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El lado B de la pandemia: los efectos del covid-19 de los que poco se habla

Conozca cuatro impactos que, a la sombra, ha tenido el virus en la vida de los colombianos.

Las peleas recurrentes indican un problema.

Las peleas recurrentes indican un problema. Foto: iStock

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Entre las múltiples consecuencias del coronavirus en el mundo, algunas han sido poco divulgadas. ¿Cómo ha sido este fenómeno en Colombia? Silenciosamente, hubo crecimiento en casos de tartamudez y muchas relaciones afectivas terminaron. Análisis de las razones.

Más de 200.000 personas dejaron de vivir solas

La pandemia frenó e incluso hizo retroceder un fenómeno que se venía presentando durante los últimos años: el de los hogares unipersonales al alza. Esto lo evidencia la última Encuesta Pulso Social del Departamento istrativo Nacional de Estadística (Dane), correspondiente a noviembre. Las cifras de la entidad muestran una reducción prevalente en la participación de dichos hogares, conformados por una persona.
En las 23 principales ciudades y áreas metropolitanas del país en las que se realiza esta medición, se contaron 8’104.415 hogares. De estos, con las cifras de noviembre, se estableció que 1’229.447 son de tipo unipersonal (el 15,2 por ciento del total). Sin embargo, en el mismo mes del 2020 ese dato era de 1’371.642 y, en contraste, el volumen de dichos hogares en el 2019, antes de la pandemia, se estimaba en 1’468.843.
Cifras del Pulso Social cuyo mes de referencia es noviembre.

Cifras del Pulso Social cuyo mes de referencia es noviembre. Foto:CEET

Lo anterior significa que en el primer año de pandemia hubo una reducción del 6,62 por ciento frente al 2019 y que en el año que pasó la caída fue del 10,37 por ciento respecto al 2020. Sin embargo, al comparar los datos de noviembre de 2021 con los del mismo mes del 2019, se evidencia una disminución del 16,3 por ciento, que se traduce en 239.396 hogares unipersonales menos.
En cambio, los hogares de cuatro o más personas son los de mayor representatividad (equivalen al 39,1 por ciento del total), y presentan el mayor aumento. Pasaron de 3’003.152 en noviembre del 2020 a 3’170.045 en el mismo mes de 2021. Esto es un incremento del 5,56 por ciento.
El profesor Jorge Enrique Espitia Zamora, investigador del Centro de Pensamiento de Política Fiscal de la Universidad Nacional de Colombia (Unal), explica que entre los principales influenciadores de esta tendencia se encuentra el factor monetario.
La pandemia hizo crecer el desempleo, lo que redujo los ingresos de las personas. Ese impacto en el bolsillo de los colombianos hizo que muchos ya no pudieran pagar un arriendo y se vieran obligados a compartir gastos con otros o a regresar a casa con sus familias.
Aunque la economía mostró señales de alivio en 2021, con récords históricos de crecimiento en el segundo y tercer trimestre, este aún “no llega a la mayoría de la población colombiana ni por la vía del empleo ni de los ingresos”, dice Espitia. Y agrega que dichos crecimientos todavía no logran contrarrestar la agudización de la inequidad observada con la pandemia.
De mantenerse dichos niveles de precariedad laboral y vulnerabilidad –dice–, es muy difícil que una persona logre independizarse en condiciones dignas. Esto, especialmente, en la clase media, pues Espitia explica que con la pandemia la reducción más importante se dio en este nivel socioeconómico, que “se contrajo en cerca de 2,4 millones de personas. Algunas de ellas se mantuvieron laborando en la vulnerabilidad o en la pobreza, mientras que otras fueron expulsadas al desempleo”.
Consejos para vender rápido y bien tu casa o apartamento

Consejos para vender rápido y bien tu casa o apartamento Foto:iStock

Además, señala que es necesario proceder a optar por una “estricta focalización de la población objetiva con criterio socioeconómico”, para que se amplíe al máximo, de manera sustentable, el derecho a tener una vida digna.
Por otro lado, la magíster en estudio integral Yolanda Puyana, docente de la Unal y experta en vínculos familiares y sociales, explica que, además del factor económico, la crisis sanitaria generó otras debilidades.
Entre ellas se cuenta un aumento en la necesidad del cuidado conjunto, pues “a pesar de que muchas personas están trabajando en la casa, requieren también una división de funciones, como los que tienen hijos y necesitan quién los cuide”. A esto se suma el cuidado de la enfermedad, entre otras necesidades.
Vivir con otros, como lo ha venido señalando el Dane, ha sido una estrategia de resiliencia de los colombianos.

