
Coronavirus: cómo afecta al cuerpo humano y al mundo
El mundo mira con preocupación
el rebrote de covid-19 en Europa
Europa vuelve a ser el centro de atención en términos de la pandemia por covid-19, en razón al incremento de casos positivos que se ha visto en las últimas semanas y que ha posicionado, por ahora, a España y Francia como los más afectados.
No en vano, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido enfática en pronosticar segundas olas para este continente, por lo cual ha pedido a los gobiernos coherencia regional y “acciones coordinadas contra la situación muy seria ante nuevos picos de la pandemia en estos países”.
En las últimas dos semanas, la agencia ha alertado que más de la mitad de los Estados europeos registraron un incremento superior al 10 por ciento en sus casos e incluso en siete de ellos se duplicaron. Estos se suman a los cerca de dos millones de casos de las estadísticas mundiales de coronavirus, en una condición que se esperaba no fuera aumentada por regiones que en el imaginario ya habían pasado lo peor de esta emergencia.
Aunque muchos epidemiólogos son reacios a llamar a este aumento de casos como una segunda ola, argumentando que es demasiado pronto para sacar conclusiones, también hay que dejar claro que en algunos lugares europeos el aumento de las cifras se atribuye también a más pruebas y a la detección de casos asintomáticos que en la primera fase de la pandemia fueron desconocidos.
Sin embargo, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) indica que hay países que se enfrentan a “nuevos brotes graves”, como Bélgica, que en los últimos días ha tenido un aumento drástico de personas que ingresan a cuidados intensivos con formas graves de covid-19. Esto, según la misma agencia, cambia el concepto de mejor preparación y rastreo, en razón a que parecen estar afectándose personas susceptibles de enfermar gravemente que no lo habían hecho en las primeras etapas.
En Francia, por ejemplo, de acuerdo con la misma agencia, las medidas radicales rompieron con la cadena de transmisión limitando la circulación del virus. Sin embargo, con la llegada del verano y la salida de la gente a las calles, el número de casos positivos y muertes volvieron a aumentar desde mediados de julio.
De hecho, este indicador se multiplicó por dos en la última semana con el agravante de que también subieron los casos entre personas de edad avanzada al igual que los llamados conglomerados, lo que motivó a que las autoridades sanitarias alertaran el viernes que “por primera vez desde que se puso punto final al confinamiento (a finales de mayo) hay un aumento de las muertes por covid-19”.
Y aunque en ese país algunos consideran que no tiene sentido comparar los números actuales con los de marzo, porque en aquel momento solo se examinaban pacientes con síntomas severos, lo cierto es que el número de casos que se registran últimamente de manera real es más elevado que el número de pruebas realizadas, lo que configura una subestimación de la pandemia, según la OMS.
En el Reino Unido, por otro lado, muchas zonas siguen sometidas a restricciones para contener el coronavirus. De hecho, por el aumento de casos y brotes, la flexibilización de las medidas se ha pospuesto y, por primera vez, el Gobierno obligó el uso de tapabocas aun en espacios cerrados.
Hace unas semanas, Chris Whitty, director médico del Gobierno inglés, advirtió que el país alcanzó los límites de lo que se puede hacer frente al coronavirus y que no está claro que el número efectivo de reproducción esté por debajo del necesario para considerar que la pandemia está bajo control.
España, por su parte, ha visto desde julio cómo la epidemia vuelve a expandirse a una velocidad inesperada hasta convertirse hoy en el país de la Unión Europea con más casos en proporción con su población.
Vale aclarar que si bien aumentaron los casos, las tasas de mortalidad son bajas, por eso, algunos epidemiólogos dicen que no es posible comparar la situación de marzo y abril con la de ahora, puesto que se ampliaron los criterios de pruebas que permiten detectar asintomáticos que desarrollan formas benignas de covid-19.
También tranquiliza el hecho de que el coronavirus es relativamente estable y no está acumulando mutaciones que afecten su virulencia, como pasó en las segundas olas de otras epidemias.
Eso sí, al ser un virus frente al cual hay incertidumbre sobre la inmunidad que deja, es difícil hasta ahora pensar en el 60 por ciento necesario para obtener defensas de rebaño, lo que podría favorecer la aparición de segundas olas. Y en ese sentido, no se puede descartar que los brotes que están apareciendo en Europa puedan descontrolarse y causar problemas mayores, de ahí que la OMS insista en la necesidad de reforzar medidas de control de manera colectiva entre todos los países.
