Bolsas biodegradables o de papel: ¿qué opciones tiene la industria para reemplazar los productos plásticos de un solo uso?

El mundo está repleto de plástico. Este material, que se inventó hace poco más de 100 años, se ha popularizado a tal nivel que es casi imposible no encontrarlo en nuestro día a día: en envases, en empaques, en el cepillo de dientes, en el hilo dental, pero también en cosas que no son tan obvias como en carros, tapabocas, tubos, muebles y hasta en la ropa.

Mucho de lo que consumimos está fabricado con resinas plásticas, sin embargo, una gran parte de eso se está convirtiendo en un problema de salud pública a causa de los productos diseñados para utilizarse una sola vez.

Productos tan populares como bolsas o botellas han generado un grave problema global de contaminación, catalogado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) como uno de los tres componentes de la Triple Crisis Planetaria, que incluye como otros factores el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. 

Y es que, debido a sus características al momento de ser fabricados, los plásticos convencionales pueden tardar hasta 1.000 años en descomponerse, pero además, durante ese tiempo, se van transformando en microplásticos que pueden afectar la salud humana.

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El profesor e investigador de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Andrés Franco Herrera, biólogo marino y doctor en oceanografía, explica que los microplásticos son todas las partículas de plástico con un tamaño menor a cinco milímetros. 

De acuerdo con Franco, los microplásticos son peligrosos dado que están conformados por distintos tipos de monómeros, que pueden tener efectos tóxicos en los órganos de especies vertebradas e invertebradas: “De hecho -señala- se han detectado tanto en zooplancton como en grandes mamíferos, como las ballenas; además de la potencial contaminación química, pueden obstruir vías digestivas de los animales, muchos de los cuales los confunden con alimento, como sucede con medusas y tortugas”.

Además, según un estudio de la Universidad de Toronto, una persona promedio podría estar ingiriendo aproximadamente 11.000 piezas de microplásticos al año a través de alimentos proteicos. Esto, porque hay investigaciones que han encontrado que el 80 por ciento de la carne y productos lácteos provenientes de vacas y cerdos contienen microplásticos.

Es por eso que el planeta entero le ha declarado la guerra a los plásticos de un solo uso, y actualmente se trabaja en un Tratado Global de Plásticos impulsado por la Organización de las Naciones Unidas que busca disminuir la producción y consumo de estos materiales. Sin embargo, mientras esa normativa llega, varios países ya han avanzado en sus propias legislaciones, y uno de ellos, pionero en el tema, ha sido Colombia.

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En 2022, Colombia aprobó la Ley 2232, impulsada por congresistas del sector ambiental como Juan Carlos Losada, que tiene como objetivo prohibir el consumo de varios productos plásticos de un solo uso que existen actualmente en el mercado. Dicha ley entrará en vigencia el próximo 7 de julio, cuando quedarán prohibidos seis productos plásticos de un solo uso. Posteriormente, en 2030, se prohibirán un total de 8 productos más.

En ese sentido, desde el primer domingo de julio quedará prohibida la producción y comercialización de: las bolsas plásticas de punto de pago; las bolsas utilizadas para embalar periódicos, revistas, publicidad y facturas; los rollos de bolsas vacías en superficies comerciales, o sea, las bolsas en las que se echan las verduras, frutas y tubérculos en las tiendas y supermercados; los mezcladores y pitillos para bebidas; los soportes plásticos para las bombas de inflar; y los soportes plásticos para los copitos de algodón utilizados en la limpieza de los oídos.

Pero, ¿cómo reemplazar algunos de esos productos que se han convertido en esenciales y básicos del día a día? Según expertos, en muchos de los casos, la opción es aprender a vivir sin ellos, porque son innecesarios. 

De acuerdo con Olga Samartín, directora de la Fundación Planeta ConSentido, hemos llegado a un punto como sociedad en la que nos sentimos “huérfanos” sin el plástico, sin embargo, muchos elementos producidos con este material no son tan necesarios.

“Nosotros nacimos con el plástico. La sociedad actual ha evolucionado con el plástico y de alguna manera nos volvimos adictos a este material, entonces entonces hay una cantidad de plásticos que realmente no necesitamos, pero que nos sentimos huérfanos sin ellos, como si le quitaran a uno un brazo o algo parecido. Entonces lo primero es entender que hay que reducir y cada vez que no tenga un plástico desechable en la mano, preguntarse si verdaderamente es necesario. Por ejemplo, las bolsas que utiliza la gente en las canecas de los baños, ¿realmente las necesitamos?”, asegura Sanmartín.

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Sin embargo, para una industria plástica, que genera en Colombia cerca de 200.000 empleos, la opción no es dejar de producir, sino cambiar los materiales y migrar hacia otras opciones. En ese sentido, de acuerdo con Daniel Mitchell, presidente ejecutivo de Acoplásticos, el sector ya ha venido haciendo inversiones grandes en reciclaje, y desarrollando soluciones en alternativas biodegradables y reutilizables.

