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'Me fui sin saber inglés': médico colombiano reconocido en el Congreso de EE. UU.

Hace 24 años Carlos Riveros se fue a Estados Unidos sin saber inglés. Hoy tiene dos clínicas.

El médico Carlos Riveros recibió un reconocimiento por parte del Congreso de Estados Unidos.

El médico Carlos Riveros recibió un reconocimiento por parte del Congreso de Estados Unidos. Foto: Instagram @drcarlosriveros

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PERIODISTA DE MEDIOAMBIENTE Y SALUDActualizado:

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En octubre de 1983 Carlos Riveros recibió una llamada. Eran días difíciles, su padre, quien brindaba el sustento económico en su hogar, acababa de fallecer. Él no sabía si lograría su sueño de estudiar medicina y al otro lado del teléfono, un “ángel”, como él hoy le llama, le decía: usted no me conoce, pero yo soy César Rojas, amigo de su papá, yo sé que usted quiere estudiar medicina y yo le acabo de pagar el primer año para que empiece a estudiar.
Ese recuerdo, dice Riveros, era en lo único en lo que podía pensar cuando el pasado 15 de junio, en el Congreso de los Estados Unidos, recibía un certificado de Reconocimiento Especial como uno de los 10 médicos más destacados del estado de Florida.
El certificado de Reconocimiento Especial del Congreso en el Congreso de los Estados Unidos fue entregado al médico Riveros "por su destacado e invaluable servicio a la comunidad".

El certificado de Reconocimiento Especial del Congreso en el Congreso de los Estados Unidos fue entregado al médico Riveros "por su destacado e invaluable servicio a la comunidad". Foto:Instagram @drcarlosriveros

Riveros, quien estudió medicina general en la Universidad Militar Nueva Granada y posteriormente se especializó en Medicina Interna en la Universidad de Cartagena, se fue a Estados Unidos a finales de los noventa, cuando la situación de seguridad en el país no era la mejor. Decidió hacerlo sin saber inglés, sin conocer bien lo que eso iba a implicar para su vida y la de su familia, que ya era grande, pues en aquel entonces tenía dos hijos y estaba esperando un tercero. 
Hoy, esa impulsiva decisión de un joven en búsqueda de mejores oportunidades, dice, se ve consumada en el reconocimiento que le entregó en Washington la Diputada María Elvira Salazar, presidenta del Subcomité del Hemisferio Occidental en el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Estados Unidos 
“Yo me vine a Estados Unidos sin saber inglés. Fue una decisión de vida que tomé. Nunca esperé que fuese tan difícil emigrar, porque no era solo validar la medicina general, sino también la estadía legal de los Estados Unidos. Fue un paso bastante difícil”, recuerda. 

Dos años de estudiar

A su llegada, y a pesar de ser un médico especialista, lo primero que tuvo que hacer el galeno fue estudiar. Sus jornadas empezaban a las 6 de la mañana y terminaban a las dos de la madrugada del día siguiente. Tenía que estudiar para 4 exámenes que le permitirían ejercer la medicina. Al tiempo aprendía inglés y también trabajaba, para poder proveer a su familia. 
“Llegar acá fue dificultoso. Tuve que primero aprender inglés, para poder presentar los exámenes, que son bastante laboriosos y detallados y le permiten a uno validar la medicina general. Pasar esos exámenes lo lleva a uno a tener la oportunidad de hacer nuevamente la residencia de medicina interna aquí, aunque ya la había realizado en Colombia. Pero para que te acepten aquí tienes que haber sacado unos muy buenos exámenes en el primer intento, porque para el momento en el que yo vine, por mi edad, tenía que pasar el examen a la primera y con las mejores calificaciones para que me consideraran en el programa de residencia”, recuerda Riveros. 
En total, al médico le tomó seis meses estudiar para lograr aprobar cada examen. Fueron dos años en los que, mientras tanto, no podía ejercer la profesión de médico, pero igual debía trabajar. Entonces, gracias a un amigo, pudo conseguir un trabajo istrativo en el centro médico Mount Sinai, de Miami. Allí tenía que revisar documentos para lograr optimizar las atenciones que se le realizaban a los pacientes y obtener tiempos más eficientes de hospitalización. 
“Eso me costaba mucho trabajo porque no entendía muchas cosas por el idioma, y sobre todo en las reuniones donde los compañeros se reunían y se discutían las decisiones, yo realmente, a veces estaba perdido. Pero como todo: cuando uno tiene hambre y ganas de salir adelante, uno continua”, rememora Riveros. 
Después de ese duro comienzo todo empezó a mejorar. Empecinado con ser el mejor y aprender rápidamente el idioma, Riveros solo escuchaba noticias, música o leía en inglés. Eso le ayudó a que dos años, y cuatro exámenes después, fuese aceptado para realizar nuevamente su residencia en medicina interna, pero ahora lejos de la soleada Cartagena, en la más bien fría Harrisburg, Pensilvania. Allí estuvo tres años, reaprendiendo en otro idioma lo que había conocido en Colombia. 
De Pensilvania volvió a Florida. Una empresa se fijó en su talento y no dudó en ofrecerle un trabajo a cinco años, con su propio consultorio en Miami. Pero Riveros no paró allí, él sabía que quería y que podía lograr más. Por eso, cuando se cumplieron los cinco años de contrato que le ofrecieron decidió, como lo hizo cuando dejó Colombia, arriesgarse nuevamente, confiado en que solo gana quien se decide a intentar. 
Entonces abrió su propia clínica: United Medical Specialties. Una compañía que fundó en Coral Gables, una ciudad ubicada en el condado de Miami-Dade con una comunidad mayormente latina, donde ofrece servicios de medicina general, ginecología, podología, infectología, reumatología, entre otros. Hoy United Medical Specialties cuenta con dos consultorios, 12 personas contratadas y atiende a más de 50 pacientes diariamente. 
El médico Carlos Riveros y parte del equipo de United Medical Specialties.

