecimiento y se disminuya la biomasa, contribuyendo a que los incendios forestales sean menos intensos; y el pecarí de labio blanco se alimenta de los frutos del moriche y otras especies para evitar que en los morichales y bosques se dé un proceso de reproducción entre parentales (endogamia)”, específica.
El equipo de 5 investigadores instaló más de 200 estaciones de monitoreo con cámaras trampa en sendos puntos. Estas estaciones de fototrampeo se activan por el movimiento, y en este caso permitieron registrar la presencia, fecha, hora y ubicación de las especies de ungulados (animales que se apoyan y caminan con el extremo de los dedos) focales.
Las estaciones de monitoreo se instalaron en puntos estratégicos de Vichada. Foto:UNIMEDIOS
Además de esta ayuda tecnológica, recurrieron a técnicas de teledetección que implican el uso de satélites y sensores remotos para obtener información sobre las características del terreno, la vegetación, la temperatura, la precipitación y otro tipo de información ambiental relevante de este paisaje, como los focos de calor de los incendios forestales en los últimos años.
Con la información ecológica de las especies focales se consolidó una robusta base de datos a la cual se integraron variables espaciales como precipitación, temperatura media, ocurrencia de incendios y análisis morfológicos de los parches de vegetación.
Esta información ecológica y ambiental integrada se analizó mediante algoritmos y modelos generados con un sólido soporte computacional, lo que evidenció patrones sobre la importancia de los bosques ribereños y morichales para garantizar la conectividad ecológica a escala regional para dichas especies de animales.
Visualmente dichos ecosistemas se pueden dimensionar como pequeñas franjas de vegetación que se extienden a lo largo de las orillas de ríos, arroyos y quebradas. Sin embargo, su importancia ecológica para los animales silvestres no es proporcional a su tamaño reducido ante la inmensidad de las sabanas.
Según explica el biólogo Mosquera, “encontramos mosaicos, que son estos bosques riparios y morichales que dan origen a una compleja red dendrítica o de drenaje de las cuencas medias y bajas de los ríos de sabana y conectan latitudinalmente las ecorregiones de los Andes, la Orinoquia y Guayana, permitiendo el movimiento de los individuos y sus genes, por eso son cruciales para mantener la conectividad de las tres especies de mamíferos amenazados estudiados, y merecen tener prioridad de conservación ante los intensos eventos de variabilidad climática”.
Ecosistemas amenazados
Con la investigación se corroboró que estos oasis de biodiversidad están cada vez más afectados por los incendios forestales, que han avanzado a un ritmo alarmante por la intensificación de fenómenos climáticos como El Niño y por prácticas humanas insostenibles como la quema de pasturas nativas que fomentan el rebrote de gramíneas para la ganadería y el uso del fuego en técnicas ancestrales de caza.
“Los incendios afectan procesos ecológicos críticos como la generación de agua superficial y la fijación de carbono atmosférico por las sabanas. El actual contexto ubica a la Orinoquia en un alto riesgo y vulnerabilidad por la escasez de recursos hídricos y la adaptación al cambio climático”, manifiesta el investigador.
El estudio destaca la importancia de mantener o mejorar la calidad de estos parches de bosque asociados con la red fluvial y que funcionan como “piedras de paso” para las especies de ungulados. Además, resalta la necesidad de integrar los análisis de conectividad en los planes de manejo de estas especies vulnerables y en la designación de nuevas áreas protegidas en la región de la Orinoquia colombiana.
Como reitera el experto, “sin estos corredores naturales, la conectividad ecológica se vería muy comprometida, arriesgando la supervivencia de estas especies y los procesos ecológicos que sustentan”.
“Hay que mirar hacia nuestras sabanas, y a su vez entender la importancia para el país de este paisaje en el actual contexto de cambio global, el mejor ejemplo es la actual crisis de agua que presenta Bogotá y los municipios de la Sabana”, concluye el biólogo.
TATIANA BAHAMÓN MÉNDEZ | Periodista Unimedios- Sede Bogotá