Enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD) es un término general para una variedad de afecciones hepáticas que afectan a las personas que beben poco o nada de alcohol.
Generalmente no es un afección que cause signos ni síntomas, pero cuando estos se presentan pueden incluir fatiga y dolor o molestia en la parte superior derecha del abdomen.
De acuerdo a la Clínica Mayo, en los Estados Unidos, es la forma más común de enfermedad hepática crónica, y afecta aproximadamente a una cuarta parte de la población.
Algunos individuos con enfermedad e hígado graso pueden desarrollar esteatohepatitis no alcohólica (NASH), una forma agresiva de enfermedad del hígado graso, que se caracteriza por la inflamación del hígado y puede progresar a cicatrización avanzada (cirrosis) e insuficiencia hepática. Este daño es similar al daño causado por el consumo excesivo de alcohol.
Según la Revista de Gastroenterología de México, en el artículo titulado 'Tratamiento actual de la enfermedad por hígado graso no alcohólico', actualmente no existe ningún tratamiento aprobado por las agencias regulatorias para NASH, pero cualquier esquema terapéutico debe tener como eje central las medidas higiénico-dietéticas, que han demostrado eficacia.
Algunas formas de tratar la enfermedad son:
1) Reducción de peso
En un estudio prospectivo de 261 pacientes con biopsias pareadas luego de 52 semanas de cambios en el estilo de vida se observó una relación entre la pérdida de peso obtenida y la mejoría histopatológica: en particular se corroboró que se necesita una pérdida de peso de al menos el 7% para obtener una mejoría significativa en la enfermedad de hígado graso.
2) Dieta
En un estudio con diseño cruzado que incluyó a 12 pacientes, la dieta mediterránea logró mayor reducción en esteatosis determinada por espectroscopia por resonancia magnética nuclear (ERM) que una dieta isocalórica baja en grasas y rica en hidratos de carbono independientemente del peso corporal. Adicionalmente, se sabe que la dieta mediterránea reduce el riesgo de eventos cardiovasculares, haciéndola una alternativa atractiva en este grupo de pacientes.
3) Ejercicio
En cuanto al ejercicio aeróbico, vale la pena destacar un estudio antes-después en donde se encontró reducción significativa en esteatosis hepática determinada por ERM en 48 sujetos divididos en 4 distintas rutinas de ejercicio (control, bajo volumen-alta intensidad, alto volumen-baja intensidad, bajo volumen-baja intensidad); el efecto fue independiente de los cambios en el peso corporal.
4) Tratamiento farmacológico
Existen actualmente muchos fármacos en desarrollo para NAFLD, la estrategia terapéutica en el futuro próximo deberá tomar en cuenta múltiples factores como el grado/estadio de la enfermedad, las comorbilidades de cada paciente, y factores genéticos.
Las medidas quirúrgicas también han mostrado ser altamente eficaces pero no representan una alternativa viable para una enfermedad con una prevalencia tan elevada. Por lo anterior, el tratamiento farmacológico es y será parte importante en el manejo de esta afección.
¿Qué alimentos evitar si padece de hígado graso?
El tipo de alimentos es tan importante como las cantidades.
En principio, es necesario que limite la ingesta de grasas saturadas y trans, como la mantequilla y el aceite de origen animal, ya que fueron la causa principal de adquirir la enfermedad.
Se reemplazan por grasas insaturadas, especialmente ácidos grasos omega-3, como el pescado, el aguacate, los aceites naturales y los frutos secos.
Debe comer menos alimentos altos en glucosa, como el pan blanco, el arroz blanco y las papas, sustituyéndolos por frutas, verduras y cereales integrales.
Es importante evitar los alimentos y bebidas que contengan grandes cantidades de azúcares, como los postres, las gaseosas y las mermeladas. Puede utilizar endulzantes naturales como la miel.
¿Qué alimentos comer cuando se padece de hígado graso?
La lista de alimentos que son recomendados si se tiene hígado graso es larga. Acá algunos de ellos, según 'MejorconSalud':
Pescados blancos y grasos: salmón, atún, sardina, arenque, bacalao, merluza, etc.
Carnes magras: pollo, pavo y conejo.
Yogur natural bajo en grasa.
Legumbres: son una fuente proteica a tener en cuenta ya que no contienen grasas saturadas como la carne y en cambio destacan en fibra.
Aceite de oliva, frutos secos, semillas, aguacates.
Cereales integrales: avena, arroz, trigo, centeno, etc. También sus derivados como pan o pasta integrales y pseudocereales como la quinoa o el trigo sarraceno.
Frutas frescas.
Verduras de todo tipo (en todas las comidas y si es posible en los snacks, también). Las verduras de hoja verde, como las espinacas, contienen cantidades interesantes de antioxidantes y otros nutrientes que las convierten en candidatas ideales para una dieta protectora hepática.
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