Los casos de tartamudez se dispararon

Expertos y organizaciones del país han venido registrando un incremento en los casos atendidos por tartamudez, lo cual está relacionado –entre otras cosas– con la pandemia y el confinamiento.
La fonoaudióloga Mabel Martínez Roa, experta en neurorehabilitación, contó que durante la pandemia las consultas de pacientes afectados por este trastorno aumentaron de manera significativa. En un principio solía tratar a un niño al año por disfluencia en Bogotá, pero “durante la pandemia los padres empezaron a consultar más, entonces eran dos a la semana, luego aumentaron a tres y cinco”. Actualmente tiene en tratamiento a 14 niños con diagnóstico confirmado.
Los niños migraron de
la presencialidad a la virtualidad, teniendo espacios de socialización mínimos, escasos o diferentes dentro de
sus hogares
La tartamudez, también conocida como disfemia, disfluencia o espasmofemia, es un trastorno del habla que se caracteriza por “la frecuente repetición o prolongación de los sonidos, sílabas o palabras, o por frecuentes dudas o pausas que interrumpen el flujo rítmico del habla”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Martínez explica que “a la persona le cuesta empezar a hablar, las palabras pareciera que no salen de manera fluida de la boca y hay una dificultad de comunicación”.
Según la experta, las causas del aumento en los casos pueden encontrarse, en gran medida, en la situación originada por el covid-19.
“Se incrementan porque los niños migraron de la presencialidad a la virtualidad, teniendo espacios de socialización mínimos, escasos o diferentes dentro de sus hogares”, dice Martínez. Además, algunos no tenían hermanos y sus padres trabajaban, por lo que permanecieron más solos y con poca atención.
Para los menores de 4 años, las clases no fueron funcionales desde la virtualidad porque no prestaban atención, “y muchos jardines infantiles no pudieron lograr cumplir el objetivo terapéutico que es que el niño aprendiera o siguiera un proceso académico”.
En cuanto a los preadolescentes, algunos se vieron afectados con las clases virtuales porque se les dificultaba expresarse verbalmente. Esto les generó diversos impactos, como el experimentar sensaciones de mucha angustia y miedo.
Martínez también señala que los padres con muchas personas en casa se pusieron muy estrictos, generando que los niños estuvieran más retraídos durante el proceso, y por ello ya no querían participar en tantas actividades. “La socialización de los menores genera un impacto específico en la parte comunicativa, y algunos niños prefirieron hacer un relego de estas actividades o migrar a otra cosa”.
En este punto resalta el uso de las pantallas, pues muchos padres y madres acudieron a estas como una salida fácil para que los menores no interfirieran en sus actividades diarias. “La interacción era mínima, generando en los niños dificultades del habla y de la comunicación en general”, dice.
Esto de la pandemia generó mucho estrés, y este factor psicológico puede disparar o activar unos genes que ya están predispuestos
Desde la Fundación Colombiana de la Tartamudez (Fucolta) también coinciden en que la emergencia sanitaria agudizó la problemática, pues entre los potencializadores de esta condición está lo ambiental, aquello que rodea al niño o joven: la familia, los estigmas sociales, el desconocimiento de la población frente a la tartamudez, entre otros.
“Esto de la pandemia generó mucho estrés, y este factor psicológico o estresor –aunque no es el origen– puede disparar o activar unos genes que ya están predispuestos”, explica el fonoaudiólogo y fundador de Fucolta, Jhoan Gallego Bermúdez. Agrega que el confinamiento significó un cambio muy abrupto con relación a lo emocional y, a su vez, disminuyó el o comunicativo con otros y las relaciones personales.
El niño fue asesinado luego de recibir varios golpes en la cabeza.

El niño fue asesinado luego de recibir varios golpes en la cabeza. Foto:iStock

También señala que la pandemia hizo que “todos en casa estén estresados, principalmente por los problemas económicos, entonces esto pudo tener relación con la mayoría de casos”.
Por otro lado, en Fucolta atendieron casos de personas que, en la virtualidad, en sus casas, se sentían en su zona de confort y no sufrían con esta condición. Sin embargo, cuando tuvieron que enfrentar la presencialidad de nuevo “vieron que algo estaba pasando con su habla, comunicación y sociabilidad”.
Por último, Gallego hace un llamado a que se hable más de la tartamudez, pues aún existe mucho desconocimiento. Prueba de ello es que en Colombia no está documentado qué porcentaje de sus habitantes padece este trastorno.
En el mundo, se dice que afecta alrededor del 2 por ciento de la población, de acuerdo con datos de la Fundación Americana de la Tartamudez, y no tiene un origen concreto, pues puede ser ocasionado por factores genéticos, hereditarios, ambientales, entre otros.
Pero, más allá de las cifras, las repercusiones que tiene este trastorno sobrepasan a la persona que lo padece. “Los familiares están pendientes de cómo habla el niño y resalta mucho las emociones de los padres, de vergüenza, de rabia, de frustración y de culpa”, explica Gallego. Esto demuestra que la tartamudez es aún más compleja, pues afecta a las familias en su totalidad.