El médico Carlos Riveros y parte del equipo de United Medical Specialties. Foto:Instagram @drcarlosriveros

“Cuando uno lo cuenta y dice tengo dos clínicas suena sencillo. Pero no lo es, hay que tener cierta disposición de hacerlo, de dinamismo, para poder construir lo que hay que construir. Lo más importante es conocer las leyes, las reglas, pero no tener temor de construir. Yo decidí yo mismo ser la compañía. Inicialmente era una oficina pequeña y con los pacientes que ya tenía fui construyendo, incluyendo servicios y mirando lo que se necesitaba en la comunidad”, resalta el galeno. 

Mucho más por hacer 

Hoy, cuando Riveros es un médico especialista ya establecido, con dos clínicas en la Florida, reconocido por la comunidad y por representantes del Congreso de Estados Unidos, dice que aún falta mucho por hacer, pero reconoce que para llegar a donde está fueron esenciales dos cosas: la perseverancia y los “ángeles” que se le aparecieron en el camino. 
No solo César Rojas, ese amigo de su padre que decidió llamarlo y pagarle el primer año de su carrera de medicina, o su amigo que le ofreció un trabajo en Mount Sinai, sino también el doctor Lyng, con quien trabajó apenas un mes, pero que al ver sus capacidades le dio una tremenda carta de recomendación que lo ayudó a ser itido como residente de medicina interna en Pensilvania. 
“Cuando estaba en el Congreso de Estados Unidos, sentado, a punto de recibir el reconocimiento, me detuve a pensar un poco en lo que fue el inicio. Yo me acordaba en ese momento, sentado en esa silla, que si yo hubiera claudicado porque no había dinero para pagar esa matrícula del primer año de medicina mi vida habría sido totalmente diferente. Yo he sido feliz con todo el esfuerzo que tengo que hacer, porque soy un médico de corazón, porque me gusta lo que hago. Pero yo pensaba en ese momento qué hubiese pasado si no hubiese recibido la llamada del señor César Rojas”, resalta Riveros. 
El especialista resalta que incluso las voces que lo han demeritado, le han servido de impulso para seguir. Hace tan solo algunos meses, el médico, quien también es investigador científico, desarrolló un proyecto en Colombia para probar la eficacia y seguridad de un medicamento destinado a tratar la infección generada por el virus del SARS-CoV2. 
A través de redes sociales recibió comentarios de algunas personas que fueron sus compañeros de estudio, en los lejanos años ochenta en Bogotá, señalando que quizá no era la persona más idónea para desarrollar esa investigación. Aun esas voces, en vez de frenarlo, lo impulsaron a seguir. 
“Yo soy orgulloso y agradecido tanto con la gente que me apoyó, cuando no tenían por qué apoyarme, y creyó en mí, cuando no tenían por qué creer en mí. Pero también con la gente que no lo hizo, como me pasó cuando en medio de una investigación que estaba haciendo con el Invima en Colombia, alguien puso en las redes un mensaje que decía que yo no era un buen estudiante de medicina. Yo agradezco eso también, porque es un aliciente para hacer las cosas y seguir”, finaliza Riveros. 
EDWIN CAICEDO | UNIDAD DE SALUD

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