Los desafíos de la juntanza étnica en Colombia: ¿cómo impulsar a las comunidades respetando sus formas propias de desarrollo?

En Colombia, y en el mundo en general, ser parte de una comunidad étnica implica aún la existencia de barreras para el desarrollo. Basta con ver los departamentos más pobres o con menor índice desarrollo del país, como La Guajira o el Chocó: la mayoría, está habitados por poblaciones y comunidades cuyas necesidades básicas han sido desatendidas y que se enfrentan a grandes retos para su crecimiento personal y profesional. Pero esa realidad no se queda solamente allí, pues en grandes capitales del país esas barreras, que abarcan desde lo cultural, lo económico y lo educativo, siguen existiendo, por lo que entender cómo enfrentarlas y abordarlas es clave.

El encuentro, contó con algunas de las voces más relevantes en el ámbito cultural, indígena y étnico de Colombia, quienes fueron los encargados de abordar esta compleja discusión, que promueve en los territorios, el programa Juntanza Étnica: ¿cómo contribuir al desarrollo autodeterminado de las comunidades a través del fortalecimiento de su gobierno propio e instituciones, mejorando las oportunidades económicas y protegiendo su patrimonio cultural, al tiempo que se respetan sus formas propias de desarrollo territorial y se mantiene el equilibrio en la relación con la naturaleza?

Según explicó Luis Sevillano, director del programa Juntanza Étnica de Usaid y Acdi/Voca, Colombia aún es un país excluyente con comunidades diversas, donde la inclusión debería ser “una elección de vida que nos permita trascender las diferentes brechas”. El directivo enfatizó en que nuestro país es uno de los más desiguales del mundo, donde los indicadores de pobreza multidimensional se siguen concentrando en las comunidades étnicas, como los afrocolombianos y los indígenas.

Sevillano destacó que en los departamentos con más pertenencia étnica sigue existiendo la mayor concentración de necesidades básicas insatisfechas, y además muchas de estas comunidades se han visto enfrentadas a realidades como el desplazamiento, que los pone en riesgo, por ejemplo de desastres naturales debido a que por la violencia o la deforestación han tenido que trasladarse de sus territorios étnicos tradicionales.

De acuerdo con el experto, las desigualdades de las poblaciones étnicas persisten aún dentro de su propio territorio, según un estudio desarrollado por el programa Juntanza Étnica en el litoral Pacífico. Por ejemplo el 67 % de los indígenas enfrentan pobreza multidimensional en dicho litoral, mientras que para los afrocolombianos esa cifra llega al 50 % y para personas que no pertenecen a ningún grupo étnico esa cifra cae drásticamente hasta el 30 %.

En cuanto al educativo, solo 10 % de la población indígena y 19,3 % de la población afrodescendiente accedieron a educación postmedia en 2021 frente al promedio nacional que fue del 53,9 %. Además, en las pruebas Saber Pro, las comunidades étnicas obtuvieron un puntaje global inferior de 216,5 frente a las personas de no autoreconocimiento étnico que alcanzaron 254,4 puntos.

Por otra parte, en términos laborales el 73% de las personas en edad laboral que se autoreconocen como étnicas enfrentan dificultades para acceder a empleos formales, sumado a que si bien los grupos étnicos constituyen el 10,7 % de la fuerza laboral del país, el 69,9 % utiliza canales informales para la búsqueda de empleo y la tasa de informalidad alcanza el 74,3 %. Su participación se concentra en sectores como la agricultura, la ganadería, la caza, la silvicultura y la pesca. “Nacer étnico en Colombia ya genera una barrera. Y ser étnico y ser mujer genera una barrera aún mayor”, señala Sevillano.

“Hoy para las mujeres no étnicas se va cerrando la brecha, aunque todavía es vergonzoso, pues todavía está superando el 13 %. Pero hoy, con referencia a un hombre no étnico, una mujer étnica con la misma labor, mismas responsabilidades, misma formación y misma experiencia, los ingresos son un 40 % menos. Y para los hombres son el 30 % menos, así cumplan las mismas laboras”, señaló el director del programa. En el caso de las mujeres afrodescendientes, estas brechas se acentúan aún más, pues en 2022 estas ganaban 59,5 % de lo que recibía en promedio un hombre no afrodescendiente.

Por eso, en su concepto es necesario que exista un enfoque diferencial, para entender qué necesitan las comunidades en su objetivo de avanzar y al mismo tiempo ayudar al país a crecer. “Es por eso que la inclusión tiene sentido, estamos perdiendo profundas oportunidades de avanzar. (...) La inclusión étnica es una gran oportunidad para el país. Colombia continúa teniendo un costo gigante al tener prácticas excluyentes y creo que el valor que se nos puede dar como país es avanzar en eso. Es entender que las brechas sociales no solamente son impresentables, sino que además no son una buena acción, ni una buena medida para el país en cuanto a productividad y desarrollo”, agregó.

