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En este lugar podría resguardarse de la explosión de una bomba nuclear
Científicos simularon el estallido de un misil balístico intercontinental y su onda expansiva.
A comienzos del año, el Boletín de los Científicos Atómicos, una organización que tuvo su origen en los del proyecto que creó la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, anunció que su Reloj del Apocalipsis, que simbólicamente mide la cercanía del fin del mundo y la capacidad de la humanidad para autodestruirse, marcó los 90 segundos para la medianoche.
Nunca la junta de ciencia y seguridad del Boletín y sus patrocinadores, entre los que figuran 11 premios Nobel, habían tomado la decisión de ubicarnos tan cerca de un cataclismo planetario, esta vez entre los elementos definitivos tuvieron en cuenta la guerra en Ucrania y las tensiones nucleares en un mundo en el que hay más de 13.000 armas atómicas, miles de ellas con un potencial destructivo mayor que el de la Segunda Guerra Mundial, y listas para ser activadas en cualquier momento.
Ante este panorama, investigadores de la Universidad de Nicosia, en Chipre, decidieron simular la explosión de una bomba atómica procedente de un misil balístico intercontinental típico –una cabeza nuclear de 750 kilotones– y la onda expansiva resultante para ver cómo esto podría afectar a las personas refugiadas en espacios interiores a unos 4,6 kilómetros alrededor. El propósito era evaluar los peligros que esta situación representa y si existen lugares donde es posible esconderse para evitarla.
Y es que, aunque los investigadores en un comunicado reconocen que en el escenario apocalíptico en el que estalle una bomba nuclear, ningún lugar es seguro, pues todo lo que esté demasiado cerca se vaporizará instantáneamente, y la radiación puede suponer una amenaza para la salud incluso a distancia, su estudio se enfoca en los efectos que puede tener también la onda expansiva en zonas de daños moderados, en donde la explosión tendría la capacidad de producir velocidades de aire lo suficientemente fuertes como para derribar algunos edificios y lanzar a las personas por los aires y causarles lesiones graves e incluso la muerte.
Ilustración en 3D de la onda expansiva simulada y la onda expansiva generada 10 segundos después de la detonación de una cabeza nuclear de 750 kT sobre una ciudad metropolitana típica; el radio de la burbuja de choque a nivel del suelo es de 4,6 km. Foto:I. Kokkinakis y D. Drikakis, Universidad de Nicosia, Chipre.
Sin embargo, los edificios más resistentes, como las estructuras de hormigón, pueden permanecer en pie y podrían proporcionar refugio. Con esto en mente, los científicos utilizaron modelos informáticos para estudiar la velocidad de la onda expansiva nuclear a través de habitaciones, ventanas, puertas y pasillos y determinar los mejores y peores lugares para esconderse del impacto de la explosión.
De hecho, lo que muestran los resultados de la investigación, publicada en la revista Physics of Fluids del Instituto Americano de Física, es que aún dentro de un edificio resistente que no colapse ante el impacto de la explosión, se debe ser muy estratégico a la hora de buscar un lugar adecuado para protegerse.
Los espacios reducidos pueden aumentar la velocidad del aire, y la onda expansiva puede hacer que este también se refleje en las paredes y se doble en las esquinas. Una situación que, en el peor de los casos, puede producir una fuerza equivalente a 18 veces el peso corporal de un ser humano.
Ioannis Kokkinakis, uno de los autores del estudio, afirma que los lugares críticos al interior de las edificaciones que hay que evitar son las ventanas, los pasillos y las puertas. “La gente debe alejarse y refugiarse inmediatamente. Incluso en la habitación delantera frente a la explosión, uno puede estar a salvo de las altas velocidades del aire si se coloca en las esquinas de la pared”, detalla.
La decisión de dirigirse a un lugar seguro debe tomarse en cuestión de segundos, pues en este breve espacio de tiempo es el que tardará la onda expansiva en viajar desde el momento de la explosión de la bomba nuclear, subrayan los autores.
“Además, aumentarán los niveles de radiación, habrá edificios inseguros, líneas eléctricas y de gas dañadas e incendios”, afirma Dimitris Drikakis, otro de los autores que participó en la investigación. “La gente debe preocuparse por todo lo anterior y buscar ayuda de emergencia inmediata”.
Los autores, que esperan que aplicar este conocimiento nunca sea necesario, consideran que este tipo de estudios pueden ayudar a ampliar la comprensión que se tiene sobre los efectos de una explosión, ayudar a prevenir lesiones y a orientar eventualmente las labores de rescate en una situación cuyos únicos precedentes son las explosiones en Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, tras el ataque de Estados Unidos con las bombas Little Boy (16 kilotones) y Fat Man (21 kilotones).
Lastimosamente, el peligro siempre está presente. Para inicios del año pasado se estimaba que en el mundo había alrededor de 12.705 armas nucleares en manos de nueve países: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), una organización que desde su fundación ha tenido el centro de su investigación en las armas nucleares y los esfuerzos internacionales para controlarlas.