Para Mitchell, el futuro del sector está en producir alternativas biodegradables o compostables a partir de insumos como la yuca, el maíz o la caña, sin embargo, en su concepto, una de las limitantes es que hoy no existen grandes sistemas de compostaje industrial en el país, lo que permitiría cerrar de manera adecuada el ciclo de vida de estos productos.

“Colombia, la verdad, está muy atrasado en desarrollar esquemas de compostaje para el aprovechamiento o el tratamiento de los residuos orgánicos. Ahí entrarían, por ejemplo, los plásticos compostables, que uno casi que los puede comparar con un producto a base de la yuca o a base de la caña. Son productos biobasados. Ahora, si un producto plástico compostable llega al ambiente, y en el peor de los casos, alguien lo bota a un bosque o a una cañada o algo por el estilo, el tiempo de biodegradación, igual va a ser muchísimo más corto. Es cuestión de meses su biodegradación frente al plástico convencional sintético a base petroquímica”, señala el experto.

En su concepto, el futuro de la industria dependerá de lo rápido que pueda transformarse el sector hacia la producción de ese tipo de alternativas; pero también será necesario el involucramiento del Estado, sobre todo en la reglamentación de cuáles son las características que debe tener un plástico para ser considerado biodegradable, básicamente establecer las nuevas reglas de juego. Esto, para evitar que se puedan perder, según estima Acoplásticos, más 10.000 puestos de trabajo.

Por su parte, Cristian Halaby Fernández, presidente de la Cámara Ambiental del Plástico, concuerda con Mitchell en que la transformación de la industria probablemente será hacia plásticos biobasados y biodegradables, y no hacia las bolsas de papel, pues, en su concepto, estas tienen un mayor impacto ambiental.

“El país no tiene alternativas reales que sean más sostenibles al plástico. Cambiar todas las bolsas plásticas de punto de pago por bolsas de papel que al final son más dañinas para los bosques colombianos. Son más dañinas precisamente para el medioambiente por el consumo de agua, el consumo de químicos, el consumo de 10 veces más energía, 14 veces más agua, etc. Y yo soy un amigo de todos los materiales, entonces digamos que no hay cómo hoy reemplazarlos (las bolsas plásticas), va a ser un daño ambiental superior”, señala Halaby.

De acuerdo con el experto, cuando se analiza el ciclo de vida por liberación de dióxido de carbono de una bolsa de papel, esta resulta teniendo un mayor impacto que las plásticas tradicionales. 

“Al final en el análisis de ciclo de vida, en todo el proceso, genera muchísimo más dióxido de carbono que el plástico. Esto no quiere decir que sea mala, es una extraordinaria solución, pero no es una solución para todo, no es una solución que realmente sea ambiental en todos los escenarios”, resalta el experto.

En ese sentido, según Carlos Devia, profesor de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana, la gran ventaja de los biobasados es que la naturaleza se encarga de descomponer el producto, aún cuando no está en espacios idóneos como sistemas de compostaje industrial o casero.

Devia, quien es doctor en ingeniería, resalta que eso no significa que no se deban impulsar los sistemas de compostaje, sino que esta es la oportunidad para trabajar en la generación de una “cultura de reciclaje”, para que las personas aprendan cómo aprovechar al máximo los materiales a través de mecanismos como el compostaje.

Además, el experto también destaca que un punto del que no se habla mucho es que estas nuevas soluciones para reemplazar los plásticos tradicionales, al no estar tan extendidas, serán mucho más costosas.

“Muy probablemente hacer uso de estas nuevas materias primas para la cotidianidad va a implicar un aumento en costos, pero ese incremento va a marcar un hito respecto a la calidad de vida que se tendrá subsecuentemente. Cuando yo pago una bolsa de plástico convencional, realmente estoy subsidiando enfermedades a futuro, estoy pagando por tener problemas ambientales a futuro. Y esto lo que está haciendo es una pérdida de calidad de vida. Cuando yo salto a comprar una bolsa de estas de bioplástico y vale dos o tres veces más, uno dice que es costoso, pero ahí realmente no hay un costo, sino un pago por un producto que va a generar una calidad de vida adecuada”, resalta el experto.

Finalmente, el profesor de la facultad de Ingeniería de la Universidad Javeriana y experto gestión de residuos, Luis Alberto Jaramillo, destaca que  si bien un factor a considerar es que los bioplásticos producen menos emisiones a la atmósfera y son biodegradables, en comparación con los plásticos convencionales, tienen una desventaja al ser menos resistentes mecánica y térmicamente que los plásticos convencionales.

“El país está apenas comenzando a desarrollar capacidades industriales para la producción, a gran escala, de bioplástico. Se hace necesaria la colaboración del Gobierno, el sector industrial y la concientización de los consumidores para impulsar este sector de la economía. Mientras tanto, será necesaria una transición adecuada entre el consumo de plásticos convencionales y el de bioplásticos, particularmente, respecto a productos de un solo uso”, finaliza el investigador.

EDWIN CAICEDO

Periodista de medioambiente y salud

@CaicedoUcros