Se agudizaron otros males
La Comisión Lancet Covid-19 dio a conocer un primer informe en el que destaca que la pandemia agudizó problemas en el planeta, que urge abordar. Menciona que las inequidades en salud se incrementaron por cuenta de la emergencia, y proyecta un exceso de muertes por causas distintas a covid-19. El informe calcula que en los próximos cinco años habrá 1,2 millones de fallecimientos más por tuberculosis, y que este año ocurrirán 673.000 muertes más de las esperadas por VIH en África y 1,2 millones más de decesos de niños menores de 5 años.
Señala, además, que el 90 por ciento de los países entraron en recesión económica y que en el segundo trimestre del año se perdió el equivalente a 300 millones de trabajos de tiempo completo.
El informe propone soluciones alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el acuerdo climático de París, con enfoque de género y multilateralidad, que empiezan por fortalecer la salud pública.
Cómo actuar si hay un paciente
de covid-19 en casa
¿Cómo afecta el virus
al cuerpo humano?
CORONAVIRUS EN COLOMBIA
CORONAVIRUS EN EL MUNDO
El efecto global del virus y
la posibilidad de una vacuna
El número de personas infectadas con el nuevo coronavirus, que emergió en diciembre en China, sigue aumentando con el paso de los días. Ya son más de un millón casos registrados, de los cuales más de 50.000 han fallecido, una situación que ha llevado a investigadores a trabajar para desarrollar una vacuna y tratamientos destinados a luchar contra el virus.
Los países más afectados por el virus están en Europa. Mientras Italia ha registrado más de 14.000 fallecidos y 114.900 contagiados, España ya superó la cifra de 10.000 muertos y tiene también más de 110.000 contagiados.
En la lista siguen Estados Unidos, con cerca de 5.000 decesos y más de 216.000 casos; Francia con más de 4.032 muertes y 56.000 infectados; y China continental con 3.312 fallecidos y más de 81.000 casos.
Desde el comienzo de la epidemia, Europa suma más de 34.574 fallecidos (508.577 contagios), Estados Unidos y Canadá más de 5.248 (226.247), Asia más de 3.994 (111.877), Oriente Próximo más de 3.298 (62.809), América Latina y el Caribe más de 615 (22.157), África más de 237 (6.416), y Oceanía más de 27 (5.949).
En el viejo continente, la Unión Europa propuso un plan de 100.000 millones de euros para apoyar el empleo frente a la crisis. Allí, Alemania también ha presentado una cifra notable de contagiados: ya son más de 73.000, mientras que el número de muertos suma ya 872.
Por su parte, el presidente de EE. UU., Donald Trump, ya advirtió que en su país –ahora epicentro de la pandemia en el mundo- las cosas solo van a empeorar en los próximos días. "Vamos a tener un par de semanas que van a ser terribles", anunció.
En América Latina, los países más afectados, en contagios y muertos, son Brasil, con al menos 5.717 casos (más de 200 fallecidos), Ecuador (más de 2.700 casos y al menos 93 muertes), República Dominicana (más de 1.200 casos y al menos 57 decesos), México (más de 1.200 infectados y al menos 29 fallecidos) y Panamá (más de 1.180 contagios y al menos 30 muertos), en tanto Argentina ha registrado más de 1.000 contagios y al menos 27 decesos.
América Latina alcanzó los 10.000 casos confirmados de covid-19 el viernes 27 de marzo y duplicó la cifra en cinco días.
Brasil fue el primer país latinoamericano en confirmar un contagio por coronavirus el miércoles 26 de febrero: un hombre de 61 años que había estado días atrás en Lombardía, uno de los mayores focos del brote en Italia. El sábado 7 de marzo, un hombre de 64 años se convirtió en Buenos Aires en la primera víctima mortal de la Covid-19 en América Latina.
La expansión del coronavirus llevó a todos los países de la región, con excepción de Brasil y Uruguay, a restringir la circulación de sus ciudadanos para frenar la pandemia. Más de la mitad de la población del mundo se encuentra bajo algún tipo de confinamiento mientras los países buscan desesperadamente detener el avance del virus.
