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Generar desarrollo, pero desde el cuidado de la naturaleza / Opinión
La supervivencia humana puede pasar por las decisiones socioeconómicas de los gobiernos de turno.
El Santuario de Fauna y Flora Galeras cuenta con un ecosistema protegido de alta montaña, y es un espacio ideal para recorrer senderos, disfrutar paisajes y observar fauna silvestre. Foto: Parques Nacionales Naturales de Colombia
Pasamos por momentos difíciles, complejos y de gran expectativa, en el plano nacional e internacional.
La conciencia social global orbita en torno a una guerra con escenarios extremos fundamentados en el uso de armas nucleares, y la local se enfoca en debates electorales en los que el componente ambiental se aborda más como un tema de moda que producto de análisis rigurosos que permitan dar soluciones certeras a las necesidades profundas que requieren nuestros ecosistemas terrestres y marinos y, por ende, a nuestra sociedad ecodependiente.
Sea uno u otro el escenario, la supervivencia humana puede pasar por decisiones absurdas de megalómanos y autócratas que habitan el planeta, pero también, y sobre todo, por las decisiones socioeconómicas de los gobiernos de turno, cuyos intereses no siempre están cercanos a lo que realmente importa y soporta a todas las especies vivas de este planeta: los servicios ecosistémicos.
Agua, energía, alimento, vestido, celulares no llegan a nuestras manos exclusivamente por el poder adquisitivo o la economía pujante; llegan, esencialmente, porque la naturaleza brinda las fuentes y materias primas que se transforman para elaborarlos y ser usados para mejorar (o quizá deteriorar) nuestra calidad de vida.
A todo lo anterior hay que sumar otros beneficios indispensables, como la captación de CO2 y la producción de oxígeno y de compuestos bioactivos, que son la base para la generación de muchos medicamentos.
Agua, energía, alimento, vestido, celulares no llegan a nuestras manos exclusivamente por el poder adquisitivo o la economía pujante
Esos servicios, que generosamente la naturaleza presta al ser humano, deberían ser el centro de cualquier proyecto social, económico y cultural de cada nación, y más de aquellas que se declaran megadiversas o privilegiadas con el recurso más valioso, que es el agua.
Como ya se ha dicho en esta columna, vale la pena recordar las palabras del doctor Ernesto Guhl, hoy más que nunca: necesitamos que la ecología –y agregaría la ética ecológica– rija los caminos de la economía y del desarrollo social y cultural de nuestra nación, y no al revés.
El compromiso que como ciudadanos y país tenemos frente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030 no es menor; de hecho, debe ser lo más importante. Estos solo se alcanzarán si acertadamente entendemos que el futuro de la raza humana se fundamenta en el respeto, manejo y conservación responsable de los servicios ecosistémicos y de aquellos actores silenciosos de flora y fauna que están detrás de su generación.