¿Qué viene con el Petro 2.0? / Análisis de Ricardo Ávila

Basta con una sencilla búsqueda en internet para encontrar que los nacidos el 19 de abril “adoptan una postura rebelde, especialmente en su juventud”. A renglón seguido, el portal lefrontal.com afirma que “con la edad, su perspectiva suele volverse más conservadora, tranquila y reservada, pero si permanecen insatisfechos o al margen de la sociedad, puede que esa evolución no se produzca”.

Por tal motivo, el sitio aconseja a quienes vieron la luz ese día “que se mantengan abiertos y flexibles” y “que pierdan el miedo a itir sus equivocaciones”. Advierte, igualmente, que “no deben exigir una obediencia ciega, porque esa actitud solo provoca resentimiento”.

Aunque semejante caracterización merece ser tomada con pinzas, no faltará quien se pregunte si Gustavo Petro —que viene de cumplir 63 años en la fecha mencionada— se ajusta a esa descripción. La inquietud suena válida a la luz de lo ocurrido durante la semana que pasó, cuando el mandatario hizo un ajuste profundo en su gabinete ministerial, el cual significa el cierre de un capítulo y el comienzo de otro.

(Le puede interesar: ‘El presidente Petro ha venido menospreciando al Congreso’: Humberto de la Calle).

Que hay una especie de borrón y cuenta nueva es difícil de discutir. Aquellos que salieron —como José Antonio Ocampo o Cecilia López— representaban en su mayoría al ala más moderada de la istración o a los partidos políticos que formaron parte de la coalición, la cual recibió una rápida sepultura el miércoles.

Con la llegada de otra cohorte en la que priman personas que trabajaron en la Alcaldía de Bogotá con el hoy Presidente de la República, los criterios que parecen imponerse son los de la cercanía personal y la lealtad. Lejos de moderar posiciones, lo que hay es un llamado a mostrar resultados y volver pronto realidad los objetivos plasmados en el programa del Pacto Histórico, dado a conocer en la campaña electoral de 2022.

“Reafirmamos nuestro compromiso de ser siempre fieles al mandato popular recibido, y hemos decidido configurar un gobierno para redoblar nuestra agenda de cambio social al servicio de las grandes mayorías de ciudadanos y pueblos de Colombia”, señaló el comunicado del 26 de abril.

El revolcón apunta a una actitud mucho más combativa. En lo que atañe al Congreso, varios observadores dicen que la ofensiva se concentrará en convencer de manera individual a los parlamentarios de las colectividades que abandonaron el barco para que apoyen las iniciativas del Ejecutivo, ya sea con prebendas o presiones.

Y frente a ciertas decisiones, como la tomada por los cafeteros al elegir a Germán Bahamón como nuevo gerente de la Federación, aparece el intento de desconocer a la institución. “Dialogaré con sus organizaciones de base regionales”, señaló en un trino el jefe del Estado.

(Puede leer: El timonazo de Petro que eleva la tensión política / Análisis).

Además, se asoma la voluntad de acudir a la presión de la calle, para que a punta de movilizaciones masivas los demás poderes públicos entiendan que las cosas se deben hacer como lo desea la Casa de Nariño. Para mañana, y con ocasión del 1.º de mayo, está previsto otro ‘balconazo’ desde el antiguo Palacio de la Carrera, el cual servirá para delinear lo que trae este Petro 2.0, término que se usa en tecnología para describir el lanzamiento de la versión renovada de algo ya existente.

Si los ajustes ministeriales y la invitación al pueblo a manifestarse sirven, es algo que se verá en los próximos meses. Por ahora, es claro que la imagen del mandatario va en franco retroceso. Según la más reciente encuesta de Invamer, en abril la opinión desfavorable del Presidente llegó a 57 por ciento y su aprobación, a 35 por ciento, un deterioro combinado de 18 puntos porcentuales en dos meses. Así las comparaciones sean odiosas, tales números no se encuentran muy lejos de los registrados por Iván Duque (60 y 32 por ciento, respectivamente) en la misma época de 2019.

