El filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) decía que desear la inmoralidad es querer perpetuar un gran error, pero, aun así, la mayoría no solo no desea morirse, sino que piensa que los mortales son los otros, como decía Sigmund Freud (1856-1939).
Las dos citas sobrepasan el siglo, y esas palabras son tan inmortales como sus fallecidos creadores, pero eso es lo que Woody Allen (1935) no desea que le pase. Quiere ser inmortal, no por su trabajo, sino, simplemente, no muriendo.
Como Allen, la mayoría nos aferramos a la
vida y buscamos no partir físicamente, aunque religiones como las cristinas o la musulmana prometan otra vida tras la muerte física a por lo menos 6.000 millones de creyentes en el mundo.
La criónica moderna o preservación (en suspensión) de seres vivos a bajísimas temperaturas surgió de la mano del académico, científico y profesor norteamericano Robert Ettinger, de la Universidad de Míchigan, en 1962 y es, tal vez, la única y frágil esperanza que nos acerca a la inmortalidad deseada.
La comunidad científica diferencia entre criónica y criogenia. La primera se refiere a la preservación del cuerpo humano después de la muerte, y la segunda ya tiene muchas aplicaciones e implica la congelación de la materia a temperaturas inferiores a los 150 grados centígrados bajo cero.
La criónica se basa en congelar a una persona y se aplica inmediatamente después de su fallecimiento con el fin de evitar daños irreparables en su cuerpo o en su mente. Es así como el hombre le compra tiempo a la muerte con la esperanza de que la ciencia avance, lo curen de la enfermedad que le arrebató la vida y lo resuciten.
“En muchos países, los primeros pasos de la criónica son realizados por el personal médico de emergencia, equipos de reserva o familiares y amigos, con la ayuda de directores de funerarias. Esto incluye el uso de hielo o, en algunos casos, hielo seco para enfriar a un paciente”, dice a EL TIEMPO Dennis Kowalski, presidente del Instituto Cryonics (IC), de Estados Unidos, fundado por Ettinger, el padre de la criónica.
La criónica ha ocupado la mente del hombre por años. Casi dos siglos antes de Ettinger, su compatriota el científico Benjamin Franklin ya había considerado que podría ser posible conservar la vida humana en estado suspendido.
En La perspectiva de la inmortalidad (The prospect of Inmortality), Ettinger escribió que el congelamiento de las personas sería la manera de aguardar la llegada de nuevas tecnologías y avances científicos para aliviar el mal que les causó la muerte y resucitarlas.
“Estados Unidos posee las dos compañías más grandes y antiguas del mundo que hacen criónica, y el interés por esta se está extendiendo a Europa, América del Sur”, según Kowalski.
Revela que solo en la institución que preside han sido criogenizadas 186 personas y una cantidad casi igual de
mascotas. También, que hay cientos de muestras de tejidos, de células madre y de ADN.
“Casi toda la tecnología avanzada de criónica y los pacientes en suspensión están en EE. UU., pero los ricos de todo el mundo están exportando
tecnología y equipos a sus países de origen.
El Reino Unido utiliza un grupo de espera sofisticado para preparar cuerpos en Inglaterra y enviarlos a Estados Unidos”, asegura.
Hay dudas
El investigador Ramón Risco, de la Universidad de Sevilla, afirma que hoy pueden conservarse en suspensión (criogenizadas) todas las células y los tejidos, pero no los órganos humanos y que, si un perro se suspende, por ejemplo, lo más probable es que se mantengan vivas muchas células, pero no todo el animal. Menciona que la única excepción es la rana de bosque, que puede durar meses congelada y después regresar a la vida con toda su vitalidad.
Jurgen Guerrero Kommritz, biólogo marino e investigador asociado del Museo Zoológico de Hamburgo (Alemania), explica a EL TIEMPO que “existen animales que viven a temperaturas muy bajas, como el pez del hielo Chaenocephalus aceratus de la Antártida, que posee glucoproteínas en la sangre que lo protegen de la congelación y sobrevive en perfectas condiciones al descongelarse. También, que hay otros animales que se congelan y al descongelarse regresan sin sufrir daño en tejidos y llevan una vida normal. Organismos que se congelan en invierno como ranas poseen glucoproteínas que evitan que se formen cristales de hielo en el plasma celular, que, al crecer, rompen las paredes celulares y destruyen los tejidos. Para que un humano se congele y pueda ser revivido en un futuro, el paciente tendría que ser inundado con glucoproteínas antes de morir para proteger sus células. Hasta donde yo sé, esto no se hace”, afirma.