Otros países están recurriendo a medidas extremas para frenar la propagación del virus. El caso más radical es el de Filipinas, donde el presidente, Rodrigo Duterte, ordenó a las fuerzas de la ley "disparar a matar" a aquellas personas que violen los requisitos de la estricta cuarentena por la pandemia de covid-19.

Soldados de Corea del Sur usan atuendos protectores mientras desinfectan las calles de Seúl (4 de marzo de 2020). Corea del Sur reportó ese día 142 casos más de coronavirus, con lo que suma 5.328 casos (la mayor cantidad en un país fuera de China). Foto: AFP/Jung Yeon-je
CORONAVIRUS EN LA ECONOMÍA
La economía global pasa a cuidados intensivos
El sacudón de la segunda semana de marzo aumenta probabilidad de que a emergencia por covid-19 le siga una recesión.
Desde hace semanas, los analistas habían subido el nivel de alarma ante la posibilidad de que el coronavirus acabara afectando seriamente la economía mundial.
En respuesta a esas advertencias, el temor se había apropiado de los mercados de valores y de bienes primarios, que mostraban un descenso pertinaz en las cotizaciones de acciones y productos básicos.
Sin embargo, ninguno de los temblores previos es comparable con el sacudón de la segunda semana de marzo, cuando el miedo se convirtió en pánico. Más allá del fuerte repunte experimentado el viernes 13 de marzo en la Bolsa de Nueva York, tras el balance aumenta la probabilidad de que a la emergencia sanitaria causada por la propagación del covid-19 le siga una recesión global.
El motivo es que el curso normal de las actividades cotidianas se interrumpió de manera abrupta en un número creciente de latitudes. La caída en el número de pasajeros aéreos y el aislamiento de países enteros no solo afecta todo lo relacionado con viajes y reuniones, sino también el consumo en general y las cadenas de valor. Al romperse los eslabones, incontables fábricas se ven obligadas a parar sus líneas, acelerando la marcha de un círculo vicioso.
Para colmo de males, la guerra entre vendedores de petróleo apareció sin previo aviso. El rompimiento de las conversaciones entre la Opep y Rusia –que entre las dos controlan casi dos terceras partes del suministro de crudo en el planeta– derrumbó las cotizaciones.
A pesar de que en 2015 quedó claro que una estrategia de aumentar la oferta no deja ganadores, sino solo perdedores, la sensatez sucumbe ante los orgullos nacionales y las antipatías personales, como los sugieren las declaraciones provenientes de Moscú y Riad, la capital de Arabia Saudí. Dos jugadores de enorme tamaño optaron por aumentar sustancialmente la oferta de hidrocarburos, justo cuando los excedentes superan los dos millones de barriles diarios.
Los vientos huracanados también se sintieron en Colombia, magnificados por cuenta del derrumbe en los precios de su principal renglón exportador. Ver la tasa de cambio superar la barrera simbólica de los cuatro mil pesos por dólar dejó a más de uno sin palabras. Además, las medidas de contención relativas al covid-19 adoptadas en el país empiezan a causar estragos.
Reza el conocido refrán que a grandes males, grandes remedios. Lo que está por verse es si esos grandes remedios ocasionan igualmente grandes males, particularmente en el campo de la economía, dejando secuelas de largo plazo.
Cualquier parecido…
Cuando ocurren estos movimientos telúricos, lo primero que hacen los estudiosos, al igual que las autoridades encargadas de apagar el incendio, es poner en práctica las lecciones dejadas por emergencias similares. En lo que compete a la salud, desde las estrategias ensayadas cuando apareció la gripa española en 1918 hasta lo hecho en el momento en que aparecieron otras epidemias recientes sirven para diseñar la batalla contra el nuevo mal.
Algo parecido pasa en materia económica. A primera vista, lo ocurrido en los últimos días se asemeja a la situación vivida en 2008, cuando explotó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos. Tan pronto aparecieron las señales de que un buen número de bancos habían hecho préstamos desmedidos o adquirido papeles respaldados por hipotecas que dejaron de pagarse, Wall Street y las principales bolsas, desde Tokio hasta Londres, vivieron jornadas de pánico.
