A esta discusión sobre el sistema de salud, se le aplica el viejo cuento: el borrachito busca en la madrugada, bajo la luz de un farol, las llaves de su casa. El policía que acude en su ayuda al ver que la búsqueda es infructuosa, le pregunta: Las llaves se perdieron aquí? No señor agente, pero aquí es donde hay luz para buscarlas.
El gobierno pone la luz en deficiencias ciertas pero la llave no está ahí.
Todo sistema de salud tiene defectos. No existe la ilusión acariciada por el gobierno: no hay un sistema 100 por ciento óptimo. Colombia no tiene el mejor sistema del mundo, pero tampoco el peor. La idea de que el control de los recursos por parte del Estado es por sí sola la varita mágica, es equivocada. Hay mucho espacio para mejorar, pero es una tarea que exige recursos, gestión y paciencia. El gobierno de buena fe cree que mayor presencia estatal corrige los defectos, incluida la corrupción. Otros piensan lo contrario. Pero ahí no están las llaves. Hay un trasfondo político: se considera que el lucro lleva recursos a los particulares que debían ser aplicados al sistema. Y no deja de ser una tentación echar mano de dineros ingentes y burocracia frondosa.
Pero la verdad amarga es otra: Una conjunción de jueces, gobernantes y políticos fue ampliando las coberturas en salud. Hemos diseñado un sistema casi infinito con recursos finitos. Esta cuadratura del círculo exige examinar con seriedad los recursos financieros -más allá de quién los maneje- de modo que el sistema sea sostenible. Y examinar como sociedad, cuál es la verdadera capacidad del resultado. El médico quiere curar pero el salubrista -ese es su drama- debe decidir dónde es más productivo el dinero en términos de salud de la comunidad. La opinión debe reflexionar. Y los políticos dejar de manipular e insultarse con propósitos electorales.
No hay duda de que hay un acumulado de deudas insatisfechas que vienen del pasado. Parece un acertijo. El Estado le debe a las EPS, éstas a las IPS, un remolino que la llamada ley de punto final alivió pero no liquidó. El gobierno actual se refugia en la tesis (frente a la crisis con Sanitas) de que está a paz y salvo, pero esa es una verdad a medias.
Ya de antes se ha venido reclamando por parte de las EPS que la UPC, la suma que se les paga por afiliado, es insuficiente. Esto se ha agravado por varias razones: efectos represados postpandemia, tasa de cambio que castiga insumos importados, envejecimiento de la población que aumenta los costos. Ahora hay EPS importantes que de cada $ 100 que reciben, gastan $ 103 en atención de salud. Muchas están a punto de perder su patrimonio. Una manera de corregir esta situación es ponderar la UPC en función de mayor costo y, de paso, de la calidad del servicio. La distorsión afecta más a las mejores EPS porque la migración de pacientes graves y crónicos, producto por ejemplo de la liquidación de algunas quebradas, aterrizan en ellas en mayor proporción. Ejemplo: Sanitas tiene el mayor número de pacientes de cáncer.
Por concepto de Presupuestos Máximos, que financian lo que no hace parte del Plan Básico, no se han cubierto los ajustes de 2022, cuyo monto se calcula en $ 1.67 billones. Tampoco se ha hecho el seguimiento de los ajustes del 2023 y la mora de cuatro meses generó desajustes importantes. Se debe recordar que el dinero de Presupuestos Máximos va en tres cuartas partes a medicamentos de alto costo, lo que implica que la discusión con Sanitas es muy sensible para muchos colombianos. El Ministerio de Salud advirtió al Congreso sobre un déficit de $ 2.65 billones para 2024. Todos esto demuestra que la tesis oficial del paz y salvo, cierta en parte, sin embargo termina siendo irrisoria frente a la situación financiera grave en el terreno de los costos por fuera del Plan Básico.
Es necesario separar la discusión sobre la reforma y la que con carácter urgente requiere la crisis financiera que, si no se sutura a tiempo, conducirá a una gran crisis.
Una idea posible con fundamento en el Plan de Desarrollo, es convertir las sumas causadas, en deuda pública a cargo de la Nación pagadera con Bonos del Estado. Pero el primer paso es que el gobierno de por terminada la política del avestruz bajo el nombre de paz y salvo.
Y continuar buscando solución a aquellos problemas que aquejan el sistema, que han sido expresados con acierto por el gobierno, en particular, baja atención en zonas alejadas, más énfasis en prevención y dignificación del recurso humano.
HUMBERTO DE LA CALLE
Senador de la República