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Análisis
El plomo, el enemigo que sigue al acecho en nuestras casas sin que lo sepamos
Un metal tóxico es difícil de detectar; una nueva tecnología lo facilita, pero falta llevarla a donde se necesita.
El plomo está en todas partes, en el agua, el aire y los alimentos, en los productos de cuidado personal, en juguetes y pinturas, entre otros. Foto: iStock
El plomo está en todas partes, a menudo oculto muy cerca de nosotros en el agua, el aire y los alimentos, en los productos de cuidado personal y en los juguetes de nuestros hijos. Es un metal útil, pero muy tóxico y difícil de detectar: sus emanaciones no emiten olores y, en la mayoría de los casos, la exposición no provoca síntomas evidentes inmediatos.
Esto es muy preocupante porque la exposición al plomo y su ingestión pueden tener efectos perjudiciales sobre casi cualquier parte del cuerpo. Investigaciones recientes señalan que la exposición al plomo es un factor significativo de enfermedades cardiovasculares que matan a millones de personas. Pero aunque la intoxicación por plomo, o saturnismo, causa en un año más muertes que el VIH/sida y la malaria juntos y más que la tuberculosis, recibe apenas una pequeña parte de la financiación destinada a esas enfermedades más conocidas.
Los efectos del plomo sobre la salud suelen ser irreversibles y distribuirse en forma desigual. Por ejemplo, es especialmente dañino para el desarrollo cognitivo de los niños, en quienes provoca reducción del coeficiente intelectual y problemas de conducta. Hoy uno de cada tres niños del mundo tiene niveles peligrosos de este metal en la sangre, casi todos ellos viven en países de ingresos bajos y medios (PIBM). Esa exposición desigual explica más del 20 % de las diferencias de aprendizaje entre los países de ingresos altos y bajos.
Además, el saturnismo causa cada año pérdidas económicas enormes, del orden del 6,9 % del PIB mundial. Solo en EE. UU. la atención médica para los enfermos y la financiación adicional destinada a servicios de educación especial para tratar los problemas de desarrollo y conducta derivados de la intoxicación cuestan millones de dólares cada año. Además, las personas afectadas tienen menos potencial de ganancias durante su vida, lo que se traslada a una pérdida de recaudación tributaria.
De allí la importancia de reducir y eliminar la exposición al plomo. La buena noticia es que la presencia de plomo en el suelo, las especias, los alimentos, la pintura, los utensilios de cocina y otros materiales sólidos puede detectarse con un analizador portátil de fluorescencia de rayos X (pXRF), un dispositivo capaz de ofrecer resultados casi inmediatos y con eficacia ya comprobada en una variedad de entornos.
El uso de pXRF en Nigeria permitió salvar miles de vidas, al identificar y eliminar las fuentes de una epidemia de saturnismo que había matado a más de 400 niños. Y cuando se los usó para evaluar los niveles de plomo en muestras de bienes de consumo y alimentos en 25 PIBM, se halló que el 45 % de las vajillas de cerámica, el 52 % de los implementos de cocina metálicos y el 41 % de la pintura superaban los límites reglamentarios. Algunos gobiernos han usado esta tecnología para verificar la seguridad de juguetes y parques infantiles, fiscalizar la normativa sobre contenido de plomo en las pinturas de los hogares e investigar la relación entre la exposición al plomo y diversos incidentes sanitarios. En Guyana, los pXRF permitieron detectar niveles peligrosos de pintura con plomo (que aún se vende en muchos PIBM) en escuelas y parques infantiles.
Pero todavía muy pocos PIBM usan pXRF para detectar fuentes de saturnismo. En algunos casos, las autoridades no son conscientes de que la exposición al plomo es un problema de salud pública grave. Y sobre todo, comprar y mantener estos aparatos es costoso, y todavía no hay suficiente personal preparado para interpretar los datos que producen.
Mejorar el
¿Qué se necesita para mejorar el a esta valiosa tecnología, de modo que los PIBM puedan identificar y eliminar fuentes de intoxicación que ponen en riesgo a sus poblaciones, y en particular a los más jóvenes? Para responder esta pregunta, un grupo de trabajo internacional formado por expertos en saturnismo, profesionales, funcionarios y aportantes de fondos se reunió en la ‘Sala 3’ (vinculada al Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 sobre buena salud y bienestar) dentro de la iniciativa 17 Rooms.
Nuestro debate sobre cómo lograr la disponibilidad universal de los pXRF en 2030 concluyó que el mejor ámbito para reunir a las partes interesadas en apoyar una iniciativa de esa naturaleza es la nueva Alianza para un Futuro sin Plomo (PLF, por la sigla en inglés), que cuenta con el respaldo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Podrían crearse centros regionales, coordinados por la PLF, que provean pXRF a bajo costo, formación para s autorizados y apoyo técnico (en términos de mantenimiento y análisis de datos) a gobiernos, ONG y entidades asociadas dentro de la academia. Si se logra una demanda suficiente, los centros que proponemos podrán negociar directamente con los fabricantes de pXRF para bajar los precios y adaptar el diseño de los dispositivos con el objetivo de hacer posible una detección económica y exacta de la presencia de plomo en una variedad de fuentes.
