En octubre de 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó una nueva vacuna que, según los científicos, cambiará las reglas del juego en la lucha contra la malaria, que mató en 2022 a más de 600.000 personas en el mundo, de las que 580.000 se registraron en África (el continente carga con el 95 % de las muertes).
Dos meses después –en una acción acelerada, que normalmente toma alrededor de 270 días– la incluyó dentro de su lista de “vacunas precalificadas”. El requisito es necesario para entrar en programas de distribución de organizaciones humanitarias.
Los ensayos han demostrado que la vacuna R21/Matrix, desarrollada por la Universidad de Oxford junto con el Serum Institute of India, reduce la malaria hasta en un 75 %. Se puede fabricar de forma económica y a gran escala.
The Conversation Weekly habló con el investigador jefe Adrian Hill, quien también es director del Instituto Jenner de la Universidad de Oxford, sobre esta vacuna revolucionaria.
¿Por qué supone un punto de inflexión?
Según las investigaciones que estamos llevando a cabo, esta vacuna tiene cerca de un 75 % de eficacia en términos de reducción del número de episodios de malaria en el marco temporal de un año. La mejor vacuna hasta el momento contaba con un 50 % de eficacia en ese mismo lapso de tiempo y un porcentaje decreciente en los tres años siguientes. Se trata de una mejora muy significativa, pero no es la única. La gran diferencia estriba en el hecho de que se puede fabricar a una escala que dé respuesta a la necesidad de proteger a la mayoría de los niños que requieren de la vacuna contra la enfermedad en África. Cada año nacen cerca de 40 millones de niños en zonas azotadas por la malaria en el continente que podrían beneficiarse de la vacuna. La nuestra se istra en cuatro dosis en 14 meses, por lo que se necesitan 160 millones de las mismas. Es algo viable. El Serum Institute de la India, nuestro socio fabricante y comercial, tiene la capacidad para producir cientos de millones de dosis de esta vacuna al año, mientras que en el caso de la vacuna anterior se podrían fabricar seis millones de dosis al año entre 2023 y 2026, según indica Unicef en sus informes. La tercera ventaja sustancial es el coste. Sabíamos perfectamente que no podíamos producir una vacuna que costara 100 dólares. Para las agencias internacionales no sería rentable la compra y distribución de la vacuna en países de ingresos bajos. Ahora tenemos un precio que variará en función de la escala de producción; en un volumen elevado, cada dosis debería costar 5 dólares.
La malaria suele tener 4 ciclos vitales. Si se obtiene una vacuna lo suficientemente buena como para atajar uno de esos ciclos, se puede detener la cadena de transmisión.
¿Por qué ha sido tan difícil desarrollar una vacuna contra la malaria?
Durante más de 100 años, la comunidad científica ha tratado de desarrollar vacunas contra esta enfermedad. Se han realizado ensayos clínicos con individuos con más de 100 vacunas. Casi ninguna ha surtido efecto. La malaria no es un virus ni tampoco una bacteria, es un parásito protozoario miles de veces más grande que un virus común. Una buena forma de dar cuenta de su naturaleza es contar cuántos genes tiene. El virus causante del covid-19 tiene 13; el parásito de la malaria, cerca de 5.500. Ahí radica uno de los porqués de su extrema complejidad. Los parásitos adquieren diferentes formas en su ciclo de vida. La primera de ellas la transmite el mosquito a través de la picadura en la dermis y rápidamente se propaga al hígado. Allí, los parásitos proliferan durante una semana, para posteriormente entrar en el torrente sanguíneo. Estos microorganismos aumentan diez veces su tamaño cada 48 horas y se multiplican de manera exponencial. En el momento en el que alcanzan una densidad parasitaria elevada, la persona infectada empieza a percibir los primeros síntomas graves. En el peor de los casos, el paciente puede llegar a fallecer, por lo general, como consecuencia de los daños causados en el cerebro, de un coma o de una anemia grave. Los parásitos son los responsables de la ruptura de los glóbulos rojos. En otra fase, el parásito vuelve a adquirir la forma transmisible por el mosquito para continuar su ciclo vital infectando a otros individuos. La malaria suele tener cuatro ciclos vitales, todos completamente diferentes. Si se obtiene una vacuna lo suficientemente buena como para atajar uno de esos ciclos, se puede detener la cadena de transmisión. Eso es, precisamente, lo que hemos intentado conseguir. Hemos estado trabajando para atacar a los esporozoítos, es decir, la fase en la que el mosquito transmite la enfermedad a través de la piel. Lo que intentamos es poner freno a la transmisión antes de que lleguen al hígado para reproducirse y continuar su ciclo vital. Por suerte, en esta fase no se manifiestan los síntomas típicos de la malaria. La infección es silenciosa hasta que llega a la sangre y los microorganismos se empiezan a multiplicar dentro de los glóbulos rojos.
¿Cuáles han sido los intentos para desarrollar una vacuna contra la malaria?
Los científicos trataron de utilizar el microorganismo de la misma manera que Edward Jenner, pionero en el ámbito de la vacunología, utilizó el virus de la viruela, en su forma completa, para desarrollar una vacuna. Más tarde, el microbiólogo francés Louis Pasteur desarrolló las vacunas bacterianas. En 1943, se realizó un ensayo con una posible vacuna a partir del parásito íntegro de la malaria en Nueva York, pero sin resultados. Estos intentos fallidos crearon cierto clima de desconfianza. No fue hasta los años 80 cuando pudimos empezar a secuenciar los genes del parásito y cuando empezaron a aflorar las primeras vacunas con potencial. En los 10 años siguientes, hubo 5.000 vacunas con visos de ser prometedoras, dado que todos los científicos esperaban que el gen que habían secuenciado sería la vacuna contra la enfermedad. Por supuesto, la mayoría no tuvo resultado.
