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Mercurio: un químico que se convierte en un demonio cuando entra al cuerpo

Este metal, usado en la minería —sobre todo en la ilegal— genera daños irreversibles en la salud.

Mercurio: un químico que se convierte en un demonio cuando entra al cuerpo

Mercurio: un químico que se convierte en un demonio cuando entra al cuerpo

Por: José Alberto Mojica Patiño
Redes: @joseamojicap

Se mete por la nariz. Por los poros. Se cuela a través del agua, de los alimentos. Del aire. Y ya adentro, nuestra anatomía no sabe qué hacer con ese elemento químico, catalogado en la tabla periódica como un metal pesado, volátil, inoloro e insípido. En el célebre documento aparece con el número 80 (Hg); al lado derecho se encuentra el titanio (TI) y al izquierdo, el oro (Au). Sí. El oro: el mismo que ha llevado a miles de personas a utilizar una sustancia prohibida en Colombia desde el 2013 y que, sin saberlo —o tal vez—, sabiéndolo, lo usan con resignación para extraer esas rocas doradas con las que se ganan la vida mientras se envenenan por dentro.

Un guardaparques del Parque Nacional Los Farallones, de Cali, tuvo que someterse a unos exámenes especializados y muy particulares, que se convirtieron en rutina: identificar los niveles de mercurio entre los funcionarios de la entidad, que trabajan en áreas naturales expuestas a la contaminación en territorios donde ya se ha establecido, hace rato, que varios de los ríos y afluentes del Valle del Cauca, Antioquia, Chocó y el Pacífico, Norte de Santander, Guainía y Nariño, entre otras regiones, están plagados con ese químico. Y con sus aguas, los peces con los que se alimentan miles de colombianos, plagados igual.

Lleva cinco años en ese cargo. Y durante un buen tiempo, con otros dos compañeros, pernoctaban en periodos de hasta 15 días en el campamento Base Alto del Buey, donde, precisamente, están muchos de los socavones y molederos de los mineros ilegales, operados por gente de la región, de todo el país y hasta por venezolanos que terminaron estableciendo una especie de pueblo donde se paga con roquitas con oro. Hasta los servicios sexuales se pagan con esa exótica moneda.

“Los molederos son esas máquinas donde muelen la piedra. Y ya, cuando está molida, le echan el mercurio para que el oro se separe de la piedra. Toda la tierra y la arena del lugar quedan llenas de mercurio”, dice el hombre, de 30 años, técnico en gestión ambiental y quien reconoce que, él y sus compañeros, sabían del riesgo que corrían pero estaban lejos de imaginar que tendrían ese metal dentro de sus cuerpos.

Hace mucho se sabe que el mercurio está presente en Los Farallones de Cali, sobre todo, desde que se convirtió en uno de los principales focos de minería ilegal del país. Pero —ite— no se imaginaba que saldría contaminado. Ahora lo entiende, pues dormían en ese lugar. Respiraba —y sigue respirando— ese aire infesto. Y aunque hasta ahora no ha sentido ninguna manifestación extraña, no deja de preocuparse.

La prueba se la hicieron el pasado mes de junio y los resultados llegaron cuatro meses después, el 28 de septiembre: le encontraron 11,9 miligramos de mercurio en su cuerpo.

El fuerte llamado de la Procuraduría

El pasado 23 de febrero, la Procuraduría General de la Nación advirtió que en dicho pulmón natural del Valle del Cauca, declarado en 1968 como una de las 59 áreas protegidas del país, no solo persisten las actividades de minería ilegal sino que también se ha incrementado la presencia de mercurio y explosivos, poniendo en riesgo todo el ecosistema del parque y la calidad de las fuentes abastecedoras de agua de los habitantes de la ciudad.

Vale aclarar que allí, en ese cordón montañoso que se eleva desde los 200 hasta 4.280 metros, nacen más de 30 ríos que bañan y abastecen de agua a la ciudad y a la región, entre ellos, el Cali y el Pance. De hecho, ya se identificó que varias especies de anfibios tienen ese químico dentro de su cuerpo. No obstante, las autoridades han aclarado que el agua que se consume en la capital del Valle está libre de esos componentes tóxicos.

“No me he ido de este trabajo porque me gusta mucho hablar con la comunidad y velar por la preservación ecológica. Pero me preocupa que la Procuraduría haga las advertencias y no pase nada”, dice el hombre, angustiado también porque se ha enterado que en Antioquia, en una zona tradicionalmente minera, hay unos señores tan contaminados que los llaman ‘los hombres de mercurio’.

FOTO: Archivo EL TIEMPO

El o directo con el mercurio genera un efecto tóxico irreversible en quienes lo manipulan.