La mitad no usa ningún método anticonceptivo: aumenta el embarazo adolescente y el sida

La pandemia llegó hasta los lugares más íntimos. Prueba de ello son las cifras relacionadas con los métodos anticonceptivos. El Pulso Social publicado en noviembre por el Dane muestra que la emergencia sanitaria ocasionada por el covid-19 hizo que hombres y mujeres modificaran sus conductas en este campo.
Los datos revelan que el porcentaje de colombianos que no usaban ningún tipo de método se incrementó en 5,7 puntos porcentuales en las 23 ciudades capitales y áreas metropolitanas analizadas, pasando de 44,2 por ciento antes de la cuarentena o aislamiento preventivo a 50 por ciento durante el último mes analizado (octubre de 2021).
Este abandono de los anticonceptivos se presentó más en mujeres y en personas entre los 25 y los 54 años. Y los métodos cuyo uso se redujo más fueron: el definitivo (ligadura de trompas/vasectomía), que pasó de 26,8 a 23,8 por ciento; el hormonal o el implante (como ‘la T’), que de 19,5 por ciento cayó a 17,7 por ciento; y el condón, preservativo o diafragma, que pasó de 9,4 a 8 por ciento.
Dane. Pulso Social - octubre.

Dane. Pulso Social - octubre. Foto:CEET

Los resultados del I-Share Colombia, un estudio internacional dirigido por la Universidad de Gante (Bélgica) y el London School of Hygiene and Tropical Medicine (Reino Unido), y que en el país fue liderado por Profamilia, también alertaron sobre este panorama.
El 80 por ciento de las mujeres encuestadas en cinco regiones del territorio nacional afirmaron usar un método anticonceptivo, los cuales no solo evitan embarazos sino también enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, el 14 por ciento de ellas enfrentó barreras para conseguirlos, debido a las medidas preventivas por la emergencia sanitaria.
Entre los principales obstáculos que reportaron se cuentan la escasez del método anticonceptivo (40,6 por ciento), las largas filas en las IPS (34,4 por ciento) y el temor al contagio (29,7 por ciento).
Yolanda Puyana, docente de la Universidad Nacional y experta en vínculos familiares, señala que si bien estos estudios se enfocan en las mujeres, que fueron las más afectadas, “el problema de fondo fue que los servicios se estancaron. Entonces, toda la prevención, sobre todo de los embarazos precoces, y la planificación familiar también se estancaron”. Por eso, la caída en el uso de estos métodos también se observa en hombres.
En medio de este panorama, llama la atención que en el segundo trimestre de 2021 (abril-mayo-junio), en comparación con el mismo lapso de 2020, se incrementaron en 5,8 por ciento los nacimientos en madres entre los 10 y los 24 años, el grupo etario que registró la segunda deserción más alta respecto de los métodos. En este rango, los partos en niñas de entre 10 y 14 años prendieron las alarmas, pues se dispararon 22,2 por ciento.
Además, según el informe del Instituto Nacional de Salud sobre el comportamiento del VIH/sida, para la semana epidemiológica 47 (del 21 al 27 de noviembre de 2021), en el país se reportaron 14.698 casos. La cifra es mayor en 30,1 por ciento a la del mismo periodo de 2020, y en 4,9 por ciento a la de 2019, antes de la pandemia.
Las personas que registraron más casos son las que tienen entre 25 y 34 años, con el 38,4 por ciento del total, y las de 15 a 24 años, con el 25,5 por ciento.

Vida en pareja, minada de rupturas e insatisfacción

La investigación I-Share Colombia tuvo como objetivo indagar sobre el impacto de la pandemia de covid-19 sobre la salud sexual y reproductiva de las personas y, a nivel internacional, estuvo dirigida por la Universidad de Gante (Bélgica) y el London School of Hygiene and Tropical Medicine (Reino Unido).
En Colombia fue liderada por Profamilia y también reveló importantes efectos en las relaciones de pareja.
Por un lado, el 64 por ciento de las 2.444 personas encuestadas (84 por ciento en capitales y ciudades) y que estaban en una relación sentimental tres meses antes de la pandemia, afirmaron haberla terminado durante las medidas estrictas de la cuarentena y el 17 por ciento, después. De estas, 4 de cada 10 (el 39 por ciento) indicaron que dicha ruptura tuvo relación directa con la situación de salud pública.
Efectos de la pandemia en las relaciones de pareja.

