La visión egocentrista del Homo sapiens como el mayor predador de la naturaleza, con todos los bienes y servicios a sus pies para darles un uso indiscriminado, está fuera de todo contexto y lejos de la forma como debemos operar en este siglo, mucho más estando ad portas de la pospandemia.
Llegó la hora de pasar del ego al eco, de comprendernos como parte integral de los socioecosistemas, con los mismos deberes que cualquier ser vivo tiene y que hace parte funcional de las comunidades que conforma, sin ningún tipo de prebenda fundamentada en el erróneo concepto de que somos seres más inteligentes y evolucionados.
Esta visión está ya muy lejos de la realidad; valga decir que esta ha generado los más graves desastres ambientales de la historia: deforestación, contaminación de aguas, pérdida de la biodiversidad, enfermedades, cambio climático.
La historia nos recuerda que después de guerras, recesiones o pandemias, la economía inicia una senda de crecimiento que lleva a un consumismo eufórico.
Ricardo Ávila, en su análisis del 3 de enero, nos recordó la importancia de abogar por el bien común, por el progreso de la sociedad y la reducción de las inequidades, y llama la atención sobre el hecho de que la búsqueda de ganancias inmediatas a costa de la sostenibilidad de largo plazo podría ser un error mayúsculo.
Y en esta ecuación, más allá de la visión económica, la variable naturaleza sostenible es la más importante. Es cierto que esta pandemia ayudó a respirar al planeta: al reducir la presión de la actividad humana sobre los sistemas naturales, estos fueron resilientes y mejoraron de alguna forma sus índices de sostenibilidad. Un ejemplo más de lo destructivos que somos con nuestra casa. Obviamente, esto no perdurará y pronto volveremos a la mal concebida normalidad.
El ecopensamiento debe primar y regir nuestras actividades cotidianas y proyecciones de desarrollo futuro, siendo estas solidarias no solamente con nuestros similares, sino con todos los seres vivos que hacen parte de nuestro hábitat.
No olvidemos que, como consecuencia del covid-19, el mundo se enfrentó a la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial; la reactivación no puede ser agente de destrucción de los recursos naturales, sino una oportunidad para que de una vez por todas mejoremos la calidad de vida de nuestra sociedad con una responsabilidad ambiental que nos lleve a ver los ecosistemas como sujetos y no como objetos.
ANDRÉS FRANCO HERRERA, Ph. D.
Vicerrector Académico Universidad Jorge Tadeo Lozano