Vivimos en una sociedad donde hacemos venias y quedamos deslumbrados ante los ‘exitosos’: aquellos que llegan a la cima en su oficio y gozan de un sinfín de beneficios económicos y sociales.
Sin importar si el éxito es deportivo, artístico o de negocios, soñamos con tener lo que ellos tienen: casas grandes, viajes exóticos, carros extravagantes, amigos por montones y, lo que pareciera, una vida ‘feliz’, llena de reconocimientos y aparente abundancia.
Como voyeristas, andamos pegados a sus redes sociales y a cuanto reportaje publiquen los medios, buscando una entrada a sus mundos íntimos para saborear, así sea virtualmente, cómo se siente ser exitoso.
Muchos sueñan con algún día alcanzar lo que ellos tienen, mientras otros simplemente envidian su éxito y lo usan como un indicador más de su propio fracaso.
Muy poco nos preocupamos por sondear los infinitos sacrificios que debió hacer para alcanzar lo que tanto iramos que logró.
Lo curioso es que, así como podemos obsesionarnos y querer saber todo sobre esa persona que está en la cima, muy poco nos preocupamos por sondear los infinitos sacrificios que debió hacer para alcanzar lo que tanto iramos que logró.
A pocos nos interesa saber a cuántas fiestas dejó de ir un gran deportista porque tenía que madrugar a entrenar o a cuánto dolor físico se sobrepuso de tanto ejercitarse. Tampoco queremos conocer cuántos trabajos insoportables se vio obligado a aceptar ese famoso actor o cuántas veces fue vilmente rechazado mientras aguardaba a que alguien descubriera su talento.
No nos parece tan glamoroso saber sobre las humillaciones de que fue objeto ni los tremendos bajonazos que soportó esa persona que propuso una idea nueva. Y para qué averiguar cuántas veces se vio obligado un microempresario a pedir plata prestada antes de consolidar su negocio o cuántas veces pasó hambre buscando ver crecer su emprendimiento.
Como espectadores, nos enfocamos en los resultados y perdemos de vista el largo recorrido que implica sobresalir en cualquier área. Preferimos, de alguna manera, pensar que esa persona llegó a donde está porque tuvo palancas, más suerte o más apoyo de sus allegados. Nos da pánico itir la realidad: todos tenemos el potencial de lograr la vida de nuestros sueños, pero no estamos dispuestos a hacer los sacrificios ni trabajar lo suficientemente duro para conseguirla.
Es mucho más fácil pensar que esas personas que iramos son diferentes a nosotros o son ‘especiales’, en lugar de itir que son igual de humanos… la diferencia es que nosotros carecemos de su tenacidad, disciplina y coraje.
Todo empieza con un primer paso. ¿Está listo para dar el suyo?
ALEXANDRA PUMAREJO
@detuladoconalex