“La lactancia es un acto de amor que requiere convicción, dedicación y mucha paciencia”. La frase es de Alejandra Villegas, relacionista pública de Medellín que hace 10 meses se convirtió en la mamá de Maximiliano Meza Villegas y tuvo la fortuna de alimentar a su recién nacido, de manera exclusiva, con leche materna durante sus seis primeros meses de vida, como lo recomienda la OMS.
“Debes estar totalmente empoderada, con mucha energía y consciente de lo que haces para no tirar la toalla, porque esos primeros días son los más difíciles, mientras el bebé se adapta a uno y uno tiene las hormonas en revolución. Por eso, muchas mujeres abandonan la lactancia en el primer mes. Hay que tener ganas y saber que la leche materna es lo más importante para el bebé”, agrega Alejandra, de 32 años y casada hace tres con Rubén Meza.
La convicción de Alejandra no es nueva y fue creciendo durante sus nueve meses de embarazo. Mientras decidía en qué clínica nacería, cómo lo iba a llamar y los detalles que acompañaron la llegada de su primer hijo, también se iba preparando y mentalizando sobre lo relacionado con la crianza.
“Mi idea siempre fue amamantarlo. Ese era mi sueño y yo estaba absolutamente convencida del tema desde antes de que naciera Maximiliano. Gracias a Dios lo pude hacer”, dice con orgullo.
Tanto así que a pesar de que Maximiliano tuvo que estar algo más de una hora en proceso de recuperación tras su nacimiento por cesárea, Alejandra dio la orden de que no le dieran nada de comer, pues el primer o tenía que ser con la leche materna.
“Les dije a las enfermeras que así tuviera que aguantar un poquito, me lo trajeran apenas pudieran. Y así fue. Recuerdo que esa primera vez yo seguí mi instinto y de inmediato nos conectamos con Maximiliano. Me empezó a bajar el calostro muy bien, y el bebé comió superbién desde los primeros días. No tuve ningún problema”, dice.
Un banco de leche en su casa
Al segundo día del nacimiento de su hijo, Alejandra recibió consejos y ayuda de una enfermera experta en lactancia, quien le enseñó cuáles eran las mejores posiciones para el bebé, cómo debía agarrarle la cabecita y cómo podían acomodarse los dos para estar más a gusto. Obviamente durante los primeros días, como a la mayoría de mamás lactantes, le dolió un poco.
“Mejor dicho, al principio sientes como si te picara un alacrán, pero eso es mientras te vas acostumbrando. Afortunadamente nunca se me agrietaron los pezones y tuve una lactancia buena desde el principio”, señala.
Gracias a ello, Maximiliano es uno de los pocos niños colombianos cuya lactancia materna exclusiva cumplió con el tiempo sugerido por la OMS y la Unicef y no sucumbió dentro de los porcentajes de un país como Colombia, donde la duración de esa práctica tan importante tan solo llega, en promedio, a 1,8 meses, según datos del Ministerio de Salud.
Alimentar a su hijo de esa forma le representó a Alejandra una dedicación exclusiva. “Como son tan chiquitos, no les puedes poner horario sino que el tema funcionaba a demanda. A veces me pasaba el día entero con el bebé pegado a mí y pasándolo de un lado al otro. Muchas veces no era por hambre, sino porque les gusta el o y el calorcito de la mamá”, explica.
Aunque el cansancio era tenaz, destaca por encima de eso el momento tan especial y tan rico que vivían tanto ella como el niño. “Yo le cantaba, lo acariciaba, le contemplaba los ojitos y le cogía sus manitos. Fue sin duda uno de los momentos más lindos de la maternidad, y si tengo otro bebé, también lo haría con todo el corazón”.
Con el paso del tiempo, Alejandra fue cogiendo cancha y experiencia, y como la meta era que le siguiera bajando leche y también ir retomando su vida normal, ella decidió trabajar duro para crear un banco de leche que incluso le duró hasta comienzos de agosto.
“Durante tres veces al día, mientras alimentaba a mi bebé, al mismo tiempo me extraía leche del otro seno con la máquina. Y, después, cambiaba de lado y repetía el proceso”, relata.
El resultado de esta estrategia ha sido un Maximiliano muy grande y saludable que no solo tuvo seis meses de lactancia exclusiva, sino que hasta los 9 meses y 15 días también recibió leche de su mamá a demanda y complementada con otros alimentos propios de la nutrición de un niño de su edad.
Un niño viajero y una mamá relajada
A sus 10 meses, Maximiliano es un niño que ha viajado mucho al lado de sus papás y conoce los dos océanos. “Hemos ido hasta Hawái y también hasta La Guajira, y yo lo he alimentado en todas partes y siempre teniendo en cuenta que lo más importante es su bienestar”, dice Alejandra.
Así, por ejemplo en un largo viaje hasta esas islas estadounidenses, esta mamá considera que la lactancia materna fue no solo su salvación para que el tiempo pasara más rápido, sino que al bebé, por ejemplo, no le molestaran los oídos ni en el momento del despegue ni en el aterrizaje.
"Nunca he tenido un comentario desagradable o una mirada inapropiada por alimentar a mi bebé en público. Obviamente, si es el caso, uso una mantica para cubrirme, pero en realidad no me importa si a otros les incomoda. Lo cierto es que cuando un bebé tiene hambre y la mamá lo está alimentando, lo tiene que hacer sin importar la hora ni el lugar”, finaliza esta comprometida mamá que alienta a las que están empezando este camino a persistir y trabajar duro por el bienestar de sus bebés.