En cuestión de días, cientos de miles de millones de dólares se esfumaron y se declaró una crisis financiera que acabaría llevado a la bancarrota a un buen número de entidades. Las repercusiones se sintieron al otro lado del Atlántico, pues Europa pagó también una cuenta onerosa que llevó a una contracción prolongada, combinada con mayores tasas de desempleo.
Con el fin de responder a la debacle, en ese entonces las principales potencias reaccionaron y aplicaron parte de las enseñanzas derivadas de la Gran Depresión que comenzó en 1929. Los gobiernos adoptaron medidas de emergencia con el propósito de rescatar entidades en problemas, mientras los bancos centrales bajaron tasas de interés e inyectaron liquidez para comprar papeles y estimular tanto el consumo como la inversión.
El tratamiento acabó siendo exitoso. Sin desconocer que el producto interno bruto del planeta cayó 2 por ciento en 2009 –la primera contracción desde el fin de la Segunda Guerra–, la hemorragia se pudo contener. Con el paso de los meses no solo se evitó una quiebra de las instituciones de crédito más representativas del mundo desarrollado, sino que los estímulos permitieron que las cifras en negro remplazaran los saldos en rojo.
Por cuenta de dicho antecedente, es fácil pensar que ahora se requiere una terapia similar. Los anuncios hechos por Donald Trump o Angela Merkel se parecen a los provenientes de Washington o Berlín casi doce años atrás. Otra vez el costo del dinero va hacia abajo, mientras se suceden las políticas millonarias para compensar a sectores específicos o a los trabajadores que se vean afectados directa o indirectamente por el covid-19.
Que una intervención activa se vuelve obligatoria, es algo que pocos analistas ponen en duda. Gita Gopinath, la economista jefe del Fondo Monetario Internacional, sostiene que “las autoridades tendrán que implementar medidas focalizadas en el ámbito fiscal, monetario y financiero para ayudar a los hogares y las empresas afectadas”.
En términos prácticos, ello consiste en darles aire a los damnificados. Por ejemplo, en Estados Unidos las licencias remuneradas por enfermedad son una rareza, de manera que quien falta a su trabajo no recibe salario.
Para alguien obligado a aislarse durante dos semanas, una caída de ingresos puede incidir negativamente sobre su calidad de vida. Ante la amenaza de una crisis financiera, más de uno preferirá irse a laborar así tenga síntomas de coronavirus, prolongando el contagio del mal.
Debido a ello, es aconsejable que las personas reciban un estipendio proveniente de fondos públicos. El objetivo es tender una red que evite una descolgada del consumo, impidiendo al mismo tiempo abusos o transferencias exorbitantes.
A su vez, ciertas compañías también requieren respaldo. No hay duda de que las principales líneas aéreas ven amenazada su supervivencia, al igual que las compañías de cruceros, pero la lista es mucho más amplia. Gopinath señala que “Corea ha ampliado los créditos para operaciones empresariales y las garantías de préstamo para las pequeñas y medianas empresas afectadas. Así mismo, los reguladores y los supervisores del mercado financiero podrían alentar la prolongación de los vencimientos de los préstamos de manera provisional y limitada”.
No obstante, es clave tener en cuenta que los remedios descritos tendrán un efecto apenas paliativo en caso de que los esfuerzos de contención del avance del coronavirus no tengan resultado. Para decirlo con toda claridad, esta crisis tuvo su génesis en la salud y solo será superada cuando la ciencia gane la batalla. Así el paciente –que en este caso es la economía– reciba mejor atención, seguirá en su cama de enfermo.
Lucha de titanes
Una perspectiva distinta es la del mercado petrolero. Partiendo incluso del supuesto irreal de que una cura definitiva para el covid-19 está a la vuelta de la esquina, nada hace pensar que la oferta desproporcionada de hidrocarburos va a detenerse pronto.
Un repunte en la demanda –que tardaría meses en normalizarse– serviría muy poco, a menos que las válvulas comiencen a cerrarse.
Las cifras son elocuentes. Si las promesas de aumento sustancial de la producción hechas por Rusia y Arabia Saudita se cumplen, los excedentes mundiales de crudo podrían llegar a cinco millones de barriles diarios en cuestión de semanas, más del 5 por ciento del consumo global. Es verdad que Donald Trump se comprometió con adquirir medio millón de barriles diarios, pero el lío de fondo continúa.