Sin embargo, la esperanza no se pierde. En la actualidad existen unas 400 personas criogenizadas en el mundo, especialmente en Australia, China, Estados Unidos y Rusia, y hay una lista de otras 5.000 registradas que aguardaran, después de muertas, a que la ciencia avance y las resucite, afirma Kowalski.
En la actualidad existen unas 400 personas criogenizadas en el mundo, especialmente en Australia, China, Estados Unidos y Rusia
Uno de esos 5.000 es el investigador Anders Sandberg, del Instituto Futuro de la Humanidad, de la Universidad de Oxford, que está en el consejo de la Fundación para la Preservación del Cerebro y eligió que solo se conserve su cabeza, pese a que se estima en solo un 3 por ciento su eventual resurrección, según un informe de la BBC de Londres.
“La posibilidad de engañar a la muerte y congelarse después de muerto sigue siendo llamativa para muchos. Se fortaleció e hizo popular con la aparición de los alimentos congelados y los sistemas de enfriamiento rápidos que aparecieron a principios del siglo XX, lo que condujo a pensar que si los tejidos se mantienen en el frío por muchos años, el método también podría aplicarse a las personas. En Groenlandia y Alaska, los esquimales guardaban carne en el suelo congelado por varios años, y los famosos mamuts congelados de las tundras de Siberia le dieron más combustible a esta idea del congelamiento humano y su inmortalidad. Hoy, con los avances de la ciencia se esperaría que dentro de unos años sea posible revivir a las personas congeladas y curarlas de los males por los que murieron”, sostiene Guerrero Kommritz.
No obstante, ite que hay pocas posibilidades de que “a uno lo revivan y pueda sobrevivir al proceso por el daño a nivel celular causado por los cristales de hielo, y no se sabe cómo esto pueda afectar a las células que sobrevivan al proceso. Aún no existe la tecnología que permita cumplir con la promesa de una eventual resurrección. Además, todo podría irse al traste si se presenta una falla de energía en donde estén los congeladores que almacenan los cuerpos”.
Pero Kowalski afirma que cree en la criónica porque “es racional y científicamente la única esperanza que alguien tiene de extender su vida cuando la medicina convencional falla. Como humanos, no estamos en el cenit del conocimiento, y aún hay mucho por aprender. El futuro seguramente descubrirá más y, por lo tanto, la medicina futura será mejor que la del pasado. Si no apostamos en la criónica, no tendremos la oportunidad de renacer”, afirma.
La criónica es racional y científicamente la única esperanza que alguien tiene de extender su vida cuando la medicina convencional falla.
Revela que durante la pandemia del covid-19 el número de y pacientes de su instituto se han mantenido estables, pero dice que lo que han aumentado son “las preguntas sobre nuestro servicio. En mi opinión, esto se debe a la inminencia de la muerte y al enfrentamiento del hombre con su mortalidad”.
El Instituto de Criónica que preside se especializa en la conservación de todo el cuerpo humano, el de las mascotas, en el almacenamiento de ADN y de tejidos, entre otras cosas.
Congelarse no es solo para ricos, aunque el interés esté creciendo en el sector. “Hay también personas modestas que desean criogenizarse. La mayoría de las que hay en el instituto no son ricas y emplean un seguro de vida simple para financiar su criogenización.
De esta manera, el procedimiento es asequible para la mayoría de las personas, y si se registran cuando son más jóvenes, el seguro de vida es más barato. Nosotros cobramos 28.000 dólares, y el precio se ha mantenido desde que comenzó el instituto, en 1976. El dinero se deposita en un fondo patrimonial, y el interés compuesto paga el mantenimiento perpetuo de los pacientes. El Instituto Cryonics es una institución sin ánimo de lucro, y todos los registros financieros están abiertos al escrutinio público para que se pueda ver en qué se gasta cada
dólar. Es istrado por los , que, a su vez, eligen democráticamente a los directores de la organización”, explica Kowalski.
No duda en afirmar que “a medida que pasa el tiempo, la criónica seguirá creciendo y expandiéndose. Muchas personas en todo el mundo utilizan la red de proveedores de servicios funerarios existentes para facilitar el enfriamiento y el transporte. Para más información pueden visitar nuestro sitio web,
https: //www.cryonics.org/, con traducción en la esquina superior derecha”, recomienda.
De todas formas, eso no le quita el gusto amargo de la conocida frase del noruego Christian Lous Lange, premio Nobel de paz 1921: “La tecnología es un siervo útil, pero un amo peligroso”.
GLORIA HELENA REY
PARA EL TIEMPO