Semejante calificación está relacionada con una visión más negativa de la realidad. El sondeo mencionado muestra que tres de cada cuatro personas interrogadas creen que las cosas en Colombia están empeorando, mientras que solo 16 por ciento piensa que van mejor.

Dicho entorno se constituye en un obstáculo importante para un Presidente que no tiene el propósito de dar pasos atrás en sus intenciones y que está dispuesto a jugársela al todo o nada, sin la fortaleza de los primeros meses de gestión. Quedan cartas en la manga, pues quien maneja el presupuesto nacional y la nómina oficial puede doblegar a sus opositores, pero los riesgos de fracasar son mayores ahora.

“Petro es un hombre inteligente y sobre todo un actor político profundo, además de ser un baquiano del poder”, opina Leonardo García, de la firma Speak. Para el analista, la mezcla de oportunidad y persistencia lo llevó al primer cargo de la Nación a pesar de que sus probabilidades de lograrlo parecían bajas.

(No deje de leer: Tras crisis en gabinete de Petro, así va la campaña por la alcaldía de Bogotá).

Sin embargo, agrega, “gastó toda su energía y foco en su larga carrera” sin aprender realmente a gobernar, ni siquiera en su paso por el Palacio Liévano en Bogotá. Aparte de liderar y istrar bien, el ejercicio de lo público requiere conversar, buscar puntos medios, aplicar eso de que la política es el arte de lo posible, para conseguir resultados tangibles.

Pero aquello de ceder a veces es incómodo. Para alguien formado en la oposición al sistema, transar significa una traición a los principios. El problema es que las cualidades que sirven para destacarse a un lado de la orilla no necesariamente sirven al llegar al Ejecutivo y menos cuando el margen de triunfo en las elecciones fue estrecho y las mayorías en el Capitolio no están aseguradas.

Al comienzo la aplanadora gubernamental parecía imbatible, pero con el correr de los meses quedó en claro que el cheque en blanco que habían girado los partidos diferentes al Pacto Histórico tenía fecha de vencimiento. En lugar de refrendarlo, la Casa de Nariño optó por cruzar varias líneas rojas y en particular proponer el desmonte de la Ley 100 de 1993, que estableció el actual sistema de seguridad social.

Es difícil entender todavía por qué el Presidente decidió que su paquete de reformas sociales comenzaría con la de salud, que generaba las mayores resistencias en el Congreso. La terquedad de la hoy exministra Carolina Corcho solo empeoró el ambiente, con lo cual las posibilidades de que fracasara la iniciativa no hicieron más que crecer.

Aunque la salida de la funcionaria puede verse como un gesto conciliador, no necesariamente es así. Más allá de haber quemado un fusible, lo que se percibe es el ánimo de Petro de volver al terreno que conoce, el de la confrontación.

Bajo esta aproximación, lo que vendría es lo que el jefe del Estado sabe y le sale bien. Esto incluiría echarle la culpa a la dirigencia, ponerse del lado del ciudadano indignado, cargar en los hombros del establecimiento todo lo malo que pasa, decirles a los electores que la culpa de no cumplir lo prometido es de los de siempre.

Si bien es factible que parte de la población compre ese discurso, nada asegura que la estrategia va a funcionar. A escasos seis meses de las elecciones regionales de octubre, las posibilidades de que la izquierda controle las grandes capitales se ven reducidas, pues la impopularidad de los alcaldes de Bogotá, Medellín y Cali —representantes de esa tendencia— es muy alta, para no hablar de otras poblaciones.

Y el Ejecutivo no se ayuda en municipios clave. Lejos de recoger velas en su insistencia de que el metro de la capital deba ser subterráneo, el asunto sigue sobre la mesa a pesar de que los habitantes del Distrito no son partidarios de que la obra se alargue varios años y cueste mucho más.