En el pasado mes de enero, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente referenció a Colombia como el mayor emisor de mercurio per cápita en el mundo, y el tercer país que más contamina con este mineral, en todo el planeta, después de China e Indonesia.

La procuradora Margarita Cabello advirtió, con preocupación, que en el país se han identificado más de 83 sitios potencialmente contaminados con mercurio y que, en ciudades como Bucaramanga, estos niveles superan hasta 160 veces lo permitido normativamente, evidenciando que el problema se ha vuelto una cuestión permanente.

Y alertó sobre los grandes e irreversibles daños en los ecosistemas y fuentes hídricas en el sur de Bolívar, el Bajo Cauca Antioqueño y en departamentos como Chocó, Caldas, Boyacá, Córdoba y Sucre, debido a las prácticas ilegales en las que se utiliza este químico, principalmente en la minería ilícita. Según Cabello, esas actividades han ido aumentado “por la posición permisiva adoptada, bajo la falsa premisa de que se está defendiendo la minería artesanal y ancestral”.

Una de las regiones más afectadas ha sido, históricamente, la región del nordeste antioqueño. Sobre todo en los municipios de Segovia y Remedios, definidos por Naciones Unidas, en el 2009, como el tercer territorio más contaminado del mundo debido al uso indebido de mercurio, cromo y cianuro. En aquella época, se calculaban emisiones de 180 toneladas de mercurio al año en ese departamento.

Muchos mineros terminaron irreversiblemente infectados. Han venido perdiendo la memoria. Se han enfermado del sistema nervioso, del hígado, de los riñones. Y hasta de impotencia. Tanto, que las trabajadores sexuales se han quejado por el escaso rendimiento de sus otroras y potentados clientes.

Segovia y Remedios ostentaron ese vergonzoso título hasta el año 2019, cuando investigadores de la Universidad de Antioquia elaboraron una investigación en la que se evidenció una reducción sustancial en la presencia de mercurio en el aire, el agua y en los habitantes de esa región del nordeste antioqueño.

“En Segovia se detectaron hasta 943 microgramos por metro cúbico (μg/m3) de mercurio (Hg) en el aire de algunas zonas de trabajo tradicional, conocidas como entables. En lugares de compra se detectaron 662 μg/m3, en calles frente a los entables fue de 60 y en otras vías apartadas de estos sitios llegó a 13.6 μg/m3. La Organización Mundial de la Salud —OMS— recomienda que la presencia de mercurio no pase de un microgramo en cada metro cúbico de aire”, citó un artículo de dicha institución, firmado por el periodista Carlos Olimpo Restrepo.

Sin embargo, el estudio determinó que en los lugares de trabajo objeto de intervención —entables— se identificó que “la concentración del metal en el aire era de 3.9 μg/m3, en las compras fue de 16 μg/m3, en las calles frente a entables llegó a 0.543 μg/m3 y en otras vías 0.379 μg/m3”. La comunidad agradeció el apoyo permanente del grupo de investigación de Materiales Preciosos (Mapre) adscrito a la facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia.

Un drama que apenas comienza

Pese a los positivos hallazgos en el nordeste antioqueño, Colombia está lejos de cantar victoria. Eso lo asegura el médico colombiano Camilo Prieto, filósofo y divulgador científico colombiano, y uno de los más grandes estudiosos del mercurio y sus implicaciones en la salud humana y en el medio ambiente.

Según este experto, en Colombia el diagnóstico del mercurio tiene un rezago en análisis de las cuencas hidrográficas, particularmente en el Chocó Biogeográfico y en Antioquia, donde se concentra el mayor número de producción minera de oro.

“El mercurio no ha sido atendido como un problema de salud pública prioritario y esto hace que no haya un esfuerzo gubernamental decidido para diagnosticarlo y formular un manejo adecuado”, sigue el académico al explicar que, en el caso de que se impulsara una gran investigación al respecto, en el país no existen personas capacitadas para tomar la muestras. Y que, de hacerlo, sería muy complicado que una persona acceda debido a las barreras que genera la imposibilidad de manifestar síntomas, sobre todo neurológicos, debido a que pueden ser inespecíficos.

“No lo tenemos en el radar pero puede que se esté presentando la enfermedad de Minamata. Cifras del Ministerio de Salud ubican a Colombia en el primer lugar de emisiones de mercurio por encima de China e Indonesia. Más del 83 por ciento de las prácticas en las que se usa este metal son insostenibles. Los vertimientos se hacen sin ningún control, llegan a los ríos y se vinculan a la cadena alimenticia, llegan a los peces, a los seres humanos y al agua”, sigue Prieto.

