¿Cómo vamos a afrontar la dura realidad que significa el mal uso de los teléfonos celulares en niños y adolescentes? El caso de la profesora del colegio Costa Rica, institución pública en Fontibón, Bogotá, es el más reciente ‘recordatorio’ de una crisis que no durará mucho más en silencio.
Que un grupo de muchachitos rodeó y golpeó a una maestra por haberle quitado, como se debe, el celular a una jovencita es algo que no debemos ni permitir ni ignorar.
Porque eso mismo, tal vez en piel propia o en casos cercanos, seguro ha pasado en miles de hogares: la violencia, verbal o física, de niños y jovencitos contra sus padres o mayores por el uso sin control de un teléfono, computador o tableta.
Partamos de la claridad de que la tecnología en sí misma no es el problema. Es impensable culpar a una innovación tan relevante como el internet o la comunicación móvil de esta problemática. Por tanto, debemos entrar en el escenario de las correctas políticas del uso responsable, que deben arrancar en casa y articularse con colegios, principalmente, de la tecnología.
Y del rol de gobiernos y alcaldías, cómo no, en este complejo ajedrez.
Primero: mientras no existan normas claras y obligatorias de tiempos de desconexión transversales entre hogares y colegios, perfectamente acordadas y monitoreadas por padres y maestros, no vamos a lograr nada.
De otro lado, grave error cometemos los padres, proveedores sin límites o reglas, dando de todo sin esfuerzo a nuestros hijos, entre eso teléfonos celulares (¿qué nos pasó? ¿En qué momento olvidamos cómo nos criaron y cómo nos tocaba conseguir las cosas?).
Según un estudio llamado ‘Niños digitales’, hecho por la firma de ciberseguridad Kaspersky, casi cuatro de cada 10 niños en Colombia con edades entre cero y seis años interactúan con un celular o tableta, mientras que siete de cada 10 ya tienen su propio teléfono entre los 7 y los 10 años de edad. ¿Y el control? Casi inexistente: apenas un tercio de los padres dijeron usar un software o funciones de control parental.
Estos son millones de niños con la puerta abierta a los mayores riesgos, atrocidades y peligros del mundo entero, justo en su bolsillo, sin control alguno.
Como grave error cometen los colegios e instituciones educativas al no apretar con firmeza e institucionalizar normas precisas de uso de la tecnología en salones y espacios educativos.
¿Qué pasó con esa ley firmada durante el gobierno Duque que habilitó a colegios de todo el país a implementar medidas estrictas de control y prohibición de uso de teléfonos en sus sedes? ¿Obedecieron el Ministerio de Educación y, por intermedio suyo, todas las secretarías de Educación departamentales y municipales, con dicho ordenamiento que obliga a implementar en sus manuales de convivencia dichas reglas?
Tal vez aquí podría funcionar la máxima, popular y viral, de nuestra Vicepresidenta: “De malas”. Como mamá o papá pagamos el teléfono, cumplimos con el plan de datos, así que también imponemos las reglas de uso. Punto.
Y “de malas”: en el colegio hay normas de obligatorio cumplimiento, entre ellas las relacionadas con el uso seguro y responsable de teléfonos móviles. Punto.
Y autoridades legislativas: ¿cuándo van a apersonarse y a generar política pública sobre el evidentísimo y muy bien estudiado y documentado efecto negativo, nefasto, de las redes sociales en los más jóvenes?
Las cifras más recientes del Ministerio de Salud dan cuenta de un panorama aterrador: el 44,7 por ciento de niños en Colombia tienen indicios de alguna enfermedad mental, que se suman a las estadísticas mundiales por afectaciones al comportamiento de niños y adolescentes por culpa de redes como Instagram.
Claro que hay que defender la neutralidad y libertad de la red, pero hasta donde la salud pública y mental no se vea violentada. ¿O es que los casos de bullying, matoneo, sexting, depresiones, ansiedades de niños y jóvenes no son suficiente argumento para actuar? Hoy golpearon a una profesora. Lo que viene, si no hacemos nada, será peor.
JOSÉ CARLOS GARCÍA
Editor Multimedia
En Twitter: @JoseCarlosTecno