Efectos de la pandemia en las relaciones de pareja. Foto:CEET

Además, solo el 18 por ciento de los encuestados dijo haber aumentado la frecuencia de la actividad sexual con su pareja, mientras que el 30 por ciento la disminuyó. A esto se suma que la proporción de personas poco satisfechas con su vida sexual pasó de 21,6 por ciento antes de las medidas por covid-19 a 43,2 por ciento durante esta contingencia.
Al respecto, la docente de la Unal Yolanda Puyana señala que dichas rupturas e insatisfacciones sexuales entre parejas se relacionan con la gratificación y la necesidad del ser humano de compartir en un entorno de normalidad con otros.
“Hipótesis de especialistas en emociones indican que las personas cuando tienen que salir, hacer otras actividades y volver se sienten más gratificadas” cuando ven al otro, explica.
Por el contrario, las cuarentenas –e incluso las medidas que hacen permanecer a las personas en casa, como el teletrabajo– obligaron a las parejas a no darse esos espacios necesarios, “y el reconocimiento de los defectos se aumentó”.
Esto aburrió a muchas parejas o desgastó sus relaciones afectivas. Adicional a ello, aspectos como “el estímulo de lo prohibido, eso que atrae, genera más deseo y más ganas de hacer las cosas” también se perdió con el confinamiento.
“Uno necesita tener otras personas con quién compartir. Los humanos somos sociables por naturaleza, vivimos en manada; nuestra tendencia es esa”, explica la docente. Por eso, el perder la posibilidad al ocio y a la sociabilidad con un tercero con normalidad “va generando más tensiones en las relaciones de pareja y las va deteriorando”. Las cifras dan cuenta de ello.

Psicoterapia, un recurso para enfrentar la crisis

Es mundialmente conocido que la emergencia sanitaria por el covid-19 ha tenido grandes afectaciones en lo emocional. La psicóloga clínica Catalina Ramírez, magíster en antropología de la salud que ha trabajado con Médicos Sin Fronteras en Colombia y Yemen y con Médicos en el Mundo, recalca que lo que hizo la pandemia fue revelar o agudizar las fracturas que ya existían en el psiquismo de los individuos.
“El covid develó las dificultades emocionales que suelen tener las personas pero que no habían podido salir a flote por la contención emocional que hay alrededor. Es decir, los vínculos sociales al final contenían todo lo que estaba escondido”, explica.
De allí, los principales trastornos que surgieron, señala, fueron los ansiosos, entre los que se encuentran las fobias. También “apareció muy contundente el miedo a la muerte” y, después del confinamiento estricto, se presentó con fuerza la agorafobia, un trastorno que involucra el miedo a volver a tener o con las personas.
Como el covid lo que muestra son las fracturas psíquicas que había desde momentos previos, lo que no se ha podido reparar, si no vamos a psicoterapia, no se va a sanar mágicamente
En cuanto a lo social, dice Ramírez, “aparecieron patrones muy complicados como que cada uno de nosotros se creía la ley y ejercía el derecho a denunciar al otro o creía que estaba en el lugar del bien por usar o no usar mascarillas”.
Ahora, si bien los trastornos ansiosos, que es la parte más aguda, en algunos ya ha cedido un poco por la reactivación socioeconómica y la flexibilización de las restricciones, la experta señala que se han convertido en otras sintomatologías.
“Como el covid lo que muestra son las fracturas psíquicas que había desde momentos previos (infancia o adolescencia), lo que no se ha podido reparar, si no vamos a psicoterapia, no se va a sanar mágicamente”, puntualiza.
A esto se suma que entre las dificultades que aún predominan en este campo, explica, está el no saber estar con nosotros mismos porque no se nos ha enseñado a manejar las emociones. “Estamos en un mandato biopolítico en el que debemos estar bien y en el que la emoción imperante es la felicidad, pero poder habitar la tristeza, la rabia, la angustia, el malestar, no es muy bien visto”.
Ramírez también advierte que no obstante los beneficios de la presencialidad, salir y consumir socialmente como antes puede ser un arma de doble filo, pues “ese consumo nos hacía aparentemente olvidar todo eso que estaba adentro” a nivel psicológico. Las cuarentenas lo que hicieron fue mostrar lo que no está funcionando “y la gente se siente muy angustiada consigo misma” porque no sabe lidiar con sus emociones.
Por todo lo anterior, Ramírez es enfática en asegurar que aunque se pueden adoptar estrategias para mitigar los problemas emocionales, es fundamental volver a pedir ayuda psicológica, “para realmente poder ver de frente esas cosas que uno no ha tenido la oportunidad o la fortaleza de ver”. Si quienes se han visto afectados no lo hacen, es probable que lo que “está adentro” vuelva a salir a flote ante cualquier otro evento que perciba como traumático o catastrófico, como la pandemia.
PAULA ANDREA GAVIRIA A.
Subeditora del Impreso

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