Rompiendo un paradigma
Ramírez se agacha y observa una estalagmita que se encuentra seccionada por la mitad, y la ilumina con la luz de su casco: “Mi investigación, que está por publicarse, consistió en estudiar las variaciones en los isótopos de oxígeno en las estalagmitas, los cuales contienen la señal del agua lluvia durante los miles de años que se toma su formación; luego, estas muestras las envié para su análisis a laboratorios de Brasil, China y México”, cuenta Ramírez, y agrega que con los resultados logró determinar cómo ha sido el clima en Colombia durante los últimos 100.000 años, con un margen de error de tan solo cuarenta años.
“Esta que tengo en mi mano parece solo una roca, pero contiene un detallado registro de la pluviosidad, que es parte fundamental de todo el sistema climático, pues se relaciona con aspectos en apariencia distantes, como la temperatura en los océanos y la acumulación de gases en la atmósfera, como el CO2”, asegura Ramírez.
Según las investigaciones del geólogo estadounidense William Ruddiman, una autoridad mundial en paleoclimatología, hace 23.000 años el nivel global del mar era entre 110 y 125 metros más bajo que en la actualidad, por lo que las islas entre Asia y Australia estaban unidas, y Gran Bretaña se encontraba conectada con el resto del continente europeo. A este periodo se lo conoce como Último Máximo Glacial (LGM, por sus siglas en inglés), y se enmarca dentro de la última glaciación. Duró aproximadamente 5.000 años –hasta hace 18.000 años–, y según el consenso científico, las frías temperaturas vinieron acompañadas de una tenaz sequía que abrazó la mayor parte del territorio, llevando a que buena parte de los desiertos del mundo se expandieran y a que zonas con gran biodiversidad, como el Amazonas, perdieran su cobertura forestal.
Gracias a sus indagación, la científica Ramírez encontró que mientras todo el mundo pasaba por una intensa sequía en el LGM, en Colombia las lluvias arreciaban con vehemencia, lo cual contradice uno de los paradigmas instaurados en la paleoclimatología en el país, el establecido por el geólogo colomboholandés Thomas van der Hammen en los años 70. A partir del análisis del polen de la laguna de Fúquene, en Cundinamarca, Van der Hammen reforzaba la hipótesis imperante de la sequía durante el LGM.
De acuerdo con Ramírez, su trabajo sirve para entender cómo las pequeñas variaciones en cada factor que constituye el clima repercuten sobre todo el sistema. “Si la temperatura de los océanos aumenta siquiera una fracción de un grado, habría un efecto en el área de lluvias en la zona montañosa colombiana”, indica la experta, y añade que su trabajo también permitiría ajustar algunos de los modelos que existen en la actualidad para hacer predicciones climáticas. Incluso, dice, podrían ser útiles para entender mejor fenómenos globales como el cambio climático.
“Durante el Último Máximo Glaciar las concentraciones de CO2, que es uno de los principales causantes del cambio climático, eran de 200 partes por millón (PPM), cifra a partir de la cual se han hecho modelos para entender el clima en el presente, cuando los niveles de CO2 son del doble. Gracias a mis datos, contamos con información verificable que nos permitirá construir modelos más ajustados, con los cuales predecir con mayor precisión qué pasará en el futuro”, apunta.