Las redes sociales nacieron bajo un loable objetivo: conectar a las personas en internet, habilitar espacios de socialización alrededor de gustos comunes, contenidos que la misma gente generaba, crear un ecosistema social en el incipiente y naciente ecosistema digital de internet en su momento.
Hoy en día, las redes sociales están muy, pero muy lejos de ese ideario inicial con el que nacieron. La combinación entre la ambición comercial y tecnologías de triangulación, que analizan en tiempo real los gustos, odios, mitos, etc., de las personas, las han llevado a convertirse en máquinas de manipulación cuyo único fin es mantener a sus s la mayor cantidad de tiempo conectados a sus paradigmas y sesgos.
Los medios de comunicación y el periodismo al inicio fuimos importantes y necesarios para las redes: les ayudamos a construir sus audiencias atraídas por nuestros contenidos, videos (muchos videos), nuestra materia prima y esfuerzo humano y técnico, a cambio de un espacio y tráfico desde esas redes. Un día eso cambió, dejamos de ser relevantes cuando consolidaron una preferencia de las audiencias, relegando los contenidos periodísticos y de un lapo a conceptos como la objetividad y la responsabilidad informativa, a cambio de ‘contenidos’ que llamaban más la atención de la gente: teorías de conspiración, manipulaciones políticas y polarización.
Y cuando entra en la ecuación el interés político y las ambiciones del poder, las cosas se hicieron horrorosas. Así lograron manipular a todo un país para la primera elección de Donald Trump. Tras la llegada de Elon Musk como dueño de Twitter (X) se cayeron todas las iniciativas de calidad y cuidado de las audiencias para abrirle paso a teorías de dudosa credibilidad contra migrantes, políticas transgénero, cambio climático y un apoyo frentero y sin pena a una de las campañas políticas con ataques, también de frente, contra sus rivales.
Esto terminó por abrir una esperanzadora puerta: medios que prefieren preservar el valor de su periodismo por encima del chantaje y manipulación de las redes sociales y que han decidido no publicar más su trabajo en dicha red.
The Guardian y La Vanguardia de Cataluña en España lo decidieron así. Señalan a Twitter (X) de ser una plataforma “tóxica”, dedicada a la manipulación y a incentivar el odio, de ser una “caja de resonancia de teorías de la conspiración y de la desinformación” en donde el periodismo serio y responsable desentona y se convierte en objetivo militar de quienes prefieren las verdades a medias cargadas de insultos políticos, raciales, sociales.
Un camino que es posible que otros medios tomen. Y no solo con Twitter (X). Ojalá también en Meta Facebook, Instagram. El periodismo es inherente a la cultura de las naciones, a su solidez democrática, institucional. No es un debate menor: estamos dejando en manos de gigantes digitales y sus ambiciones económicas y políticas, la tarea de informar y formar a nuestra sociedad, encima enriqueciéndose con los datos personales de millones de ciudadanos. ¿Quién puede cambiar esto?
JOSÉ CARLOS GARCÍA R.
Editor Multimedia
@JoseCarlosTecno en redes