Tal como en 2014, la intención vuelve a ser la de “ahogar” a los operadores de costos más altos. Buena parte de las explotaciones que tienen un punto de equilibrio elevado se encuentran en Estados Unidos, que en un lapso relativamente corto se convirtió en el principal productor de petróleo del planeta gracias al uso de técnicas no convencionales como el conocido ‘fracking’.
Bajo la lógica más simple, nadie logra sobrevivir si vende a pérdida. En semejante escenario, lo que vendría pronto es una oleada de quiebras y el cierre de los campos más ineficientes. Para quienes piensan con el deseo –comenzando por los rusos– el bombeo estadounidense se reduciría y habría una nueva repartición de la torta.
La experiencia reciente muestra que no es así. Durante la debacle de cinco años atrás poco de eso ocurrió. De hecho, se lograron mayores eficiencias y aunque algunos salieron del juego, las pérdidas de exportadores tradicionales acabaron siendo tan grandes que el saldo de la operación resultó negativo.
Aparte de lo anterior, tal parece que la mayoría de las firmas estadounidenses había hecho ventas a futuro con precios significativamente superiores a los actuales. Eso implica que su capacidad de resistencia se prolongará durante meses.
Además, la geopolítica entra en la ecuación. Quienes saben hilar fino sostienen que Moscú le está cobrando a Washington las sanciones en contra de las compañías rusas con presencia en Venezuela. Varias subsidiarias del gigante Rosneft han sido castigadas, lo cual habría llevado a los ejecutivos de esta última a convencer a Vladimir Putin de adoptar una línea dura, más allá de las pérdidas que ocasione. En respuesta, Trump defenderá su preponderancia energética como sea.
Una máxima conocida sostiene que las guerras no dejan ganadores. Y aunque todo apunte a que así volverá a pasar esta vez, la irracionalidad volverá a causar daños enormes, que se extenderán a la economía local.
Cuentas preliminares
Debido a la conjunción de eventos de diverso orden, no hay duda de que el crecimiento económico mundial va a ser menor durante 2020. Los pronósticos están a la orden del día y van desde una reducción de algunas décimas en la proyección de 3,3 por ciento hecha en enero pasado por el Fondo Monetario hasta una contracción significativa.
Todo dependerá, por supuesto, de la duración de la emergencia. “Es muy posible que el crecimiento del primer semestre no se salve, por lo que ahora el objetivo es salvar el año”, subraya Luis Alberto Moreno, del Banco Interamericano de Desarrollo.
Para que eso suceda es indispensable que el contagio no se extienda a otros ámbitos. Múltiples analistas han señalado que los niveles de endeudamiento superan ahora los registrados antes de la crisis financiera de 2008. Una avalancha de deudores quebrados podría ocasionar un verdadero tsunami, justo cuando los bancos centrales y los gobiernos se han gastado todo su arsenal en impedir el avance del coronavirus.
Por tal razón, no hay que dejarse engañar por episodios de euforia, como el del viernes pasado en la Bolsa de Nueva York. Aun sin saber lo que traerá el futuro, es seguro que la volatilidad será la norma en los meses que vienen, que la salida de capitales de las naciones emergentes continuará y que la tranquilidad solo retornará cuando el paciente salga de cuidados intensivos. Y falta mucho antes de que al planeta, y a su economía, se le pueda dar de alta.
La historia de un virus que llegó para quedarse
Con su presencia en Colombia el nuevo coronavirus (2019-nCoV) ya está en la mitad de los países del mundo. Conocer su origen, su evolución y las medidas para contener su avance es mandatorio.
Carlos Francisco
Fernández y Ronny Suárez
Wuhan. Provincia de Hubei. Corazón de la zona central de la República Popular China. 3.500 años de historia. Enclave vital para el transporte, la ciencia y el comercio. 11 millones de habitantes. Y el lugar de nacimiento de un virus que salió de uno de sus pequeños mercados de mariscos y hoy tiene en jaque al mundo por los miles de muertos e infecciones que ha causado. El nuevo coronavirus causante de la enfermedad covid-19.
Tratar de resumir en un párrafo la magnitud de esta nueva amenaza para la salud mundial sería una presunción exagerada porque hace apenas tres meses muchas personas en el mundo ni siquiera conocían la existencia de esta ciudad que hoy llena las pantallas de los noticieros en medio del temor que genera lo desconocido.
La historia oficial de esta nueva enfermedad comenzó el 31 de diciembre pasado. Mientras el planeta recibía un nuevo año las autoridades sanitarias de China le develaban a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la aparición de una serie de casos de neumonía de origen desconocido en esta ciudad que alguna vez incluso fue capital del gigante asiático.
Una semana después se anunciaba al mundo que el causante de esos casos era un nuevo tipo de coronavirus, del que pocas horas después Zhong Nanshan, destacado científico de la comisión nacional de salud -con experiencia en otros virus como el Sars- anunció que el patógeno recién llegado se transmitía entre humanos.
Un muerto el 11 de enero y el rápido desborde de las fronteras chinas para pasar a vecinos cercanos como Japón, Taiwán, Corea del Sur y Tailandia, inicialmente, le dieron suficiente relevancia a un evento de salud pública que poco a poco empezó inquietar a los expertos del mundo.
Y es que en menos de un mes el crecimiento fue exponencial. De Asia pasó a Europa y países emblemáticos como Italia, Francia y Alemania experimentaron el rigor de su expansión con casos que se multiplican diariamente mientras ciudades como Venecia por primera vez en su historia se muestran sin turistas.
Esta fue la condición para que por la continuidad de los vuelos y el flujo de personas entre esta parte del mundo y el viejo continente los eventos empezaron a aparecer. Primero en los Estados Unidos y Canadá y poco a poco emergió en Latinoamérica al punto que el 6 de marzo se confirmó un primer caso en Colombia.
El nuevo inquilino
Si bien la palabra coronavirus le dio la vuelta al planeta como una forma de denominar al nuevo invasor del organismo humano, lo cierto es que este tipo de agentes no son nuevos. Son un género de virus ARN, es decir que tienen como estructura el ácido ribonucleico. Su nombre deriva de la apariencia que bajo el microscopio asemeja una corona de estructuras redondeadas, formada por proyecciones de proteínas que salen de la superficie y le dan una capacidad especial (eléctrica) para adherirse a las células del huésped, por lo general una especie animal.

Se han clasificado coronavirus caninos, felinos, en aves, en ratas, cerdos, becerros, serpientes, murciélagos, camellos y, obviamente, humanos, entre los cuales sobresalen el Mers-CoV, identificado por primera vez en Arabia Saudita en el 2012 y que causa el síndrome respiratorio de Medio Oriente; y el Sars, sin dejar de lado otros de menor protagonismo que incluso hacen presencia en Colombia.
En el caso del 2019-nCoV, como se bautizó inicialmente a este tipo, los investigadores chinos determinaron que era un virus de esta familia del coronavirus que no correspondía a los identificados hasta ahora en humanos, por lo que se consideró que pudo haber migrado después de una mutación desde especies animales hacia algunos habitantes de la región de Wuhan, en cuyos organismos se adaptó para multiplicarse. Esto configuró una nueva infección.
Lo que no se sabe aún con certeza es cuál es su verdadero origen. Diversos estudios han señalado como predecesores más cercanos los coronavirus presentes en los murciélagos, las serpientes o los pangolines.
De hecho, un estudio en la revista ‘Journal of Medical Virology’ aventuró a plantear una hipótesis que relacionaba el origen del 2019-nCoV con el o permanente de coronavirus pertenecientes a distintas especies. Algo que tiene algo que tiene sentido porque en aquel mercado de Wuhan se comercializan todo tipo de animales.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores recolectaron cinco genomas secuenciados del 2019-nCoV y los compararon con secuencias genéticas de coronavirus ya conocidos de diferentes huéspedes tanto humanos como animales de todo el mundo. Dichas comparaciones permitieron descubrir que el nuevo invasor provenía de un ancestro común a través de un proceso que ocurrió hace más o menos dos años, cuando al parecer se produjo una recombinación entre el coronavirus del murciélago y algún otro virus que a la postre logró identificarse con los que colonizan especies que solían estar en el comercio de Wuhan.
En otras palabras, se intercambiaron partículas de las estructuras virales de diferentes especies para formar un híbrido (virus nuevo) que entre sus nuevas características desarrolló una proteína que le permite adherirse a las células humanas e invadirlas.