Por otra parte, los temores respecto a la economía vienen al alza. Más allá de que Ricardo Bonilla sea descrito por sus colegas como un profesional juicioso así represente otra ideología, el nerviosismo en los mercados está de vuelta, como lo demuestra el comportamiento de la tasa de cambio y de la prima de riesgo de los títulos de deuda.

La principal duda es si el nuevo titular de la cartera de Hacienda será capaz de decirle que no a alguien poco dispuesto a escuchar opiniones disidentes. Los mensajes sobre respeto a la estabilidad fiscal y a la independencia del Banco de la República van en la dirección correcta, pero se requieren más evidencias para que las aguas se calmen.

Eso será más difícil si la retórica presidencial se agudiza. Es verdad que en América Latina hay casos como el de Andrés Manuel López Obrador, que ha hecho de sus intervenciones públicas un arma particularmente efectiva.

No obstante, hay que tener en cuenta que el mandatario mexicano cuenta con mayorías en el Congreso y un respaldo en la opinión cercano al 65 por ciento. En cambio, si opta por acudir a la plaza pública, Petro se arriesga a antagonizar todavía más al centro del espectro político que le dio la victoria y a espantar la inversión.

(Le recomendamos leer: Petro defendió su reforma pensional ante congreso de Asofondos).

Incluso, si exagera la dosis y el Gobierno sigue estancado en realizaciones, puede ser que acabe asemejándose a Pedro Castillo durante su paso por el poder en Perú. Con el tiempo, la gente aprendió a ignorar las palabras de alguien que en la práctica mandaba poco, mientras el país se descuadernaba.

Dadas las señales de alerta no solo en el campo económico, sino sobre todo en el del orden público, Gustavo Petro debería mirar hacia la región y aprender de algunos de sus homólogos. Gabriel Boric, en Chile, ha dado muestras de mayor pragmatismo y se consolida como el representante de una izquierda más moderna, capaz de aprender de sus derrotas y defensora de las instituciones y los procesos democráticos.

Algunas luces de esperanza aparecen en el horizonte. Cuando finalmente el Presidente hizo presencia en el Congreso de Asofondos en Cartagena, el viernes en la tarde, tras anunciar que ya no iría, reconoció que varias de las cuentas que había hecho sobre el tema pensional estaban erradas. Aun así, todavía se equivoca en premisas como la de culpar al modelo de ahorro individual de la baja cobertura, cuando el problema es la elevada informalidad laboral.

Ya sea que la Casa de Nariño esté dispuesta a revisar posiciones, escuchar opiniones disonantes o se radicalice, los demás integrantes del establecimiento están obligados a adaptarse a lo que suceda. Para comenzar, lo principal no es atrincherarse o asumir posiciones defensivas.

Todo lo contrario, tanto el sector privado como los tanques de pensamiento requieren debatir las propuestas que consideran inadecuadas y, en lo posible, presentar opciones o impulsar textos alternativos para que se radiquen en el Congreso. La manera de reaccionar ante las reformas pendientes no es tratar de hundirlas, sino buscar que queden bien, haciendo un buen trabajo de comunicaciones.

Adicionalmente, es obligatorio respaldar la independencia de poderes, comenzando por las altas cortes, para blindarlos de los eventuales ataques que se les hagan. En lo que atañe a los empresarios, las diferencias en el seno del Consejo Gremial son inconvenientes y ameritan que la madurez se imponga, para evitar el conocido “divide y reinarás”.

(Tambié lea: Los secretos de la 'guerra fría' entre Petro y Fedecafé tras elección de Bahamón).

Y, finalmente, no está de más insistir en la necesidad de reaccionar con cabeza fría a las turbulencias que vengan. En último término, de lo que se trata es de que Colombia avance, sin seguir en la polarización que tanto daño hace. Para que eso suceda es fundamental que esta nueva versión de la istración Petro no caiga todavía más en la tentación del populismo. Lamentablemente, las señales presentes indican lo contrario.

RICARDO ÁVILA PINTO

Especial para EL TIEMPO