Así, la PLF podrá desplegar esta tecnología en todo el mundo, y ese avance actuaría como un mecanismo para que organizaciones internacionales y locales colaboren en concientizar a los gobiernos de los PIBM sobre la gravedad de la intoxicación por plomo. Además, se podrían definir protocolos y directrices claros para el uso de los pXRF en la detección de plomo en distintas fuentes y la respuesta necesaria en función de los resultados.
Frente a la exposición al plomo, la prevención es la única opción, porque no hay cura. Un mayor a pXRF puede ayudarnos a ganar la lucha contra el saturnismo, proteger la salud y el potencial futuro de millones de niños y jóvenes, y liberar miles de millones de dólares en beneficios económicos.
(*) Especialista en protección ambiental internacional. (**) Economista en el Banco Asiático de Desarrollo.
Los tóxicos que entretejen la ropa que nos ponemos
Son varios los químicos que pueden ser dañinos para la piel. Foto:iStock
Desde los tejidos que vestimos hasta los que cubren nuestros muebles y ventanas, o los geotextiles que dan estabilidad a una carretera, todos son esenciales para nuestra comodidad y estilo de vida.
Sin embargo, su fabricación implica frecuentemente el uso de químicos que pueden tener efectos nocivos tanto para la salud humana como para la naturaleza. Su impacto es alarmante, considerando su amplio uso y el o constante con la piel, lo que resalta la urgencia de regular y minimizar su uso.
Por ello es necesario un debate que impulse métodos de producción más sostenibles y seguros para el consumidor y el planeta.
En la industria textil, los químicos contaminantes –entendidos estos como causantes de efectos nocivos para la salud y el medioam-biente– se utilizan por diversas razones.
Mientras que los colorantes aportan colores vivos y duraderos a las telas, los acabados proporcionan características adicionales como resistencia al agua o a las arrugas.
Finalmente, los suavizantes mejoran la textura y facilitan el manejo y la comodidad de las prendas.
Entre los compuestos de mayor preocupación se encuentra el formaldehído –utilizado en resinas para acabados permanentes–, que puede causar irritaciones y alergias severas.
Por su parte, los ftalatos –empleados para aumentar la flexibilidad de los plásticos en cortinas de baño y ropa impermeable– son disruptores endocrinos que pueden afectar los sistemas reproductivos.
Además, los metales pesados como el plomo y el cio, a menudo presentes en los colorantes, son altamente tóxicos y pueden acumularse en el cuerpo humano y el medioambiente, causando desde daño neurológico hasta problemas renales y óseos, principalmente a los trabajadores de la industria textil. También se han relacionado con alergias e irritaciones.
Encima, cuando el color no queda bien fijado, se puede desprender durante el uso con el sudor o saliva, así como en el lavado. Ello implica la contaminación de agua, suelos y ecosistemas, no solo durante la fase de producción, sino también durante el mantenimiento.
Transformar la industria
Ante este panorama, la industria textil está adoptando alternativas menos tóxicas para minimizar su impacto y mejorar la seguridad de sus productos.
Así, el uso de colorantes naturales, derivados de plantas, minerales y otros recursos biológicos, está ganando popularidad debido a su menor toxicidad comparada con los sintéticos.
Al mismo tiempo, poco a poco se imponen procesos de fabricación sostenible, como el empleo de agua reciclada, energía renovable y el uso de técnicas de producción que reducen los residuos químicos.
En el aspecto legislativo, la Unión Europea, a través del Reglamento Reach, ha liderado la regulación de químicos peligrosos, exigiendo pruebas rigurosas y la gradual eliminación de las sustancias más nocivas. Esta clase de regulaciones fomentan una mayor transparencia y responsabilidad y obligan a la industria a buscar vías más seguras.
Más información
Europa tiende a utilizar menos productos tóxicos en textiles debido a sus regulaciones más rigurosas, pero no puede decirse lo mismo de otros países que tienen normas más flexibles. Un dato que el ciudadano debería tener en cuenta al examinar el lugar de origen o fabricación de la tela que compra.
Para los consumidores, elegir textiles menos tóxicos implica estar informados sobre los materiales y procesos utilizados en su fabricación. Una clave es optar por ropa certificada por sellos como Oeko-Tex, que garantizan bajos niveles de sustancias nocivas.
Este tipo de certificado puede referirse a la composición del producto (Standard 100) o al proceso de fabricación (Made in Green), entre otros aspectos.
Asimismo, apoyar a empresas que practican la sostenibilidad y exigir mayor claridad en el etiquetado de los productos puede contribuir significativamente a promover un consumo más responsable y consciente.
Una prenda no tóxica implica que sea respetuosa tanto para la salud humana como para el medioambiente. Al tiempo puede ser más costosa debido a la utilización de procesos de producción éticos, el uso de materiales orgánicos, el cumplimiento de certificaciones rigurosas, los salarios justos y la implementación de medidas para asegurar la transparencia en toda la cadena de suministro.
Estos costos adicionales reflejan una inversión en prácticas ambientales responsables y condiciones laborales equitativas, valoradas por compradores conscientes.
Si, como consumidores, nos preocupamos de las características de un teléfono, un televisor, etc., ¿por qué no lo hacemos con los textiles? La concientización social sobre este tema obligará a los productores a aumentar la oferta de textiles certificados y dejará en nuestras manos la decisión de invertir en opciones responsables que protejan la salud y el medioambiente.
Marilés Bonet Aracil, profesora de Ingeniería Textil, Universitat Politècnica de València. The Conversation es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons.