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Celulares que se vuelven pulseras
Empresas de collares, anillos, relojes y pulseras empiezan a esculcar el interior de los equipos.
Varias empresas de collares, anillos, relojes y pulseras empiezan a esculcar el interior de los aparatos tecnológicos para extraer oro y plata con los que fabricar sus productos.
No son las únicas. El mundo comienza a abrir los ojos —lenta y paulatinamente— ante un problema grave que aumentará aún más: los residuos electrónicos. Cada año se desechan cerca de 50 millones de toneladas de ellos. Para entender la dimensión, un informe de Naciones Unidas aclara que ese peso es superior al de “todos los aviones comerciales que se han fabricado hasta la fecha” o al de “suficientes torres Eiffel para ocupar toda la isla de Manhattan, que tiene 87,5 kilómetros cuadrados de extensión”.
Las previsiones son alarmantes: según el informe de Global E-Waste Monitor, en 2030 se producirán 74 millones de toneladas de este tipo de residuos. El resto termina en vertederos donde se degradan y liberan toxinas que contaminan el aire, el suelo y las aguas subterráneas. La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), de las Naciones Unidas, ha sido clara en señalar que “entrañan riesgos notables para el medioambiente y la salud”.
En la actualidad solo se recicla el 20 por ciento de esos desechos. Los objetivos son ampliar en los próximos meses esa cifra al 30 por ciento y que la mitad de los países tengan legislaciones al respecto.
Interiores precioso
Oro, plata, paladio, platino, rodio, plomo, niquel y cobre son algunos de los metales que se esconden en las tripas de los aparatos electrónicos. Algunos pueden ser perjudiciales para la salud humana y para el medio ambiente; otros, muy lucrativos.
“Las empresas de electrónica gastan una fortuna comprando y procesando minerales preciosos, solo para verlos enterrados en vertederos”, señala al respecto el Foro Económico Mundial.
La clave radica en su tratamiento correcto, que permite la reintroducción de muchos de ellos en la economía: una práctica de la llamada economía
circular. El reciclaje estimula la economía, crea trabajos y ayuda a la conservación de las fuentes.
De acuerdo con la UIT, si se someten a un sistema de reciclaje correcto, pueden producir oportunidades por más de 62.500 millones de dólares anuales y crear miles de nuevos puestos de trabajo decentes en el mundo.
Por el contrario, un mal tratamiento conlleva consecuencias nefastas. Los procesos primitivos e inexpertos (mediante quemas o usos de ácidos inapropiados) liberan toxinas peligrosas que afectan a los individuos que los llevan a cabo (muchos en la práctica de la economía informal), a sus comunidades y a la naturaleza. Además, reducen la calidad y cantidad y los recursos extraídos.
Aunque el material rescatado correctamente de un aparato electrónico es poco, la suma de pequeñas porciones vale la pena. Por ejemplo, se estima que los desechos de oro de aparatos electrónicos equivalen al 11 por ciento del total que se extrae anualmente.
Aunque las tecnologías para rescatar estos residuos existen, y llevan tiempo entre nosotros, todavía son costosas e ineficientes. Por eso nuevas compañías se enfrentan al problema desde diversos ángulos. Las refinerías de desechos electrónicos buscan maneras nuevas de funcionamiento, los científicos trabajan en tecnología nano de monotubos para filtros y procesos de recuperación de minerales a través de ondas de sonido bajo agua.
La extensión de estos sistemas hace bajar sus costos. “El reciclaje y la extracción de metales pasa de ser una carga a constituir una nueva oportunidad de ganancia”, según WorldLoop, una organización internacional sin ánimo de lucro. Y prevé que en el futuro inmediato “en lugar de meter en un cajón nuestros teléfonos viejos o, peor, botarlos a la basura, podremos introducirlos en un recipiente de reciclaje cada semana para que sean recogidos adecuadamente”.
Por ahora algunas empresas —como Apple y Samsung— en ciertos lugares dan efectivo o bonos a los clientes a cambio de sus aparatos viejos.
Obreros trabajan en un pozo abierto de la mina de coltán SMB cerca de la ciudad de Rubaya, en la República Democrática Oriental del Congo, en agosto de 2019. Foto:Archivo: Baz Ratner / Reuters
Unas joyitas
Pero no solo las compañías dedicadas a las nuevas tecnologías se benefician del reciclaje del material electrónico. Otras tan clásicas como las joyerías también lo hacen.
Las compañías Lylie, Nowa, Au Terra y, más recientemente, Pandora avanzan con seriedad en ese camino.
Au Terra, por ejemplo, desbarata de manera manual los aparatos en busca de oro y otros materiales que le son útiles. Separa los componentes, los tritura y los somete a altas temperaturas. Se producen así una masa metálica mixta y otra de escoria, que se usa en otros ámbitos, como la construcción.
Lylie, en el Reino Unido, también extrae materiales preciosos. “Un celular tiene 0,2 gramos de oro”, explica, y se usa en promedio menos de dos años. “Extraerlo y refinarlo da como resultado una huella de carbono más baja que el oro de extracción primaria”, informa. Además, de una tonelada de minerales de la tierra se extraen 30 gramos, mientras que en una tonelada de desechos electrónicos “se consiguen unos 300 gramos de este material”.
El reciclaje de estos metales reduciría, por supuesto, la minería, que produce un efecto importante en el medio ambiente. Según Au Terra, hay que desplazar cerca de cinco toneladas de tierra para conseguir solo diez gramos de oro. Esto destruye hábitats, obliga a la fauna a desplazarse, se pierde vegetación, produce desforestación y altera el suelo.
A pesar de ser consciente de que el reciclaje es complicado y costoso, la marca Pandora, una de las fabricantes más grandes del mundo, ya anunció que para 2025 todas sus joyas serán de oro y plata reciclados.
Los celulares pasan de servirnos para comunicarnos a proveernos de aretes, collares y pulseras. Un inesperado camino de ida y vuelta.