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Expertos lanzan una alerta temprana por el futuro de las aves colombianas
Colombia es el país con mayor diversidad de aves del mundo. Esa riqueza estaría en peligro.
El momoto serrano, también conocido como barranquero, soledad o barranquillo de montaña o relojero montañés, es una especie de ave nativa de la región andina del noroeste y oeste de América del Sur. Foto: DORIAN ANDERSON. AUDUBON
Colombia es, indudablemente, el país de las aves. Más de 2.000 especies componen esa riqueza, que se refleja entre migratorias y residentes, entre paseriformes (las que conocemos como pájaros) y falconiformes (las grandes y rapaces), y decenas de otras categorías. Pero esa belleza que adorna los cielos colombianos estaría en riesgo.
Un reciente estudio publicado por investigadores del Instituto Humboldt, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad del Rosario, advierte que durante casi cinco décadas la degradación y deforestación de los bosques en la zona Andina ha afectado gravemente el hábitat de las especies, una realidad que desde el 2016 se ha exacerbado en la Amazonia y que enciende las alertas hacia el futuro.
Según explica Natalia Ocampo Peñuela, profesora de la Universidad de California en Santa Cruz, Estados Unidos, y una de las líderes en la investigación cuando estuvo vinculada al Instituto Humboldt, lo que encontraron es que hay un alto nivel de presión antrópica en muchos de los ecosistemas que sirven de hogar para las aves.
Es decir, tumbar los bosques de las montañas está dejando sin casa a estos animales en las zonas montañosas (donde habita la mayor cantidad de colombianos).
Sin embargo, en las zonas bajas donde ese impacto se había mantenido distante, el incremento en los niveles de deforestación está suponiendo cada vez más un riesgo creciente con una proyección negativa para 2030, sobre todo en las regiones y límites amazónicos.
“Entre las cosas que encontramos en el estudio está que las aves que son endémicas, es decir, únicas en Colombia, han sufrido presiones de las actividades humanas incluso desde los años setenta, debido a que la mayoría de estas aves habita en los Andes y allí es donde está la mayor densidad de población del país. Estas aves han sufrido esas presiones y seguirán padeciéndolas en el futuro. Mientras tanto, los bosques de tierras bajas, como el Chocó y la Amazonia, que habían permanecido casi sin gran presión humana, para 2030, debido a los cambios que se han dado y el aumento de la deforestación desde 2016, sí verán impactos significativos”, destaca Ocampo Peñuela.
La investigación, que en parte pretende ser una señal de alerta para que los tomadores de decisión puedan salvaguardar la riqueza natural del país, enfatiza en la necesidad de utilizar estrategias diferenciales para evitar la desaparición de especies amenazadas y que se afecten aquellas que hoy no corren ningún peligro.
En ese sentido, el documento plantea que en sitios con alta riqueza de aves y una afectación humana baja, lo correcto sería conservar de manera estricta la zona. Mientras que en áreas donde hay muchas aves, pero la huella humana es alta, la mejor opción es restaurar los ecosistemas, realizar agricultura amigable con la avifauna e impulsar el aviturismo, como mecanismos que funcionan para salvaguardar el hábitat de esas especies.
“Este artículo lo que muestra es que aún estamos a tiempo. Es importante actuar ya y parar la deforestación, eso no puede continuar. Lo segundo es que las zonas que fueron recientemente deforestadas se pueden restaurar fácilmente si la acción es inmediata, porque el bosque, si lo dejas restaurar, se recupera solo. Tenemos tiempo, pero es urgente actuar”, enfatiza la experta.
El diamante de frente azul, amazilia capiazul o colibrí gorriazul, es una especie de ave endémica de Colombia. Foto:DORIAN ANDERSON. AUDUBON
Al respecto, la investigadora del Instituto Humboldt y coautora del estudio, Lina Sánchez, resalta que la megadiversidad que tiene el país en aves es también una responsabilidad de conservación de un activo mundial, dado que muchas especies son también migratorias y utilizan los ecosistemas colombianos para descansar en sus extensos tránsitos.
En ese sentido, destaca la experta, hay áreas específicas a las que se les debería empezar a poner especial atención debido a los aumentos en la pérdida de bosques y la gran cantidad de especies que resguardan.
“Entre las regiones prioritarias hay sitios donde existen muchas especies endémicas y amenazadas, y donde se ve que la huella humana aumentará muy rápido en los próximos años. Entre ellas la Sierra Nevada de Santa Marta, también la vertiente occidental de la cordillera Occidental, que es la que tiene la transición de los Andes hacia el Pacífico, y la vertiente oriental de la cordillera Oriental, que es la que tiene la transición de los Andes hacia el Amazonas”, agrega Sánchez.
En estas áreas, resalta la experta, son necesarias no solo las intervenciones estatales, sino las acciones conjuntas con las comunidades, que permitan un mayor impacto y también sean un motor de desarrollo teniendo en cuenta las características específicas de cada territorio.
Para ella, es clave destacar que las proyecciones de impactos negativos que señala el estudio están apenas a siete años de distancia. Es decir, las acciones deben tomarse con sentido de urgencia, porque el final de la década podría ser decisivo en el futuro de uno de los mayores patrimonios del país: su inmensa y megadiversa naturaleza.