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La cara tras el diseño y la innovación en Rappi

Daniel Correa, disruptivo y arriesgado, es el vicepresidente en ese frente de la exitosa empresa. 

El 19 de abril de 2014, Daniel visualizó crear una aplicación gracias a la cual si uno le pidiera al celular un deseo (cualquiera dentro de la legalidad), ocurriera.

El 19 de abril de 2014, Daniel visualizó crear una aplicación gracias a la cual si uno le pidiera al celular un deseo (cualquiera dentro de la legalidad), ocurriera. Foto: Archivo Daniel Correa

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Creador de una de las primeras aplicaciones en Colombia para “desear de todo” en un celular y lograr que, como por arte de magia, con un golpe de campana, “TIN”, se hiciera realidad ese deseo, Daniel Correa Fernández es uno de los innovadores y creativos más jóvenes e interesantes de Colombia en el campo de las aplicaciones y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
En el año 2012, terminada su educación secundaria y ansioso de conocer mundo y de aprender otro nuevo idioma (ya hablaba inglés y español), se fue a París para aprender francés. Como adicto a la pizza, efectuaba muchos pedidos vía internet en París, lo que lo impactó, ya que en Colombia entonces no existía esa posibilidad.
En la Ciudad Luz se puso su sombrero de emprendedor –heredado de su padre, el reconocido empresario Luis Fernando Correa–, y tuvo la inspiración de crear una página de internet que no solo ofreciera pizza, sino también mercados, taxis, medicinas, boletas de cine y de espectáculos, entre muchas otras cosas más, lo que no existía entonces en el país ni tampoco en Francia.
Fue así como se dedicó, siendo aún un adolescente, a trabajar en el entonces novedoso emprendimiento de crear no varias páginas sino una sola página a través de la cual se pudiera pedir todo a domicilio, y, luego de pensar mucho, creó el dominio www.pidelotodo.com
Pasó varios meses en París “tirando corriente” para hacer realidad su emprendimiento, pero al final, como muchos buenos proyectos en el mundo, esta iniciativa se quedó sin hacerse realidad, esperando tiempos propicios y capacidad financiera.
Ese mismo año (2012), inició en Colombia, entonces, otro emprendimiento para compartir fotos, el cual se viralizó y llegó a tener más de 400.000 s, llamado Creafick. Pero pronto descubrió que este proyecto era insostenible financieramente y luego también creó la aplicación Gloup, para compartir videos de un segundo, que tuvo éxito temporal, pero no tenía “retención” en los s.

Como en un cuento chino

Daniel, con una insaciable curiosidad, conoció una aplicación para automatizar acciones en el celular, algo realmente maravilloso entonces porque se trataba de generar procesos automáticos no en la red sino en el móvil; por ejemplo, “si llega un mail del jefe, guardarlo en la carpeta ‘tareas pendientes’ ”, y cosas así. Eso “le quedó en la cabeza”, recuerda.
El 19 de abril de 2014, Daniel tuvo su momento de iluminación. Descansando en su cama, de la nada visualizó una aplicación que tuviera una barrita de búsqueda como la de los motores buscadores estilo Google o Altavista, y si uno escribiera un deseo de algo allí, en vez de que aparecieran informaciones sobre ese algo, la idea era que sucedieran acciones automáticas para hacer realidad ese algo de manera ágil. Por ejemplo, que cuando uno escribiera “quiero un taxi”, se generaran los procesos automáticos ágiles y necesarios para que ese taxi llegara a la ubicación solicitada.
La idea, explicada un poco mejor y de manera sencilla, era crear una aplicación que permitiera pedir al celular un deseo (cualquiera dentro de la legalidad) y que pasara lo necesario para que se cumpliera. Era como pedir algo y…. “TIN”, llegaba, y llegaba “de una”. Eso dio nombre a esta aplicación.
Buscó en una página de freelancers a Quan Xing Li, otra vez, en la China, y le explicó detalladamente la idea. Se generaron dos aplicaciones: una para los s y otra para las empresas proveedoras. Primero pensó que había que hacer que alguien llevara las cosas que la gente pedía. Por tanto, debía haber siempre gente dispuesta a llevarlas. En algunas de esas empresas proveedoras ya había servicio de domicilio. Pero en ese momento el mismo Daniel se vio obligado a llevar los pedidos y también pudo apoyarse en los proveedores que ofrecen domicilios, especialmente en las cigarrerías, intermediando rápido él mismo el pedido.
Observó que TIN era proclive a marcar una diferencia. Una vez las personas lo usaban, tendían a volverlo a usar. La aplicación esta vez tenía la tan anhelada “retención” y además comenzó a viralizarse sin publicidad. Agregaba valor y naturalmente las personas la usaban en adelante. Estaba entregando cientos de pedidos y ya tenía alrededor de treinta domiciliarios en moto, pero Daniel era la cabeza de todo y desempeñaba muchos roles.