FOTO: Pixabay

Termómetro

Cuando se habla de la enfermedad de Minamata se refiere a un síndrome neurológico grave y permanente causado por envenenamiento con mercurio, debido al consumo de mariscos y pescados contaminados con ese elemento químico.

Una imagen dramática del fotógrafo estadounidense W. Eugene Smith fue la que le dio el nombre a ese mal. Tsukinoura, una niña japonesa de cinco años, aparece con las manos y los pies torcidos, con la mirada perdida y un gesto de dolor en el rostro, y con el cuerpo descolgado en los brazos de una madre que la mira con desconsuelo.

Corría el año de 1956 en Minamata y el caso de esta niña se convirtió en el primero, adjudicado a dicha enfermedad desconocida que más tarde llevaría el nombre de dicha provincia japonesa donde, en la década del 50 del siglo pasado, la empresa Nippon Nitrogen Fertilizer Corporation empezó a producir acetaldehído, un compuesto utilizado en la síntesis de plásticos y en otras aplicaciones.

“Para la síntesis del acetaldehído era necesario el mercurio como catalizador, o acelerador de la reacción química. Después, el mercurio sobrante se vertía al mar donde, en parte, cambiaba a metilmercurio, mucho más tóxico y más fácilmente asimilable por los organismos vivos. En los peces, moluscos y crustáceos entraba por el sistema digestivo o por las branquias. Los bivalvos y los peces morían, las algas no crecían y, en tierra, los gatos y las aves agonizaban”, describe el portal www.culturacientifica.com.

Muchos de los niños que nacían se parecían a la niña de la foto y padecían de la misma sintomatología, sobre todo, del desorden neurológico. Y se calcula que, en esa época, unas 2.500 personas presentaron el mismo diagnóstico y que más de 900 personas murieron por dicha causa. El fotógrafo, fallecido en 1978, se hizo célebre con la imagen de la niña y le dio a conocer al mundo un drama totalmente desconocido.

“Desafortunadamente, ni los peces, ni los seres humanos podemos metabolizar el mercurio y este se acumula en nuestros tejidos al ser ingerido en la comida, en el agua o mediante vapores que terminan siendo respirados”, dice Camilo Prieto, quien teme que en Colombia se empiece a presentar esta enfermedad.

Y lamenta que el mercurio ya se encontró en la leche materna. Así lo evidenció el estudio ‘Modelo de transferencia de mercurio en leche materna a mujeres lactantes residentes en áreas de explotación de oro con alta contaminación ambiental de este mineral’, liderado por el docente del Tecnológico de Antioquia, Carlos Federico Molina, quien corroboró que el elemento químico se transfiere a la leche materna.

“Se tomaron 150 binomios madre-hijo de los cuatro municipios (El Bagre, Zaragoza, Remedios y Segovia). En las mujeres tomamos muestras de cabello, orina y leche materna. En los niños solo fue cabello y orina. En los análisis que hicimos evidenciamos que sí hubo transferencia de mercurio a la leche materna, pues registró 11 por ciento por encima de lo normal”, explicó el docente, quien agregó que el resultado en los niños fue un alto nivel de Mercurio en el cabello, un 45 por ciento, según una publicación de EL TIEMPO del 23 de mayo del 2017.

Lo único que se sabe sobre el impacto del mercurio en la salud humana ha sido gracias a los esfuerzos de la academia. Camilo Prieto, por ejemplo, adelanta un estudio científico en varios territorios colombianos impactados por dicha problemática, que espera presentar en el primer semestre del 2024, de la mano de varios colegas. Y los resultados que se esperan prometen ser desesperanzadores.

“Las voces de quiénes padecen toxicidad por mercurio sufren en silencio, desconocen su propia condición. Y las que más sufren son las comunidades vulnerables sin a información ni a sistemas de salud ni a sistemas de saneamiento básico, por ejemplo, en el Chocó, donde la gente ya sabe que no puede beber el agua de los ríos”, sigue Prieto y explica que otro de los grandes problemas es el generado por los relaves mineros: esas montañas tóxicas con sedimentos de mercurio que el agua se lleva con la escorrentía, cuando llueve. “Y Colombia no cuenta con la tecnología para darle manejo a los relaves”, termina Prieto al insistir en que nuestro país no ha dimensionado la grave problemática a la que se enfrenta debido al uso indiscriminado e irresponsable del mercurio.

El guardaparques de Los Farallones de Cali tiene un miedo moderado. Y aunque cuenta con cierta información, desconoce la gravedad que representa tener 11,9 miligramos de mercurio en su cuerpo.

José Alberto Mojica Patiño

Editor de Reportajes Multimedia

En X: @joseamojicap

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