Durante el foro, la mayora Antonia Ágreda, experta en diversidad étnica y cultural, destacó que uno de las acciones que se requieren es una mayor presencia de educación indígena universitaria, pues en los casos en los que las personas étnicas tienen la posibilidad de salir de su territorio a estudiar, terminan enfrentándose a escenarios donde deben transformarse para adaptarse a las nuevas realidades, perdiendo así sus referentes culturales. En ese sentido, para ella, es necesario dar un mayor impulso a las universidades con enfoque intercultural indígena.

“Una universidad indígena incluye los conocimientos tradicionales y propios al nivel de los conocimientos del mundo. Cada pueblo tendrá que especializarse en algo, los ingas lo somos en la medicina tradicional ancestral, y lo reconocen muchas personas. Es una universidad que permita ese diálogo intercientífico, es una universidad que permita ir más allá de solamente una ‘educación para…’. En este momento hay siete universidades que quisieran estar en esa dinámica”, señaló Ágreda, quien se ha desempeñado como docente, decana de la facultad de ciencias de la educación en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) y primera gobernadora del cabildo Inga.

Por su parte, la exministra de las Culturas, Patricia Ariza, señaló que uno de los retos de lograr la integración de las culturas continúa siendo el capital, pues es el que finalmente define qué es lo valioso. Entonces en muchos casos productos y proyectos de las comunidades solo tienen eco dentro de las sociedades cuando estos se adaptan a lo que quieren las comunidades no étnicas en territorios globalizados. Es decir, lo que quiere la gente en las ciudades dicta lo que producen las personas en los territorios.

“El capital implacable. La cultura en muchas ocasiones se ha visto desde el mercado: es importante lo que se vende. Y eso es una falsedad enorme. Por eso yo dije al comienzo de este foro que ‘hay un país formalizado y otro que no está formalizado’, pero no quiere decir que no tenga cultura. En relación a las convocatorias, por ejemplo, muchas veces se les pide a una comunidad el RUT o una serie de papeles que son imposibles. O se hacen unas plataformas digitales que son dificilísimas de llenar, aún para una persona universitaria. Yo creo que tiene que haber convocatorias especializadas culturalmente para que todo el país tenga los mismos derechos”, destacó Ariza.

Mientras que Vanessa Teteye, periodista indígena y miembro de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (Opiac) destacó que si bien las comunidades indígenas han logrado encontrar diferentes espacios de participación dentro de la sociedad a partir de la Constitución de 1991, que además los incluyó como de la sociedad nacional, lo cierto es que todavía hay “más de 50 años” de rezagos en la garantía de los derechos comunitarios.

De acuerdo con la joven indígena, si bien hoy el mundo tiene sus ojos puestos en las comunidades por la importancia de conservar territorios como la Amazonia para enfrentar el cambio climático, estos territorios también se han convertido en receptores de los pueblos y comunidades desplazadas por los conflictos y la violencia, y es allí donde se requieren políticas que permitan un desarrollo adecuado de estas comunidades sin impacto el territorio. “La mayoría de los pueblos indígenas que han sido vulnerados están migrando hacia la Amazonia”, agregó.

Durante el foro también se presentaron tres de las estudiantes del Curso de Comunicación y Periodismo con enfoque Étnico, que se realizó recientemente gracias a una alianza entre EL TIEMPO y el programa Juntanza Étnica. Las tres estudiantes contaron en qué consistió el curso, qué temas se abordaron dentro de dicho espacio y lo que significó este proyecto, que tenía como objetivo impulsar las capacidades de las comunidades para contar sus historias.

Lina Marcela Parra, una joven a pública de 29 años y nacida en Buenaventura, contó cómo gracias al apoyo de esta iniciativa pudo impulsar su trabajo con las comunidades y obtener herramientas para mostrar qué se está haciendo actualmente desde los territorios. “Nos permitieron contar historias de nuestro territorio que otras personas no conocen y que lleguen a la comunidad. Que las personas digan ‘wow, esto es muy interesante y me gusta’. Todo este tema me ha fortalecido mucho y aglomeró muchos temas que yo como afro no conocía y que me permite seguir en la lucha de la identidad, el respeto y volcar a la igualdad”, señaló Parra.

EDWIN CAICEDO

Periodista de Medioambiente y Salud

@CaicedoUcros