La innovación tecnológica es a menudo ensalzada por su poder para superar los principales desafíos del desarrollo, estimular el crecimiento económico e impulsar las sociedades para que avancen. Sin embargo, las innovaciones con frecuencia se enfrentan a grandes obstáculos en su implementación.
La imprenta, por ejemplo, fue una bendición para las religiones del mundo, que de un momento a otro obtuvieron un medio eficiente de reproducción y difusión de sus textos sagrados. Sin embargo, el Imperio otomano prohibió la impresión del Corán durante casi 400 años.
¿Por qué oponerse a una tecnología tan beneficiosa? Como sostengo en mi libro La innovación y sus enemigos: por qué la gente se resiste a las nuevas tecnologías, la respuesta no es, simplemente, porque las personas tienen miedo a lo desconocido. La resistencia a los avances tecnológicos, por lo general, se arraiga en el temor a los costos que pueda causar la alteración del statu quo, como pérdida de empleos, ingresos, poder e incluso identidad.
Al prohibir la impresión del Corán, los líderes otomanos querían mantener el control sobre la difusión del conocimiento religioso, conscientes de su papel como pegamento social y pilar del poder político, porque temían que les ocurriera lo mismo que al Papa católico, quien perdió mucho poder con la Reforma protestante, donde la imprenta jugó un papel clave en la difusión de nuevas ideas.
Por supuesto, la erección de barreras a la innovación tecnológica no siempre parte de los gobiernos. Los que tienen un interés personal en el statu quo pueden empujar a sus gobiernos a imponer prohibiciones, como cuando los irlandeses que se oponían a las papas modificadas genéticamente marcharon en Dublín en el año 2002 para rechazar la “muerte de la buena comida”.
Aquellos que se oponen a las nuevas tecnologías también pueden emplear la difamación, la desinformación e, incluso, la demonización. En el año 1674, las mujeres inglesas emitieron una petición en contra del café, alegando que causaba esterilidad y, por lo tanto, debía ser consumido solamente por personas mayores de 60 años. Al año siguiente, el rey Carlos II ordenó la supresión de las cafeterías, todo indica que más motivado por el deseo de proteger la cuota de mercado de las bebidas alcohólicas y, en aquel entonces, el recién introducido té, que por las posibilidades de infertilidad en sus súbditos.
La resistencia a los tractores a principios de los 1900 tomó una forma ligeramente diferente. Los productores y comerciantes de animales de tiro en Estados Unidos temían a la mecanización, que amenazaba su modo de vida. Pero optaron por una campaña que promocionaba las virtudes de sus animales. La Asociación Americana de Caballos emitió panfletos en los que declaraba que “una mula es el único tractor a toda prueba que se haya construido, y “los caballos pueden reproducirse a sí mismos, mientras que los tractores se deprecian”.
El punto es que las personas casi nunca rechazan el progreso tecnológico por pura ignorancia. En realidad, luchan por proteger sus propios intereses y medios de vida.
Evitar las barreras al progreso tecnológico requiere comprender y abordar sus desventajas. Por ejemplo, a medida que las máquinas se hacen cada vez más capaces, los robots están reemplazando un número cada vez mayor de trabajadores. No pasará mucho tiempo hasta que esos robots sean capaces no solo de realizar tareas más complejas, sino también de aprender más rápido de lo que los trabajadores puedan ser entrenados. Es irracional pensar que algunos trabajadores no serán desplazados, tal como ocurrió con los animales de tiro.
Pero si reconocemos estas pérdidas y las abordamos de frente, podremos evitar una reacción en contra de innovaciones tecnológicas que son potencialmente beneficiosas. La clave será centrarse en la “innovación inclusiva”, cerciorándose de que a aquellos que son propensos a perder por el desplazamiento de las tecnologías antiguas se les brinden amplias oportunidades para beneficiarse de las nuevas tecnologías. Solo cuando esto ocurra podremos obtener el mayor provecho de la creatividad humana.
CALESTOUS JUMA
* Calestous Juma es profesor de Desarrollo Internacional de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Project Syndicate