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Los cerdos modificados le dan la mano a la humanidad necesitada

El trasplante de un corazón porcino a un paciente reafirma los avances en esta materia. 

Una de las fotografía reveladas por la universidad de Maryland .

Una de las fotografía reveladas por la universidad de Maryland . Foto: UNIVERSITY OF MARYLAND SCHOOL OF MEDICINE / AFP

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David Bennett a sus 57 años tiene hoy en su pecho un corazón de cerdo modificado genéticamente que le fue ‘instalado’ esta semana en Baltimore (Estados Unidos), y si bien su pronóstico clínico aún es incierto, este avance –porque lo es– vuelve a poner sobre la mesa la posibilidad de que órganos y tejidos de animales puedan reemplazar estructuras humanas y de paso atenuar la creciente necesidad de estos componentes dada la escasez de donantes humanos.
Aunque Bennett con su corazón porcino ha ocupado titulares en el año que comienza, lo cierto es que el tema no es nuevo. 
De hecho, podría decirse que desde siempre el imaginario de la gente ha considerado esta opción ligada al deseo sustancial de la naturaleza del ser humano de mejorar su salud y su aspecto físico.
Basta ver, por ejemplo, que un primitivo concepto de xenotrasplante (así se llama técnicamente el reemplazo de órganos entre especies) existe desde culturas antiguas en forma de dioses y héroes con capacidades ‘sobrehumanas’ que resultan de sus estructuras híbridas.
Y quizás uno de lo más antiguos puede ser el de Ganesha, dios hindú de la sabiduría con capacidad de vencer todos los obstáculos y que es el resultado del trasplante de una cabeza de elefante a un niño, lo que terminó por proporcionarle, según la leyenda, gran sabiduría.
Pero en la mitología no solo se trasplantaban estructuras completas como la cabeza, sino órganos específicos como el caso de Heracles, que después de matar a brazo al monstruoso león de Nemea terminó utilizando su piel como armadura, o partes completas del cuerpo como el minotauro, ese genuino monstruo masculino con cabeza de toro nacido de la unión ilícita y antinatural que termina por atravesar las tinieblas de cada generación, o el estético centauro, mitad hombre, mitad caballo.

Foto:Vía 'Muy interesante'

Pero esta posibilidad también invadió el pensamiento cristiano dándole forma más humana a través de algunos milagros como el de los santos Cosme y Damián, que pudieron reemplazarle una pierna enferma a Justiniano por la sana de un esclavo, con lo cual se cerraba la brecha del xenotrasplante y se abría la puerta a los injertos (entre humanos).

Más allá de la leyenda 

Superando la mitología, los xenotrasplantes en realidad han ocupado la atención de la humanidad desde hace varias épocas, al punto que la historia de la medicina es profusa en detallar algunos intentos clínicos que ocupan más de 300 años, de los cuales llama la atención, por ejemplo, la primera transfusión interespecies realizada en 1667 por Jean Baptiste Denys, un médico francés que a través de cánulas de plumas de ave le puso sangre de oveja a un joven, por lo que supuestamente le curó sus fiebres no explicadas, lo que dio inicio a una práctica que a la postre no tuvo resultados tan favorables como el primero, lo cual desencadenó que el procedimiento fuera prohibido tajantemente en Francia.
Esta ya es una cirugía innovadora y nos acerca a la crisis de escasez de órganos, no hay suficientes corazones humanos para cumplir con los posibles receptores
Ya en el siglo XX–en la década de los años 20– se cuenta que el cirujano francés con ascendencia rusa Serge Vóronov trasplantaba en hombres tejido de testículos de monos con fines aparentemente terapéuticos, que dentro del marco de la evidencia en realidad no demostraron muchos beneficios, aunque algunos de esos pacientes manifestaron subjetivamente “notables rejuvenecimientos”.
En ese proceso, también algunos artículos como el realizado por Ana María Aristizábal, Armando Caicedo y colaboradores, de la Fundación Valle de Lili en Colombia y del Centro para la Investigación en Cirugía Avanzada y Trasplantes (Cicat) de la Universidad Icesi de Cali, relatan que entre 1963 y 1974 Keith Reemtsma, un cirujano de trasplantes, en Estados Unidos realizó 13 trasplantes de riñones de chimpancés a humanos, de los cuales la mayoría fallecieron en las semanas siguientes como consecuencia del rechazo o complicaciones infecciosas.
Aunque uno de ellos sobrevivió por más de 9 meses y falleció repentinamente con la salvedad de que en su autopsia no se hallaron evidencias de reacciones inmunológicas al trasplante, por lo que se pensó que probablemente el deceso se habría derivado de desequilibrios hidroelectrolíticos, por lo cual se consideró un paso adelante en el uso del reemplazo de órganos con el uso de inmunosupresores y sin diálisis.
El artículo de los colombianos, publicado en la revista de cirugía española, también describe los trabajos de Thomas Starzl, un cirujano estadounidense para algunos considerado el padre de los trasplantes modernos que en 1969 reemplazó hígados de personas jóvenes con los de babuinos (primates) sin que alcanzara buenos resultados en el mediano y en largo plazo, pero que le permitieron recoger experiencias que serían útiles en la década de los 90 para el desarrollo de medicamentos inmunosupresores que permitieron que dos pacientes con este tipo de xenotrasplantes pudieran vivir más tiempo, incluso uno de ellos por más de dos meses.