Con esta descripción, el resto es conocido: el virus se pega a las células respiratorias de los humanos, se reproduce dentro de ellas, las destruye y libera muchos virus que infectan otras células hasta configurar una verdadera enfermedad en las vías bronquiales y pulmonares.
Una alarma mundial
Si bien sigue el curso normal de cualquier virus respiratorio, el 2019-nCoV se convirtió en un problema por su facilidad de transmisión y por tomar a sus víctimas sin ningún tipo de defensa. Se comportaba como una bola de nieve que paralizó a China y gran parte de Asia y se deslizó a Europa y Norteamérica en cuestión de días.
Las cifras de fallecimientos y enfermos aumentaban sin parar, en un conteo que sobrepasó rápidamente los récords de virus cercanos y recientes. Para la segunda semana de febrero 1.100 muertos, cerca de 44.000 infectados y la presencia viral en 24 países hizo que la OMS decidiera después de darle largas que la enfermedad covid-19, como se nombró oficialmente a esta enfermedad, fuera declarado una amenaza de salud pública de interés internacional. En otras palabras, ningún rincón del mundo está inmune a este coronavirus nacido en aquel mercado de Wuhan.
Claro, el foco de este drama se centraba en los seres humanos, pero no eran pocas las afectaciones que impactaban incluso en la economía mundial. Las fiestas del año nuevo chino fueron suspendidas, el precio del dólar empezó a fluctuar a ritmo del virus, el comercio tan activó con el gigante asiático por primera vez en muchos años sintió un frenazo, grandes eventos como el Mobile World Congress 2020 tuvieron que cancelarse con consecuencias que, a ciencia cierta, no terminan de dimensionarse.
Pero la cosa fue más allá porque el mismo presidente de la República Popular China, Xi Jinping, tuvo que salir por vez inédita a reconocerle el mundo que estaban haciendo todos los esfuerzos para contener la propagación del brote y solicitó la colaboración de la OMS para enfrentarlo, mientras la cuarentena se amplió a muchos otros países y se ordenó la construcciones de dos hospitales exclusivos para atender estos eventos.
Y mientras tanto Wuhan, la gigante paralizada, se mostraba al mundo con las calles desiertas y sus habitantes tratando a toda costa de evitar una infección que mata a tres de cada 100 enfermos y una estigmatización que parece inevitable.
Muchos ensayos, vacunas lejanas
Al tiempo que el brote crecía sin control, los investigadores del mundo se lanzaron en una carrera para encontrar mejoras en las pruebas diagnósticas rápidas, por un lado, y la génesis de una vacuna que desde diferentes frentes y con base en la experiencias de otras epidemias se espera en un término no menor a 18 meses, por el otro.
Y mientras esta aparece, los médicos, tanto en China como en otros lugares, se ven obligados a utilizar otros métodos con la esperanza de curar a los pacientes, como cócteles antivirales, medicina tradicional, inyección de plasma e incluso corticoides
En ese sentido, muchas vocen coinciden en que la enfermedad covid-19 ha llevado a sus límites a los sistemas sanitarios de muchos países, empezando por el propio chino que no ha dado abasto para atender a los enfermos, y ha puesto a prueba los protocolos establecidos para situaciones de este tipo. Dos cruceros varados en Japón, por ejemplo, fueron foco de cientos de contagios y varias muertes a pesar de estar en cuarentena.
Y aquí nace un temor mayor: que el coronavirus se expanda por países con sistemas sanitarios precarios que no puedan manejar los brotes y lleven a una verdadera tragedia mundial, según deja ver el infectólogo colombiano Carlos Álvarez.

CRÉDITOS
Editor del especial: Jhon Jairo Torres:
Redacción: Rony Suárez y Carlos Francisco Fernández (Unidad de Salud), Sandra Ramírez (Redacción Internacional), Carlos Arturo García Mahecha (Redacción Economía), Rafael Quintero (Unidad de Datos).
Editor Gráfico: Beiman Pinilla.
Equipo de diseño: Sandra Rojas, Juan Sebastián Forero, Sebastián Márquez, Katherine Orjuela. Maquetación: Giovanni Ariza, Carlos David Rodriguez
Ilustración 3D: Carlos Morales.
Animación: Sebastián Forero.
Editor Especiales Digitales: José Alberto Mojica.
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Informe de CityTV:
Jessica Leaño - Periodista de Citytv
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