‘Soy historia’

Un día de junio del año 2015, Daniel iba manejando su vehículo cuando se ubicó a su lado una motocicleta cuyo conductor tenía un bolso en la parte de atrás con el dibujo de un bigote y encima la leyenda que decía Rappi. Investigó un poco y al principio no se preocupó. La oferta de Rappi era de mercados a domicilios, más restringida que la de él, que abarcaba todo.
Sin embargo, cada día que pasaba comenzó a ver más y más motociclistas de Rappi en las calles. Además en su universidad fue sorprendido por gente ofreciendo donas a cambio de bajar la aplicación de Rappi. Vio que estaban creciendo mucho y que comenzaban a ser una competencia importante, aunque aún su oferta era más amplia.
“Siendo aún adolescente,
se dedicó a crear no varias páginas sino una sola a través de la cual se pudiera pedir todo a domicilio, y, luego de pensar mucho, creó www.pidelotodo.com”.
Un día, uno de los cofundadores de Rappi, Felipe Villamarín, lo ó. Le pidió bajar la aplicación a su celular. Daniel notó que la gente de Rappi ya conocía su aplicación y que inexorablemente estaban avanzando en el mismo sentido que él, es decir, abarcando cada vez más productos y servicios, sin que esto implicara que lo copiaban sino que seguramente el inevitable crecimiento de Rappi estaba logrando en la práctica ofrecer de todo, como Daniel se había propuesto desde un principio, y entonces se dijo a sí mismo: “Soy historia”.
Sin embargo, algunas personas de Rappi lo aron hasta concertar una reunión con Simón Borrero Posada, el CEO de Rappi.
A Simón le pareció inverosímil la historia de Quan Xing Li, la programadora china, y se dio cuenta de que TIN básicamente era Daniel, quien trabajaba en las aulas de su universidad, en las cafeterías y en su apartamento, sin tener sede propia.
Simón quedó muy impresionado. Le informó a Daniel que en Rappi tenían en ese momento más de diez ingenieros contratados todo el día, y le dio otras cifras de esa compañía que dejaron a Daniel abrumado.
En una segunda reunión con Simón Borrero, en un edificio de alquiler en la calle 93 con carrera 19, donde en el futuro se establecería Rappi, al “estilo película” subieron al cuarto piso, donde todo estaba en obra gris y no había nadie más. Solamente se veía una mesa Rimax y dos sillas de plástico. Daniel planteó su interés en negociar y Simón le respondió con énfasis: “Hoy salimos negociados”.

Inspiradora de trabajo

Simón le propuso comprar TIN y le aseguró a Daniel que Rappi iba a valer más de un billón de dólares y que tarde o temprano esa empresa sería una de las grandes jugadoras en el negocio en Latinoamérica, pero más que eso, la ambición de Rappi era inspirar en todos sus grupos de interés el trabajo por el logro de grandes sueños prestando un servicio a la sociedad.
Simón, además, volvió a hablarle a Daniel de la ronda de inversión y sostuvo que Rappi será el Amazon de Latinoamérica. Invitó a Daniel a asumir ese sueño juntos y le explicó que en Rappi reinaba la felicidad por el impacto social que generaba y que era un emprendimiento con un futuro descollante en los próximos años. Finalmente le ofreció un paquete accionario que Daniel aceptó y, además, acordaron un salario para que Daniel trabajara en Rappi. Corría el 2016.
Luego de que Daniel aceptó, subieron por el ascensor al último piso y allí Simón le comenzó a presentar la gente de Rappi y lo nombró gerente de Diseño e Innovación. Hoy, Daniel es el vicepresidente de Diseño e Innovación de Rappi. Tiene a su cargo varios diseñadores en su equipo. Daniel es el encargado de todo lo relacionado con el o de la aplicación con los s.
Se siente privilegiado por trabajar en una multinacional como Rappi, presente en nueve países de América Latina en constante crecimiento, ampliando el menú de sus negocios cada vez más y con oficinas en Bogotá, São Paulo y Ciudad de México, entre otras ciudades, y cuyo valor es superior a los cinco mil millones de dólares y consolidado como un ‘unicornio’ empresarial convirtiéndose también en banco.
De las siete versiones de Rappi a noviembre de 2021, Daniel ha participado en seis de ellas, desde la segunda en adelante. Todo lo que ve el es diseñado bajo su dirección con su equipo. A eso se le llama usabilidad, y se analiza y diseña hasta el detalle más pequeño. El área de Diseño e Innovación es considerada una de las áreas más importantes en Rappi. Hay seis mil personas vinculadas a esta empresa. Los fundadores de Rappi son Simón Borrero, Sebastián Mejía y Felipe Villamarín.
Daniel está en el centro de las decisiones de diseño. Es la mano derecha de Simón en esa área. De acuerdo con Daniel, el CEO de Rappi es su mentor. Daniel se considera su escudero y, con humor, asegura que él es como el Alfred de Batman en cuanto al diseño.
Por su parte, Quan Xing Li y Andrés Durán, sus compañeros iniciales de emprendimiento cuando Daniel comenzaba, trabajan hoy en Rappi. Ella es una de las programadoras del Home (pantalla principal) y él es director de Diseño e Innovación y su asesor principal.
Para Simón Borrero, CEO de Rappi, la historia de una persona tan joven y capaz como la de Daniel Correa Fernández es un ejemplo de persistencia y fe en su capacidad de emprendimiento y una muestra de resiliencia ante las adversidades hasta lograr los resultados y subir peldaños en sus aspiraciones, tan necesaria en estos tiempos de desafíos.
El arte de quienes logran funcionar y comprender el modo de pensar homogéneo, pero a la vez consiguen transformarlo y mejorarlo con maneras diferentes y mejores de pensar y de hacer las cosas es lo que algunos llaman inspiración; otros, genialidad; otros, disrupción, y esa es, precisamente, la característica de Daniel Correa y de su celular para hacer realidad los sueños, como si fuera la lámpara de Aladino.
GUSTAVO RIVEROS DÍAZ
PARA EL TIEMPO

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