Corazón de animal

La historia cuenta que el primer reemplazo de corazón humano por el de un animal fue realizado por el cirujano e investigador James Harvey, que en la Universidad de Mississippi en 1974 utilizó un corazón de chimpancé para reemplazar el inservible órgano de un paciente moribundo para el cual no se habría logrado encontrar un donante humano. Un intento que desafortunadamente no garantizó la sobrevivencia de la persona que falleció a las pocas horas, pero que pisó la historia no solo como el primer trasplante de este tipo sino que en esencia podría decirse que fue el primer trasplante de este órgano en una persona.
Por su parte, Christiaan Barnard, que años más tarde realizaría el primer trasplante de corazón humano del que se tiene constancia, en 1977 también transitó por la senda de los xenotrasplantes cardiacos al realizar dos de ellos con órganos provenientes de chimpancé babuino.
Sin embargo, el procedimiento más exitoso en el que se reemplazó con un corazón de primate el de un humano fue el realizado –según el relato de Aristizábal y colaboradores– por Leonard Bailey, que en 1984 en la Clínica Universitaria de Loma Linda (California) puso a funcionar por 21 días el órgano de un mandril en el pecho de una niña lactante, de la que después se dijo que había fallecido no por un rechazo, como siempre había ocurrido con este tipo de cirugías, sino por problemas de coagulación sanguínea, lo que dejó entrever que técnicamente esta propuesta era posible.
De igual forma, los investigadores han buscado reemplazar estructuras funcionales como islotes de Langerhans (productores de insulina) para mejorar las condiciones de los diabéticos, como lo realizó el cirujano finlandés Carl Gustav Groth, que en 1993 utilizó estos componentes de cerdo en una persona con déficit de insulina que a la postre no tuvo ningún beneficio clínico.
En un experimento que fue retomado una década después por el mexicano Rafael Valdez y el inglés David White utilizaron órganos modificados de cerdo para este fin con resultados más favorables.

No es tan fácil

Aunque la lógica permite deslizarse en el imaginario colectivo de reemplazos simples entre especies, lo cierto es que esto no es tan fácil, tanto que con este fin se ha probado con diferentes especies como los primates y los cerdos, entre otros, dada su cercanía genética con los humanos.
De hecho, se ha visto que los órganos de los porcinos resultan más viables que los de los humanoides a la hora de adaptarse al cuerpo humano, pero esto no es tan sencillo, por lo que se requieren modificaciones en los genes con el fin de ‘humanizarlos’ para que el organismo los acepte como propios.
El doctor Bartley Griffith (izquierda) y su paciente David Bennet (derecha) , luego de operación de trasplante de corazón de cerdo.

El doctor Bartley Griffith (izquierda) y su paciente David Bennet (derecha) , luego de operación de trasplante de corazón de cerdo. Foto:Hospital Universitario de Maryland.

Con este objetivo se han dado grandes pasos y hace algún tiempo la revista Times daba cuenta de un trabajo dirigido por George Church en la Universidad de Harvard (Estados Unidos) que logró eliminar el material genético de 62 retrovirus domiciliados en el ADN del cerdo, lo que permite mayor compatibilidad de los órganos porcinos con los humanos.
Este trabajo científico fue toda una revolución, dado que utilizó una tijera genética conocida como GRISPR-Cas9, que literalmente editó el genoma del cerdo en múltiples lugares al mismo tiempo, con lo que se eliminaron dichos retrovirus endógenos que podrían reactivarse en el cuerpo humano, lo que generaría múltiples problemas, incluida la posibilidad de desarrollar tumores.
Pero lo anterior fue solo un avance, porque en realidad lo que intenta conseguir es que los órganos y tejidos de estos animales provoquen el mínimo rechazo al ponerse en o con la biología humana en razón a que las células y la matriz extracelular de los porcinos tiene una cantidad de moléculas que son detectadas como extrañas por el sistema inmune, lo que se conoce genéricamente como xenoantígenos, que en esencia provocan inflamaciones y rechazos.
Lo favorable es que muchas de estas moléculas han sido identificadas y en procesos dispendiosos se han ido eliminando, a tal punto que en la actualidad existen cerdos con modificaciones que permiten tener mayor compatibilidad con el organismo humano y que son utilizados como fuentes de tejidos y de estructuras que desde hace algunos años se utilizan con fines terapéuticos.
Son en realidad cerdos transgénicos –que han superado todas las discusiones desde el plano bioético– y que en su condición son capaces de producir moléculas físicamente humanas que pueden engañar al sistema inmunitario, al punto de hacerle creer que ciertos tejidos provienen de una persona y no de un cerdo, en una especie de ‘maquillaje genético’ de las estructuras porcinas que al pasar por encina de las defensas humanas han sido de gran utilidad a la hora de salvar vidas, dado que a través de esta posibilidad se han evitado problemas en la coagulación y otros obstáculos que impedían que los reemplazos de estructuras interespecies tuvieran éxito.
Es el caso, por ejemplo, de las válvulas cardíacas porcinas, que se han utilizado desde hace décadas para reemplazarlas en personas y que hoy se emplean en muchos pacientes necesitados en el mundo, incluso en Colombia.
Aquí hay que ser claros, porque más allá del pronóstico que tenga este procedimiento que fue realizado en razón a que Bennett no tenía otra opción, como lo dice Bartley Griffith, el cirujano que reemplazó su corazón, “esta ya es una cirugía innovadora y nos acerca a la crisis de escasez de órganos, no hay suficientes corazones humanos para cumplir con los posibles receptores”. En síntesis, los cerdos modificados le están dando la mano a esta humanidad necesitada.
Carlos Francisco Fernández
Editor de Salud
En Twitter @SaludET

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