¿Por qué las vacunas para parásitos íntegros no surten efecto contra la malaria?
Por la misma razón por la que infectarte una vez de malaria no te protege de la próxima infección. En las zonas azotadas por la enfermedad en África, en las que probamos nuestras vacunas, algunos de los niños sufren hasta ocho episodios en tres o cuatro meses. La inmunidad natural no funciona hasta que la persona contrae múltiples infecciones diferentes, y eso explica por qué, generalmente, los adultos están protegidos frente a la malaria y no suelen desarrollar síntomas muy graves. En zonas endémicas son los niños pequeños los que mueren por culpa de la malaria como consecuencia de la primera infección o porque no han adquirido la inmunidad a pesar de haber padecido uno o dos episodios. La malaria ha convivido con nosotros desde hace millones de años, no solo con los humanos, sino también con las especies que éramos antes de convertirnos en humanos. Es un parásito muy astuto que ha desarrollado mecanismos de todo tipo para eludir la inmunidad. Cuando uno trata de istrar una vacuna, se da cuenta de que el parásito siempre encuentra una forma de zafarse. Solo es posible luchar contra él cuando se desarrollan niveles extremadamente elevados de anticuerpos que el microorganismo no ha detectado y que no sabe cómo sortear.
¿Podremos erradicar por completo la malaria de la faz de la Tierra?
La malaria ocupa uno de los escalones más altos en la lista de las enfermedades que queremos erradicar. No creo que en los próximos cinco o 10 años lo logremos, pero sí dentro de 15, más o menos. Por tanto, 2040 parece una fecha razonable. Nadie está diciendo que se dejen de utilizar los mosquiteros, ni los insecticidas ni los medicamentos. Pero lo que tenemos ahora es una nueva herramienta que protegerá más a las personas que cualquiera de los mecanismos que utilizamos en la actualidad.
THE CONVERSATION (*)
(*) Es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons.
Sale más barato que distribuir mosquiteros
Tras décadas de investigación, existe una nueva vacuna contra la malaria: la R21/Matrix-M. Aunque se necesitan tres dosis para alcanzar un nivel de protección, y un refuerzo un año después, la vacuna es barata. Su costo de producción es entre dos y cuatro dólares por dosis, comparable al de otras vacunas de uso pediátrico.
Sumando el costo de distribución y istración se puede decir que la R21 cuesta aproximadamente cinco dólares por dosis. Un estudio reciente indica que vacunar a toda la población infantil candidata en áreas con alta prevalencia de malaria salvaría más de 600 vidas por cada 100.000 niños vacunados y evitaría unos 200.000 casos clínicos (ya que la malaria, una vez contraída, tiende a ser recurrente). Es decir que sería posible evitar que mueran cientos de miles de niños por un costo muy bajo.
La R21 está indicada para niños de entre cinco meses y tres años de edad, y en las regiones de África subsahariana con alta incidencia de malaria viven unos 80 millones de niños candidatos a recibirla. De modo que para darles las tres dosis en 2024 se necesitarían 240 millones de dosis, a las que se sumarían otros 80 millones de dosis de refuerzo en 2025. Después de eso, con la población infantil actual ya vacunada, se necesitarían unos 160 millones de dosis para los 40 millones de niños que nacen cada año. Con esto se salvarían más de 450.000 vidas al año.
Salvar una vida por tan bajo costo es excelente negocio. En Estados Unidos, Medicare cubre el costo de dar diálisis a pacientes de más de 65 años que de otro modo morirían esperando un trasplante de riñón. Hace quince años, economistas de la Universidad Stanford y de la Escuela Wharton calcularon que el costo promedio por año de vida ganado, ajustado por calidad de vida, era 129.000 dólares. Si actualizamos esa cifra por la inflación (dejando a un lado el hecho de que los precios de los tratamientos médicos han aumentado más que otros), el costo hoy ascendería a 182.000 dólares (por un solo año más de vida). En comparación, si calculamos que cada niño salvado por la vacuna contra la malaria tendrá una expectativa de vida de cincuenta años (y es un cálculo conservador), el costo por año al sistema de salud es de 66 dólares (unos 3.300 dólares por toda una vida).
Incluso en una comparación internacional, salvar una vida por unos 3.300 dólares es una ganga. Los programas más eficientes con respaldo empírico que ha podido hallar la importante organización de evaluación de donaciones GiveWell cuestan entre 3.500 y 5.500 dólares por vida salvada. A modo de ejemplo, la Fundación Contra la Malaria protege a los niños de esta enfermedad distribuyendo redes cubrecama contra los mosquitos; cada red cuesta unos pocos dólares, pero el costo de distribuir una cantidad suficiente para salvar una vida asciende a más de 4.000 dólares.
Todavía no se conocen algunos datos, por ejemplo, la rapidez con que podrá producirse la cantidad necesaria de dosis. Pero una cosa debería estar clara: no salvar vidas de niños africanos cuando cada una de ellas solo costará 3.300 dólares es vaciar de sentido nuestra retórica sobre el valor igualitario de todas las vidas humanas.
Peter Singer - © Project Syndicate
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